Prólogo de El sincretismo del amor
En este texto el amor surge desde el fondo del sentimiento. Primeramente, el amor no pretende ser explicado, sino llevar a cada lector a sentirlo. Y desde ahí, desde ese marasmo de emociones, el autor busca pensarlo, organizarlo, darle sentido.
¿Pero cómo pensar el amor? ¿Cómo sería posible pensarlo? Es desde este foco de consciencia inteligente y de vasta experiencia lógica que se desata un laberinto de cuestionamientos. Mismos que se van desmadejando conforme el poderoso sentimiento del amor llega a una mente lógica pero enamorada.
De las palabras del personaje de Diótima en los Diálogos Socráticos, se dice que el amor es un “Daímon” , un intermediario entre lo mortal y lo inmortal. Es pues, la búsqueda de la trascendencia, que nuestra vida se propague en el tiempo en alguna otra.
Jemekroz lidia con estos demonios del amor y la razón. ¿Cómo explicarse algo tan trascendental de la experiencia humana? Ese concepto tan universal como abstracto, tan cercano al sentimiento como lejano a la comprensión. En esa aventura navega el intelecto, la lectura de este interesante texto surca la espiritualidad y también la irracionalidad del amor. No es una tarea fácil pero sí estimulante.
Sobre los medios de conexión amorosa toca todas las posibilidades, inclusive la de sentir amor por lo inanimado. Nos expone las posibilidades y nos pone a pensar en lo impensable. ¿Acaso puede existir este tipo de amor? Nos lleva de lo físico a lo intelectual y a lo espiritual como conexiones posibles. De estas conexiones surgen respuestas que denotan caminos de interacción entre apegos fantasiosos e imperfectos a un “amor pleno en su reciprocidad”. Resalta el encuentro con el otro como un acontecimiento que nos hace percatarnos de ese algo que nos seduce y persuade. Provoca el entendimiento de la pasión como experiencia que conlleva de algo fugaz a otras vías de entendimiento.
En la actual idiosincrasia del amor que engloban conceptos de todo tipo. Su diversidad requiere calificativos adicionales a la palabra amor y de pronto surgen en el texto el “amor vicioso” o el “amante adicto” al supuesto “amado”. Que deja de serlo para sólo convertirse en objeto de deseo. Se despliegan así disparidades del sentimiento idealizado romántico de amor en diferentes fanatismos y apasionamientos.
En las conexiones espirituales destaca del amor como devoción por lo divino. Donde se explica esta posibilidad del amor con un ente metafísico y la experiencia subjetiva de sentirse amado. Revela la enorme necesidad humana del reconocimiento de la divinidad como merecedor de la existencia y de su posibilidad a acercarse a lo perfecto.
A lo largo de las disertaciones sobre el amor, y sus tipos, unos sugestivos ejercicios nos hacen reflexionar sobre nuestra experiencia amorosa y provocan a la reflexión. Nos evoca recuerdos y vivencias que bajo la lupa del autor se torna en un sincretismo de lo conocido y experimentado con esta nueva interpretación.
Como cierre el autor nos aleja de lo netamente racional y reflexivo. Nos sitúa ahora en lo mágico del encuentro. A través de la poesía, nos evoca al recuerdo y a las sensaciones del proceso de enamorarse y del pertenecer al otro, como complemento.
Tratar de abarcar el concepto del amor en todas sus magnitudes y conexiones es una tarea que se antoja imposible. Sin embargo, la valentía del intento es una muestra de lo mejor del ser humano. Jemekroz no sólo se queda en el intento, sino que logra dar una interesante y novedosa interpretación a tan complejo fenómeno.
Prólogo por Julio Monzalvo
