Para la niña bonita

Hace un par de años atrás, conocí a una chica.
De cabello castaño, de 1.70 y sonrisa perfecta, mirada seductora y risa contagiosa
De esas chicas, que tenían la voz más tierna y las intenciones más inocentes.
Estudiaba la carrera de docencia, y era poeta.
Por las noches, escribía en su escritorio todos los poemas y versos que aparecen en sus dos libros que saco de manera física y digitalmente.
Conocí a una chica, dónde todo le daba pena e inseguridad, pero cuando más la conocía, más especial para mí se volvía.
Quise dejarla entrar en mi vida y en mis entrañas, pero cuando por fin la dejé entrar, ella ya estaba toda rota.
Le presente a mis mejores amigos, y todos se enamoraron de ella, pero cuando les presente a mis mejores amigas, todas se enamoraron de ella. Pero no podían admitirlo, porque les costaba admitir que en unos años más, esa niña sería mucho más de lo que era en ese tiempo.

Cuando se las presente a mis padres, la amaron desde el momento uno, y ahí supe, que quería formar una vida con ella.
Pero, conforme pasaba el tiempo, me daba cuenta que ella era tan grande y tan fuerte, y no por su edad o porque podía levantar pesas de más de 20 libras.
Sino que ella tenía unas alas imaginarias, pero gigantescas, que podía abarcar y volar a dónde ella le apeteciera.
La miraba, y la quise mirar por mucho más tiempo. Ella no sabía que era especial para mí, y sabía de cerca que se esforzaba por poder encajar y quererme con todo y mis defectos. Vaya que si, vaya que la veía como se desvivía cada día, y solo por ser su primer amor.
El primer protagonista de todas sus primeras veces, como aquella primera vez que la agarre de la mano y ella se sonrojo.
O la primera vez que le presente a mis padres y ella estaba en el sofá de mi casa sentada correctamente con la mejor y más bonita sonrisa del planeta tierra.
O quizá, la primera cita en su restaurant favorito, cuando fui a recogerla después de la escuela y la lleve a comer.
Esas y muchas primeras veces más.
Ella piensa que me he olvidado de todo, y que no la recuerdo frecuentemente, pero la verdad es que, la llevo muy adentro.

Y escribo está carta, porque sé que ella sufrió mucho, y más de un verso ha escrito para mí.
Quise escribirle esta carta, porque nunca me voy atrever a enviarla, pero quería escribirla porque es lo menos que puedo hacer después de tales atrocidades.
Conocí a una chica, de esas que más de un hombre quisiera tener, pero que por estúpido y desleal la termine perdiendo.

Había conocido a una chica maravillosa, estupenda y magnífica.
Pero dejé de respetarla, pero nunca deje de quererla. Solo que mi avaricia, mi ego y mi deslealtad me llevo a buscar otros labios y otras pieles. Terminando de enamorarme de un pasado y de varias chicas por doquier.
Y ella, lo sabía.
De hecho, presenció más de un amorío que tuve, mientras le juraba a ella amor eterno.
Creo que le rompí el corazón más de una vez, y creo que ella se lo rompió más tratando de esperar a que todo lo que vio y sintió fuera una farsa o una simple mentira de media noche.

Conocí a una chica, que es más pequeña que yo, pero que desde la conocí, supe que tenía el corazón más noble de la ciudad. Y ella, sin siquiera pronunciar una palabra, podía conquistar y brillar todo a su alrededor.
Ella, quería encajar en mi mundo. Lo intento y casi lo logra. Y aunque no lo hubiera intentado y logrado, tenía a toda mi gente queriéndola cada día más.

Esa niña, sufrió como nunca, y tenía una luz enorme. Pero yo sabía que debía dejarla ir y dejarla crecer. Dejarla equivocarse y que aprendiera.
Cuando la dejé y se fue, quise regresar.
Pero la había traicionado tanto, que ella decidió entregarme todas las cosas que nos pertenecían, o que mantenían una mitad de presencia de nosotros intacta.
Cuando quise volver y recuperarla, nunca quiso ceder. Aún visitándola en la puerta de su casa, ella nunca quiso verme volver.
Ya era tarde, ella había aprendido a volar a otros horizontes, y que bueno.
Aun si escribiendo esta carta este doliéndome la existencia.

Porque la había dejado ir, y la había destrozado.
Muchos me contaron, que había bajado de peso y que estaba más guapa, aunque, aún si ella tuviera 60 seguiría estando guapa.
Me habían contado que sale y conoce nuevos sitios, algunos sitios oscuros y otros ruidosos. Pero que salía muy seguido, y me asombre demasiado, porque estaba cambiando y volando de más.
Sobre todo, sentía que demasiado rápido.
Estaba frustrado y enojado, pero yo seguía en mi mundo, con mi rutina asfixiante y con las chicas que más deseo les tenía.
Pero sabía que esa niña, estaba dejándose ver y que la vieran.
Y eso me mataba.
Entonces, quise disfrazar mi dolor con decepción.
Pero después de tantas salidas, tantos labios con pintalabios de todos colores y sabores, no podía quitarme de la cabeza que nunca me escogió a mi otra vez.
Porque la última vez que quise volver, me enteré que nunca accedió, porque estaba con alguien más.
Aunque después me enteré que no era así, y solo estaba conociendo nuevas personas.

Pero, me mato la idea de que ya nunca más me volvió a escoger nuevamente.
Supongo, que ya no soy el protagonista de sus primeras veces.

Conocí a una niña, que me tocó verla crecer en una etapa de adolescente, pero que disfrute de verla y de estar con ella como nunca. Aunque ella en estos tiempos, se arrepienta de haberme conocido.
Conocí a una niña, que es tan fuerte y tan capaz pero que nunca la hacía sentir querida, correspondida y respetada.
Conocí a una niña, que es tan inteligente y destaca en dónde sea, pero que nunca fui leal con ella. Sobre todo, nunca supe que ella lo era todo.
Conocí a una niña, que es poeta y profesionalmente está avanzando muy rápido, sabe cosas, muchas cosas. Pero nunca le permití que me las contará o enseñará, porque para mí nunca estaba bien que ella destacará más que yo.
Conocí a una niña, que ya no es una niña.
Y la veo de lejos, y me cuentan de cerca.
Que ha crecido, y que está más guapa.
Y que sale, y conoce.
Sobre todo, me cuentan que hay un libro que se asimila a mi, pero no puedo ser yo.
Porque ella no escribe para alguien, siempre escribe de lo que siente y de siluetas.

Conocí a una niña, que ya nunca más será mi niña.
Porque ya creció, y ya se puede comer al mundo entero solita.
Solo falta que ella se lo crea, y que ella, me deje ir.
Conocí a una niña, la más bonita.
Porque para mí, y en esta carta, escribo para la niña más bonita.
Pero que siempre será mi niña, aunque de niña, ya nunca más tendrá nada.

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