MAÑANA
I
Nacimiento
-La obra debe ser lo que le sigue a todo presente- ahora Timo existe, porque ha hablado. Ha acariciado las palabras con el soplo primero.
-Es lo pretencioso un lenguaje muy recurrente en la actualidad, usted no es la excepción, maestro- profiere Leopoldo.
Es verdad, hay un diálogo, porque hay una dualidad aparentemente rota. Y ahora continua Timo, como afrenta de respuesta deseable:
-La realidad siempre es otra a la que tú propones estar, un constante balanceo de porcentajes; eso es lo que es, donde cada uno agrega su porción de praxis. A decir verdad, la realidad esta jodida por eso inventamos la poesía. Si no, mirad a tú alrededor, las aguijoneadas ventanas de los rascacielos, la existente hora azul tambaleándose por los cuerpos que transitan en las soledades de concreto. Aquí no hay ruidos familiares, todo va rehaciéndose, la deconstrucción; la sinfonía de todas las noches, sin amaneceres, sin barcos en los puertos, sin alcohol en los vasos. Aquí no hay momentos, sólo instantáneas, ¿para qué sufrir por un momento? Eso implica demasiada construcción, demasiado auto-esfuerzo, demasiada autonomía y auto gestión, y eso querido Leopoldo esta sobrestimado en tu presente. La obra debe ser lo que le sigue a todo presente. Mis obras estas sustentadas en lo mejor y peor del hombre. Las caricias que recibe mi percepción son las diversas batallas por las que pasa el ser, para darse a conocer como es en realidad. La alegría, elemento reciproco entre ellos y nosotros, es la parte interior del dibujo y el contorno muchas veces es el silencio, un silencio que habla, que grita más que todos los universos parlantes.
“Timo jamás entendía la verdad, no porque hubiera miles de verdades que entre cada una de ellas descalifican a las otras de verdad, esos sólo eran juegos de epistemología básica. La verdad que no entendemos es la que concebimos como inaceptable para nuestro ser, para nuestra posición contextual y existencial. Imaginemos que Timo sí es en realidad un artista. La verdad que enarbola su discurso en el callejón; la justificación teórica que necesita para posicionarse donde está y hablar del modo en que lo hizo, e inclusive vestirse de la forma en que lo hizo. El detalle diferencial radica en la naturaleza de su justificación teórica: el arte.”
Llegando a este punto de análisis Leopoldo se ríe un poco, se sobresalta otro tanto y sale de su estar para tomar cualquier vehículo que pueda llevarlo a cualquier lugar, ahí en cualquier lugar va a encontrarlo. Los sin lugar se encuentran sin si quiera buscarse. Puedo decir que se trata de una fuerza de atracción: acompañarse en soledades, para terminar; siendo nadie, porque siendo “nadie” se posee la posibilidad de ser cualquiera, nunca alguien, porque eso delimitaría por siempre tu naturaleza, que es la de ser todo y nada al mismo tiempo. Se proviene de uno mismo, pues uno mismo es la síntesis del todo y la nada.
Timo ha escogido ser un artista esta noche, en esta ciudad, en este escrito. Su justificación teórica para ser artista la ha encontrado radiante, en las ventajas de la dialéctica enunciada por él mismo: lo bueno y lo malo del hombre, su ventaja es poder ser ambos a la vez, o cualquiera de ellos en cualquier momento, por ejemplo: esta noche.
Leo y Timo toman cualquier vehículo, en cualquier calle, se vuelven cualquieras, porque buscan ser alguien, por ende, encuentran un escenario; una micro realidad al sentarse en esos asientos con terciopelo azul barato, para suavizar el impacto. A Timo no le gusta, le parece hartamente ya vista, junto con la dinámica de conversación con el individuo chofer. Quiere modificarla, se siente ir, le urge estar ahí, no aquí, y comienza de nuevo su inserción.
II
Azul
“Yo siempre me he preguntado; ¿por qué no puedo hacerlo?, se ve tan fácil, e inclusive podría explicarte paso a pasito, qué parte levantar, cuál otra detener en el instante, es…someterse, ¡sí! Un bello sometimiento a ti misma el más puro, el que no duele y que libera.”
-Gabriela lo decía tan ligeramente, veo las palabras danzando como hojas destinadas a caer, lo decía pegada a una ventana. Casi imperceptible la fuerza de sus manos al explicar “el movimiento”, sus piernas no como pilares del universo, ahora dos nubes, dos canciones; que abrían el disco más azul que pudieses escuchar, te estoy hablando de una implosión, el resurgir de las aureolas cuando uno ha perdido la fe en volver a ver los colores. Lo dijo como si ya lo estuviera haciendo- respondía Leo, frente al vacío frío de la calle.
“Puedo verte, desde acá te veo, desde las esquinas cruzadas, cuando hay cientos de cientos de mares de rostros basta con voltear un poco hacia arriba y ahí estarás, ¿no? Vale, ya vuelvo, recuerda hacer lo que te dije, sueña y crece, crece tanto que tus raíces toquen el cielo.
Abre.
Ave.
Vuela.”
– ¿Qué más? – decía Leo, con algodones en la lengua para no lastimarla.
“Por hoy nada, podemos estar aquí, no, no allá, allá es allá, es suyo, el aquí es nuestro. Recuerda aquí es nuestro. Ahora levanta esa mano, no, no esa, más bien esta, si, exacto, balancéala un poco, ahora cierra un ojo, tan sólo uno tramposo, no te adelantes aún queda mucho de aquí para ir allá. Bien, sujétate fuerte, y confía, no lo hagas sólo por hacer, confía, posee el peor de los males: esperanza. Ahora, sólo queda algo más; sonríe.”
-Había dicho muchas instrucciones para volar, de las cuales recuerdo las más precisas, las más trascendentales; confiar y poseer esperanza.
III
Ir.
– ¿Cómo va esa obra? – interroga Leopoldo sin tacto alguno ni horizonte de sentido alguno.
-Si, la obra, es cierto, habíamos empezado con eso- Timo un tanto enamorado de la tristeza acude a la respuesta-. Sigue estando dónde se quedó, inquieta desde luego, pero es sólo cuestión de ir y tomarla. Algo menesterosamente nuevo. Porque necesitamos innovar ¿no, Leo? Y cerciorarnos de cerrar la idea en el diálogo con una pregunta para recibir la aprobación de que el otro nos está siguiendo, como la de: “¿no, Leo?” Es complicado saber si el otro lo está siguiendo. Más difícil aún; encontrar a alguien que lo quiera seguir.
-El tono magnánimo le queda bien hoy, maestro- acude Leopoldo siguiendo las meditaciones del viento y de su otro maestro: Timo.
-Gracias Leopoldo. Continuo. El querer estar aquí y no allá, no sólo está condicionado a ser una facultad innata del ser humano, sino que se vuelve una necesidad que al no cumplirse existe un malestar en el ontos del sujeto. Te estoy hablando del deseo y necesidad de intervención del hombre en Realidad. Lo carcome hasta excitarlo hacerse participe en este circo de hipocresía y pura actuación. Sin embargo, hay una cuestión, y no pongas esa cara porque creo que por fin usted me está siguiendo. La cuestión es que nos encontramos en este vehículo donde usted puede apreciar un cierto cúmulo de realidades andantes y engendradas por los hombres mismos, ahora bien ¿cómo descifrar quién está allá y quien está aquí? ¿Quién sale de sí y quien entra a sí? Eso mi querido Leo, aún no lo sé. Por ello me atrevo a decir que seguimos aquí. Mire a ese sujeto con gabardina azul, le aseguro con toda certeza que está modelando para Realidad, él, si, él mismo ha decidido convertirse en arte mismo, y no, no es soberbio, es el más humilde dentro de toda esta parafernalia de arrogantes. El que entrega todo su porte a Realidad para que ésta pueda sentir, pueda sentir arte. Hay quienes modelan por unos escasos minutos frente a una cámara o pasarela, pero hay otros como él que son los más humildes, que entregan toda su esencia y que sienten que pierden un trozo de su alma cada que se paran frente a todos. ¡Larga vida a esos hijos bastardos de lo real con lo subjetivo! Te lo digo Leo poseemos en nuestros interiores todo un bosque de ramas que son momentos, raíces que son personas. Nuestro cuerpo es Filosofía pura, nuestro cuerpo es Historia misma, en él albergamos todo lo que nuestras plumas jamás podrán redactar. Cuando hablamos, cuando lo expresamos es sólo un estrato en demasía superficial, siempre encontramos la manera para llegar a ese estrato último que jamás podremos sublimar, ¿qué hacer? Se preguntan los estetas más humildes. Recorrerse como somos y tener la certeza de hacerlo con las personas y lugares adecuados. Somos ese baile adictivo de Jazz que jamás se muestra realmente como es. Míralos, adorables los seres que sí lo hacen, que no se distraen con el mundo sino son mundo, no buscan olvidarse a sí mismos con funciones baratas de teatro, de arte, de literatura roja. Se buscan en todas las ramificaciones de sus respectivos seres sociales, en todo este monstruo de modernidad y acero, se atreven a ser, y se atreven digo porque son atacados constantemente, primero desde su interioridad, segundo desde fuera por ser lo que nadie… ser ellos. Hoy me he sacado a pasear, soy yo, por eso me notas un poco más dislocado de lo normal, claro siempre he repudiado lo normal, a veces por unos instantes otras veces por eternidades, creo que hay simples gestos, rasgos del mundo confabulando con el cosmos que despiertan en nuestros bosques la raíz más recóndita, la que supuestamente jamás estuvo, pero sí estuvo, existió, justo como esos acordes al final de la escala, imperceptibles como algodones en un gran telar, sin embargo su existencia es fundamental para que el telar posea un sentido completo. Así nuestra rama más profunda que sale en soledad, acompaña a la soledad misma, la enjuaga y la barre como quiere. No nos pertenecemos en ese instante, somos de la ramificación más profunda, porque esa rama, esa nimia pero bella rama, es la que nos reúne con la tierra y es ahí mi querido Leopoldo la mejor forma de poder volar. Referido a lo que me contaba claro.
Leopoldo se había dejado ir nuevamente en la plática, si, “ir hacía la vida” como los magonistas le decían, pero ahora necesitaba urgentemente un “a dónde ir”, su continuo biológico era algo imparable, lo existencial de su día se fraguaba a partir de un lugar inexacto y preciso de hacia dónde ir. Civilizaciones enteras escribiendo un plan, divino, científico o materialista para marchar hacía allá. Una cosmovisión entera acariciando la idea clara y precisa de un “a dónde ir”, pero era meramente injusto que el cuerpo social determinara por Leopoldo hacia dónde ir justamente ese día, y no por ser un “día”, sino porque lo sabía, él más que nadie lo sabía, que las oportunidades son el meollo del qué hacer pragmático en la vida, claro, después de la libertad.
Por lo mientras estaba sentado ahí con un tiempo cronos imparable, pero si con un tiempo Jazz, no le parecía dolorosa la idea de esconder su raíz básica, él había lidiado con eso desde siempre, cambiando de canción, de tono, de película, de escenario mental y geográfico. De repente las palabras, siempre las palabras, sonidos locales de las ramas interiores produciendo modulaciones a través de un órgano mediador, gesticulando y rellenando vacíos de realidad. Era más simple que eso, pero estaban ahí, acomodándose en cada escenario, en cada estación, como unas piernas infalibles en el recuerdo de algún amor extraviado. Acompañamiento sordo de lingüística son las personas, las putas de las palabras: los cuerpos, sí, eso era hoy Leopoldo: una puta más pero ni si quiera de sus propias palabras, estaba escuchando las palabras de otro, qué irremediable situación, patética viéndola desde una abstracción, a si era ello: una abstracción, donde en cualquier momento podría regresar, embutirse nuevamente de tecnicismos, de conceptos, de diálogos infértiles o productivos, sólo bastaba con regresar, ¿por qué regresamos?, necesitamos material, notas nuevas, colores nunca antes vistos, regresamos de la abstracción para sacarle material a la realidad para poder crearnos. Sin embargo, hay ocasiones que caemos en la más tremenda adicción, la entrega total de la subjetividad a lo real. Al aleteo perdido que es tiempo y devenir, ese aleteo que no posee dirección ni un a dónde ir, sino toda una multiplicidad de objetivos, de finalidades que se pierden todas en una sola cascada de confusión, deseo, esperanza, dolor y amor. Ahora Leo recordaba porque no tenía un a dónde ir, nadie lo poseía claramente.
– ¿Qué hiciste con tus ramas Timo? –pregunta Leopoldo, después de superar la meditación.
– ¡Oh, regresas! Regresas como si no estuviese explicando todo eso ya. Hice lo mismo que todos; cambiarlas de lugar para que no crecieran y así no se las llevara la del fierro viejo.
IV
Submarino
“Recuerdo cuando estuve en un submarino. Lo recuerdo en perfección, porque nunca estuve ahí. Los sonidos, el agua cristalina al recorrer el metal cansado del peso, son brasas el agua, se puede revelar en cualquier instante y quebrantar el espacio. Una bella paradoja. Un vacío hecho por el submarino dentro de un vacío más grande: el mar, sin fronteras, bello… sin fronteras”
-La raíz más interna de Gabriela ha proferido y comenzado el siguiente diálogo, y yo contestaba, contestaba como podía: “¿Dónde te habías escondido?” – recordaba y hablaba Leopoldo, solitario en la calle Regina.
“Jamás me había puesto a pensar que el estar y ser dentro de un submarino te produjese tantas cosquillas al recordar. Yo creo que se fueron volando esos recuerdos, el del fierro viejo vino y se los llevó, no creo que todos tengamos que dejarlos ahí para que llegue y se los lleve. Esta vez, si ya me acorde…Bizancio, ahí estabas, como todos los polizontes que han perdido el tren de lo armónico, ahora cambio de voces como de naciones, ahora el ser pirata que tanto amábamos nos apretuja exigiéndonos salir de las calles ultramarinas. Viajar en lluvia, siempre lo hacías, no ya no lo recuerdas, hace ya que tus pasaportes azules fueron confiscados. ¿Dime en verdad cuando te vas a ningún lugar os agrada en serio? Ya, mejor venid, acuéstate, empújate, reposa sobre mi individualidad, voy a guardarte en mi memoria, buscaremos los discos perdidos por la madrugada, ahí cuando tu madre vuelva ya estaremos congelados de nuevo por Ensueño. Fuimos nosotros las poetizas quienes nombramos a las flores y después de eso se nos olvidó para siempre, ahora nos quedan estas utopías nocturnas, ven te beso, el incansable murmullo que de nuestras manos titubeando resurgen en mi caída y la tuya, ¡qué cómodas se ven las ventanas empañadas! ¿no? Las noches se avientan contra ellas, no las culpo, ¿ya te aburriste?, ¿volverás a Traición? Nunca creímos lo que nos contaron hasta que el camaleón morado apareció en la mano de Eli, que protestaba con orgullo y pudor: todo lo que nos han contado si existe. No, tampoco estabas ahí, estabas componiendo vestidos, lunas, revolución, alguna guerrilla en tus piernas, por ahí entre tus muslos se mondaron de risa los súbditos. Ahora ya te acuestas, eres esa magia que se repite porque no sabe hacer otro truco, para ser precisa, te iras de nuevo, como en siempre, vale, hasta siempre… mí siempre.”
En la memoria de Leopoldo ahora Gabriela duerme, muere, es decir: sueña.
V
Demon
¡Cómo anochece!, la noche es el escenario que nos vuelve más francos. Justo en ese ahí, descienden de la modernidad Leopoldo y su predilecto orador nocturno, y sencillamente re-empiezan a platicar, Timo recomienza:
-No somos ni hombres ni dioses, oscilamos continuamente entre el ser y el no ser. Somos ese demon que se columpia en la realidad, oprimiendo el pecho, siempre al borde de explotar porque todo el universo está a punto de estallar por dentro de nosotros. Hemos de seguir soñándolo puesto que de tanto hacerlo cobrarán sentido las espinas de la contradicción, siempre exigiéndonos movernos de un lado a otro de lo que sabemos y creemos saber, de lo que somos y podemos ser, aquí lo onírico es nuestro ser que sufre una metamorfosis hacía lo real, a través de la indomable capacidad de sentir. Sólo eso nos hace y hará despertar, eso que llaman cruelmente sentirse vivo. La batalla que se libra hoy en las sociedades acopladas y condicionadas por la modernidad, es la irrelevante aceptación por parte de su conjunto hacía ese reducido grupo de individualidades, que han decidido quebrantar lo real y lo han poetizado en su totalidad, arrodillando el mundo sólo para sí mismos. Pues es el precio de nuestro nihilismo que habremos de pagar: el rechazo (o creyendo que la rechazamos) de toda exigencia del afuera, siempre partiendo desde la subjetividad, del adentro hacía el fuera. Para poder transformar hemos de someter a través de nuestra ínfima porción de corporeidad en libertad.
Timo se parecía cada vez más a sus demonios internos, era la magnanimidad de sus irrelevantes huesos lo que ahora hablaban por él, era eso precisamente lo que “deseaba quebrantar” ya que la experimentación, el estudio de lo otro era lo que constituía su ser científico, Timo hacía ciencia de sí mismo, pobre idiota, ellos sí que lo eran: los locos que se toman en serio su locura, pero el diálogo debe proseguir.
– ¿El cuerpo? – acude Leopoldo a la pregunta.
-No Leopoldo, el todo subjetivo, todas tus raíces, hasta ramas; poder imaginativo, cognoscitivo y espiritual.
– ¿Cómo llegar a tal grado de unidad, señor?
-Oh Leopoldo, como te lo dije desde un principio, la obra debe ser todo lo que le sigue al presente. Encontraré la creación, la encontraré creándome primero la conciencia de mi posición ante el cosmos, posteriormente asumida esta consideración le otorgare un valor: el del hombre partícipe en ese proceso imparable de movimiento, “concediendo-me” a través de una realidad empírica; la capacidad irrevocable de transformación en dicho movimiento. Como me he colocado “yo” en el cosmos es como defino el lienzo donde he de embarrar mi existir, al obrar con plena conciencia de esta definición es como someto dulcemente al cosmos, poetizándolo y volviéndolo plenamente “mío” y aquí es donde entra el juego, el tango de la existencia con la realidad: los porcentajes. Hemos de hacer creer al otro que él está en nuestro juego, con nuestras reglas, es decir en nuestra ilusión. Creando nuestros personajes, nuestras fotografías mentales, desenlaces y clímax, hasta banda sonora, si Leo, el cine más bello es el de nuestro continuo vivir. Y lo hemos de crear, porque será nuestro bálsamo ante la verdad del siempre fenecimiento del todo subjetivo, en esta porción y momento de la realidad, de la cual nos ha tocado estar y ser. Ah, y por otra razón, pero esta segunda razón es aprendida sólo por unos cuantos y pocos, quienes se atreven llevarla hasta el límite. Y es la de sanar, sanar a quien lo necesite, porque sólo dos máximas razones y responsabilidades innatas posee el ser; la de contribuirse a sí mismo y contribuir a sus hermandades.
-Fatídica verdad.
-Bello Leopoldo, hasta su arte escondido en el rincón de su casa ha de contribuir, porque he de asegurarme que exista un ente que pueda sentirse a través de esos cuadros, poemas o sinfonías. Inclusive con su proceder mismo, usted mismo se ha vuelto el médium, usted es la contribución en sí, y vaya que es un bálsamo hermoso, que inevitablemente podrá obstruir el que nosotros sintamos a través de usted. ¡Si, tanto usted como yo, así como el sujeto de la gabardina azul, somos la obra más excelsa, más fiel, más desinteresada! Es así como debemos percibirnos, concebirnos y conceptualizarnos; como productos en suma valiosos de nuestro todo subjetivo. Si obramos de tal modo nos podremos deleitar con cada ser que yace en el cosmos. Siendo todos partes del mismo lienzo habremos de ser un color digno para contribuir a la obra.
VI
Espejo
-Figuremos ya, que te encuentras rendida y postrada hasta la esquina de un principio, si porque ahí estabas, oh vamos, ahora me vas a decir que no, ¡no muevas así los ojos, me asustas! – Leo carece de fantasía, le habla a su espejo quebrado perfecto, a Ella le habla-. Vale, te sientas y te acomodas y piensas, vaya que vas a estar, ¡sí! Eso es lo que duele: el “vas”, porque responde a una incerteza, es decir que “voy” indica una orden de voluntad para posicionarse en el primer ir, en el apenas ir, es decir al “puede”, pero hasta que no llegues no estás. Claro, vas a estarlo, pero es incierto, le otorgo la duda, ¡venga, qué regalo! Ya, cállate y avanza, avanza, por favor hacedlo. Diálogo; me creo sólo, necesito hacerla presente, invocarla. En muchas ocasiones sencillamente son cartas, en otras también sencillamente son declaraciones de guerra hacia el alma de Ella. Y así prosigo: ¿Has visto eso cuando sonríes, si ahí, detrás de todo el cuerpo, sabes qué hay? Son decenas de momentos que explotan en ejércitos verdes, porque tu estuviste ahí, desarrollando, explotando cada dulce rocío. Ven… así adormilados, en ensueños de tempestades dadas por el silencio aparente. En la esquina del tranvía que hemos nombrado como momento; suena el gramófono acariciando Ensueño, somos la respuesta a la esperanza y entregar poesía. Nos balanceamos, creemos aún en la curación, creo aún puedes ser, en tomar tu brazo y decir: “bailemos, o mejor aún… improvisemos sobre esta vida dada por el tranvía.”
VII
Jazz
-Ciertamente si se pudiesen inaugurar realidades-Timo vocifera sus verdades en el lugar-, acordes a nuestros estados de ánimo, yo creería vehementemente que el estado de ánimo en la mayoría de mi existir sería; el Jazz. ¿Qué inaugura a que, él a mi o yo a él? Creo en una alianza Leopoldo, entre ambos motores de impulso y sonido. Heme aquí en el claro oscuro de la desventura aparente. Lo que ocurre es que la oscuridad desnuda nace a cada instante con su indecible aleteo, nosotros habremos de ser parte de ese bello cerrar de ojos perpetuo y adueñarse aparentemente de ella, cuando en realidad hemos de ser sometidos por esta inefable valentía de la noche, que debido a su amorfidad nos ha de excitar hasta el límite. Porque creemos que pertenecemos, y no, la verdad es que nunca podremos pasar desapercibidos en las lagunas oscuras del deseo, descontrol, melancolía, ah y claro; la ontología de lo oscuro es indiscutiblemente regida, moldeada, saboreada por el bello y anárquico aleteo de un Jazz, siempre siendo su amante más correcto y por supuesto fino. Porque la única forma de adentrarse tanto en el saber del palacio acomodado por el cuerpo y alma es encontrando las llaves, si las encontramos, hallaremos consigo lo que subyace detrás de las puertas de las apariencias, ¡déjame estar aquí, déjame estirarme a mi gusto dentro de la interioridad!
Era Timo libre, había teorizado tanto la libertad que… se olvidó de vivirla. La extensión de la noche es el escondite velado por los malditos bares de Jazz, sus presencias acaban de ingresar al teatro donde las velas humedecen el lar, en el cual dictan sus discursos, alegatos y afrentas. Timo empieza su manifiesto de existencia:
– ¡Yo mismo seré mi coyote entre los Obeliscos y voladeros del desierto placentero! La mundanidad se torna obsoleta, cuando encontramos que el riego implacable a nuestro desierto de placer es brindado; por aquello que una vez nos secó. ¡Dejadme reivindicar existencialmente cómo debe ser, y resistir aquí donde lo inestable es el azulejo donde nos embarramos a diario! Podremos aparentar nuestra solidez sólo y sólo sí; los ruidos de la fragilidad se vuelven nuestra más bella sinfonía. ¿Quién forja las entradas a lo eterno, los sentidos mezclados con la pretensión de asegurar el éxito existencial, o precisamente el caos, el más bello desorden dentro de esta armonía de contradicciones prestablecidas? Creo que justamente tendríamos que apostar por la improvisación, toda reticente a lo normal y abrid paso para los embriagantes sonidos del sueño que nunca protestó por un único dueño, apostad por el amor entregado sin remedio y sin deseo de contestación, abrid el paso a los que hacen por hacer y reciben como pago el simple ruido de la incertidumbre, del vacío de respuestas. Movilizarnos a través de la noche, como negación auto-aceptada nos permite desvanecer lo que vamos siendo, para permitirle al que entra a nosotros la confusión e improvisación de las que somos creadores. Porque cuando salgamos del magnánimo aquí no quedarán más que nuestros infructuosos intentos por hacer, pero caerán en la inamovible razón que nuestro “infructuoso intento” fue, es y será el hacer que el orden no pudo crear y que sólo la improvisación pudo delegarnos. A sí que sentaos y apreciad al muchacho elocuente que se atrevió a entrar al equívoco, al sin cerrojo y devolvió las ataduras sólo para amarrarse con otras más libres, si, sujeciones que liberan he dicho. Ahora que estamos aquí podríamos recibir nuestro pago; el derecho a perder las llaves de un extenso manojo forjado sólo por los comensales nocturnos, taciturnos y trágicos que se atrevieron a sellar heridas siempre abiertas en sus micro-cosmos y realidades enfermas por una…otredad. ¿Quién abre y quién cierra? Pues solamente los sin-sentido, los negados, los des-humanizados por el otro, consiguen verse en lo puro de colores a través del claro oscuro, porque ahí oscilan los apátridas, los que inauguran y derrumban naciones ya que su interior nació subyugado por el otro del allá. No conciben que su entrada al ser comunitario es una simple apariencia. Son sus individualidades quebradas las sonrisas que nunca envejecen y le enseñan al hombre moderno, que los rastros dejados por los valientes desvalidos hijos del naufragio existencial históricamente justificado, remiten su ontos a la tristeza más profunda y engendran en la melancolía otorgada por su “yo” eternamente disociado del orden comunal; la permisión de hacer sentir al hombre esa parte taciturna, ese dolor que hace voltear a ver hasta al más simplista de los hombres ciego por las catástrofes del sueño y lo real, los hacen voltear porque éstos siempre pero siempre, antes de su “antes” estuvieron improvisando y fue por el Jazz que logré comprender su máxima más elegante hacia los otros; la conjunción unívoca de un desorden, de una improvisación recabada, no cobrando sentido sino hasta su mera culminación, el infructuoso intento se vuelve un hacer generado del ajustamiento de individualidades quebradas, para juntos crear belleza, revolución y un nuevo mundo dentro de sus mundos.
Timo ordena más alcohol y se dispone a seguir hablando, Leopoldo aguarda en silencio.
-Y así, locos y desabridos nos vamos soltando, la oscuridad nos la vamos apropiando porque siempre pertenecimos ahí, el sin lugar es nuestro lugar, el desabrido sonido de la improvisación se transforma en nuestro idioma predilecto. Aflorar los sentidos sólo a través del sentir, ¿Nos entenderán? No lo creo, sólo espero no ser lo que ellos piensan que somos.
Los músicos del lugar empiezan a un clímax en la composición, lo espontaneo y la improvisación en su música se vuelve soporte de manifiesto musical.
Nada resiste al paso del bello tiempo sin comienzo ni final-Timo más eufórico continua-: Como si todos los edificios que se deconstruyen aquí tendrían sentido en el sin-sentido, donde no hay arriba ni abajo, donde lo onírico se vuelve el aquí. El más nuestro (humildemente), porque si eres humilde tal vez así puedas en mínima instancia sentirnos. “No me razones, resiste a eso”, así exclama el verdadero sonido del oyente puro; el que hace arte con el arte que recibe desinteresadamente, sin atavíos de grandeza, solo sonriendo esperando el próximo devenir. Déjanos llegar hasta ese punto magnánimo de simpleza compleja y del imaginario que no cabe en la realidad, por favor no nos entiendas ¡Siéntenos!
La pieza termina Timo también.
VIII
Vida
“¿Cuándo interpretas mis sueños son colores pastel o meras acuarelas de paso a pasito? ¿Qué dibujas ahora, déjame verlo, es un vuelo, un plural, un nosotros? Ya, ya sé, un nuevo color. Oh pequeño, ven acá déjame enseñarte, creo que mis labios pueden ser perfectos para tu lienzo. Ya no sé qué voz usar, ¿qué personaje eres ahora, uno de esos que acaban con la sonrisa interpuesta, entre que miran de lejos como se va el tren con la amada, o los que se alistan a la guerrilla sudamericana? Ya sé, te asusta escribir y que yo no te lea, claro para estar solos se necesita de dos. Tranquilo, ahora volaremos en otros canales, bajo otros ríos rotos, el miedo será sustituido por la inconsciencia de sí. Ahora depende sólo de nosotros, en verdad lo siento, lo siento por sentirte de puentes tan lejanos y caminatas moribundas, ya no sé confundirme, me asusta que me creas, que no te regocijes de ánimo. ¡Eso es! Levántate, sigue agitándote por la habitación, el pañuelo amarillo mójalo con el movimiento, no seas egoísta y enamórate, ¡que las palabras desaparecen, que nos escribieron con agua, que besamos lo eterno cuando nos abrazamos! Ven, hace más frio ahora, ya mi calle se ha acostumbrado a estar clausurada, no quedan más Mónacos o Madrids donde huir, son colores quebrados los que me dejas…Ahora sí, ahora recrea y figúrate que todo es posible, mi cabello bailarín que sea tu alfombra mágica, no, no dejes de escribir, nunca, ah vas a ver, como me dejas aquí parada, ja, ahora resulta que no había fresas en el tianguis de los lunes.”
Gabriela canta, canta con sus manos, verbos y mentiras ancladas a la realidad aparente.
Pensamiento de Leopoldo:
“Cuando ella poseía el verbo en sus roces creía que podía componer tanto, como las gotas pluviales colorean este mundo.”
Recuerdo de Leopoldo:
“Ya que los insomnios están hechos de los suspiros desprendidos durante el día.”
-Te caíste de nuevo, fallas de nuevo y te recibo como un campeón- Ella.
-Me encanta eso. Las respuestas que no son, manecillas de un reloj inexistente, el atrevimiento de las fauces. ¡Exacto! Como cuando abres tu hocico- Él.
– ¡Oye! – Ella.
-Sí, ahora sigues siendo un gato, o el gato eres vos, haces ese jodido gesto, ese jodido gesto, estoy jodidamente enamorado de ti, recurro a mi creencia que se fundamenta en arte, arte vos, vos. Ya no quiero inaugurar arquitecturas de recuerdo y que sólo uno dentro del salón me entienda cuando lo exponga, ya no quiero que los árboles me contesten, ni siquiera que el viento me cante, no ya no, porque todo eso lo amo, lo adoro frenéticamente, pero resulta que así sin buscarlo puede que se vuelva en otra pintura, ya no quiero ver…- Él.
-Mira, mira crecer los arboles de cerezo, ¿no te encanta? Oh, si tan sólo pudiera ser uno de ellos, qué envidia, ya me resulta claro, ni mañana ni hoy, todo es un vuelo de pétalo… despegada por entero, la fantasía de parar en el aire; un vuelo incesante, abrázame, aquí hace más frio. Si, ya me has superado, ya no pintas en azul, mírate, ahora hecho de tantos colores, qué irreverente idiota, mi madre se ha venido a quejar, seguro ya te ha echado, ¡oh vaya que te acuerdas!, de cómo fuiste por mi hasta aquí, ¿descendiste o subiste? ¿Dónde nació la poesía, en una lagrima o en la sonrisa? Mi pequeño globo, ya no me haces daño, ya no te hago daño, ahora somos más que pétalos de árboles de durazno- Ella.
– ¿Crees que nos puedan ver una vez más? – Él.
– ¿Quiénes? -. Ella.
– Pues los magos boba, ¿quién más que ellos prometiéndonos? ¿A dónde iremos sin los globos? – Él.
-Tendremos que conseguir otros tantos…magos y globos, ven toma esta, te puede ayudar- Ella.
-Esa es tu mano de nuevo- Él.
-Por eso bobo, es el mejor mago y globo. Ahora dime ¿confías en mí? – Ella.
-No, ya no-Él.
-Amor es a confianza-. Ella
-Amor es a vida- Él y Ella.
IX
Suspiro
-Para continuar con la velada era necesario reacomodar al hombre en su justa dimensión, ¿no es así? nunca sobrestimarlo, sé que sería loable reedificarlo como capacidad en potencia de creación-Timo plantea las palabras, son semillas de aire.
Leopoldo y su amado maestro habían salido del CincoJazzClub, topándose con el lienzo nocturno, carecían de armonía con su entorno, se encontraban en un extraño estado dionisiaco, lo salvaje se limitaba a recibir de ellos sólo una buena charla, no quería desbarajustes totales. De frente a la catedral. Timo se cree su propio Dios, pero yace herido.
– ¿Cuál es esa dimensión, señor? – le otorga la pregunta Leopoldo.
-Cuando uno logra identificar los hilos puede aventajarse, no es justo, pero lo hacemos, escogemos nuestros hilos para columpiarnos mejor, ja, ¡mira! Ahí está.
Timo señala con reverencia a un pequeño niño que transita las avenidas vacías, secas de gente y dictamina que es suya la calle 20 de noviembre, ésta se arrodilla sólo para él cuando pasa saludando los postes de luz.
– ¿Por qué ha de saludarlos, señor? Sujeta sus alegrías en cada manoteo frenético.
-Es un atarantado más, Leopoldo. Se ha enamorado de ellos, pasa para recordárselos. No es que haya querido que fuera así sin embargo su dualidad se ha visto arrancada permanentemente; optando por amar a un simbólico poste de luz, desea amar, eso es algo no falible. Pudiera volver a nacer si se lo propusiera, necesita suspirar muy fuerte, cambiar de hilo, sólo aparentemente porque es adecuarse a la pútrida y recelosa armonía. En este instante no somos ahí, estamos en el acá, por eso pudimos ver al niño.
– ¿Ha mencionado suspirar?
Para este instante Timo yace más herido por la ventajosa porción de realidad que ha tomado, por supuesto, entre más conquista más necesita suspirar, su polvo soberbio que contrae en los pulmones lo va enfermando:
-Entre más carezco de armonía puedo distinguir los hilos, irónicamente el regreso vuelve a ser un preámbulo para la elección de otro hilo, jamás permaneces quieto, eso por su naturaleza de investigador, de científico, de maldito poeta. Cuando el hombre descubrió lo que podía lograr con la palabra, ¡Imagínate, Leopoldo! Cuánto se excitó cuando conoció a escritura, hay que aprehender al humano en sus justas dimensiones, en su más ingenua excitación al ver que se vuelve un interventor de la realidad al momento de escribir, sus letras son nubes, algodones trémulos que carecen de sonido y amplitud hasta que alguien con su lectura viene a reanimar. Sólo los que sienten antes de escribir pueden generar castillos, ¡nunca puentes!, siempre castillos donde se albergan revoluciones, meditaciones, cuentos en pleno celo que se debaten para intervenir, el lector se atraganta y escupe esas nubes en movimientos, cines, reverencias al presidente, irreverencias al presidente, ¡Qué vivan los escritores como creadores de realidades longevas! Hemos de ser muy peligrosos, pero nunca temidos, siempre solicitados sobre la hierba de lo mundano, el cielo parece un pedazo inmóvil de innovación perpetua cuando se trata de inspiración para el que escribe para curar…
-Señor, está transpirando en demasía- responde Leopoldo con límpida preocupación.
-Por supuesto, las ideas son ínfimas pero sustanciosas masturbaciones para el alma.
Leopoldo se encamina hacia el hogar, Timo lo acompaña sobre la espalda, ha perdido su conciencia.
-Claro- susurraba Leo -, había que visualizar al hombre como lo que es; la síntesis de todos sus suspiros anteriores.
X
Ahí
-Recuerdo cada uno de ellos, no te apures, también los fonemas pronunciados, las torres eiffeles, los abismos y azulejos de corazón anárquico, recuerdo que te convertí en un libro así de la jodida nada, la trascendiste en un pestañeo y ahora estamos recién inaugurados, recién paridos por Acontecer, todas mis hojas, mis horas azules-profería Gabriela.
-Ya no sé dónde colocarte-respondía Leopoldo en el rencuentro ante ella, platican sentados en una banca sobre la alameda.
-Recuerdo poniéndote huaraches antes de la revuelta, como si todos los años tierra se abrazaran con tus muslos, segregando mercados cuando caminabas, sembrando y cosechando, manoseando la tierra para que saliera el dulce aroma; revolución, pero.
-Si ya me aprovechaste como fundición de extra sensaciones, si ya me has recogido con todas tus cavilaciones y otoños perfumados, pues venid, venid a crear conspiraciones contra mi sexo. ¡Oh soy tan feliz, amo amarte, amo que recibas calles de mis recuerdos, amo tus sensaciones extra temporales, tengo que seguir escribiéndote, hacer nacerte el universo, escribir, escribirte mucho! Recrearte porque eras antología de febrero o la de invierno consecuente con las miradas de papalotes haciéndose el amor entre nubes, ya no van, simplemente ya no van, me rio por supuesto, porque tus brillos son pasillos, eres toda una escuela en movimiento, una clase de teoría de los rascacielos. Creando modelos, rompiendo creaciones, demoliendo estructuras de algodón quemado, tú mi cabellera armoniosa con el sol, vos eres mi escuela andante, dulce cosquilleo, magnífico dulzor que tus manos sueñan con dibujar. Se necesitan nuevos cometas donde postrarnos, mares de atiborraciones en sentires, maleza despeinada de horizontes abrazándose, nuevas lunas que se resbalen por las despensas y den de propinas un nuevo aleteo; fugaz, dominante, nada desdeñoso, verso, que desdobla, beso, alianza que calla la nueva gruta del latido, alza, brasa, madera roja que tus labios purpurean, me alejo de mis habitaciones, me duele morir cuando no hablas, cuando no hablas. Retomar los impulsos primigenios, los que nos decían cálidamente; entusiásmate, posee a los dioses dentro, sólo por un instante y rebélate, anda y rebélate. No lo olvides; el peor exilio es el que se recibe cuando uno mismo se ha traicionado, es lidiar y afrontarte en cualquier plano, en cualquier patria, en cualquier beso: corona de flores que no se pudre y luce marchita, triste como calles, simples calles, así; sin revueltas, sin amantes tomados del brazo o gorriones con boinas proletarias, exquisita desnudez la de recibirse cuán es; exiliado en su propio argumento, cabizbajo por haberle roto las venas al rostro más oscuro, su perdida es la creencia del poder volver a sí. Distamos de eso, los verdaderos distamos de ese ahí.
XI
Posibilidad
El recuerdo es fragmentación por excelencia, Leopoldo lo sabía, pero, así como el aprender palabras era aprender a enamorarse, máximas que en su teoría para la continuidad de su ser terrenal las necesitaba para moverse, se fragmentaba ahora; primero para seguir cargando a Timo hasta su lúgubre madriguera y segundo recordaba a su padre:
“¿Estamos por estar o vamos regalando significado a los fenómenos? Se feliz, alégrate en esos pequeños detalles diamantados de porcelana y tímida brillantes que son las sonrisas.
Enamórate de una posición existencialista de la que ha de otorgarle mayor gozo de sensaciones, atrévase a ser y re-ser. Confeccionar la realidad para crear nuestras propias prendas de imaginación, a sí usándolas salimos ante los ojos de un cielo ávido de sencillez, de esmerada y verdadera humildad, porque los creadores son dadores de su alma, reencarnan un pedazo de ellos en las producciones, nos vamos fragmentando, lo que hacemos aquí es irnos dejando, es por ello que nuestra magnánima obra de arte es nosotros mismos, albergándonos en la lejanía y cercanía de aquellos que gozaron con, en y nosotros, así como nosotros de ellos, el trueque más sublime es irnos dejando para ir recibiendo. Ve pequeño Leo y embaraza a las imposibilidades de posibilidad”.
XII
Recomienzo
Si, si me acuerdo del diálogo que me hacía ver las heridas y no la sangre.
– ¿Entonces suspiramos para re empezar? –decía Leo con quietud en todo su tormento.
-No, no hace falta, tan sólo ve, tú allá y yo…yo me quedo aquí-contestaba Gabriela, enojada, liviana, contradictoria, Ella en sí.
-Te cielo-rezaba Leopoldo.
-Entonces me quedo-Ella abre los ojos y algo más.
XIII
Vigilia
Y era ahí cuando Timo se recobraba de las partes más inhóspitas de su ser, cuando agarraba la gallardía indicada para revalorar los sonidos de lo fortuito. Era aquel amanecer toda la vida y así postrado al balcón con la espalda semidesnuda, enseñaba aún las siluetas marcadas por el bello devenir del cosmos por su cuerpo. Porque al parecer el recobrar un sentido para salir y destituir sus personajes diarios por sus cientos de individualidades, hacía que recorriera sus adentros cuestionando la existencia de cada una de las puertas. Ahora el sonido del salón aumentaba como quien lleva dos telarañas en los oídos, la lluvia fragmentaba la continua música. Si, ya se había reconocido, era el sueño; el maestro presentador de sus añoranzas más oscuras, ahora su ser diurno se hacía cada vez más pequeño.
XIV
Ser mentira
-Hoy mi día tiene su color, no se lo comentéis. Saldré a abrazar al viento (intento), que sus despeinados acaricien mi garganta, extenderé los brazos como si tocara las raíces del cosmos puesto que somos arboles de cabeza (acierto). Si lo requiere buscaré divisiones, subdivisiones del color dado, ya que somos seres ascéticos sin saberlo en una totalidad, creemos que; si la verdad es movimiento y nosotros deseamos permanecer, sabemos de antemano que somos mentira, y no, en absoluto nos deprime, la “ilusión colorida”, de ser reales en sueño nos permite estar la distancia suficiente del uno al otro sin creernos y decepcionarnos, sola está ahí aparentando ser verdad. A mí me excita su ser mentira- resume Leopoldo, en un fraseo de caminata por la madrugada, y recrea:
-Ella se va.
Recibo un canasto lleno de margaritas.
Ella se va.
Desatiento lo entendible, navego por puentes, por columnas de humanidad errante,
Ella se va (otra vez).
Y Leopoldo escucha un nuevo sonido; melancolía, empieza a escribir como perro mal herido, empieza a escribir y no deja de escribir(le).
XV
Movimiento
-Esto es simplemente momentáneo-Comenzaba Timo a embriagar el aura con su oratoria-. El rato que pasemos desvelándonos sobre y en nuestros cuerpos será de sumo provecho para aquellos que no pueden reposar en y durante; su rato matinal y vespertino. Se nos ha olvidado el sentido primigenio de la obra de arte: la momentaneidad que se expande hacía el infinito, el anclaje de lo etéreo en el lienzo de lo eterno, hemos estado enfermando por un despojamiento de nuestras virtudes, porque apostamos por lo eterno antes de ser momentáneos. Aquí estamos nuevamente retando a la eternidad, con esos sonetos mal pagados, con los solos improvisados de salón vacío, el arte escondido del niño que juega a ser artista y de paso se vuelve artista. Para entender el sentido resolutivo de la obra de arte es necesario querer morir, conocer la muerte en vida. La fugacidad del placer que sólo se resume en pequeñas duraciones de creación, no muchos se aventuran, ¿os lo harías? ¿Te reconocerías en esos momentos? Porque serías otro, por excelencia serías otro, no podrías si quiera regresar a concebirte como lo que eras antes de crear, moriste, dejaste un momento para que insuflara el ideal de lo eterno. Para vivir muchas vidas era necesario morir muchas veces. Repudio a aquellos que sólo han vivido una vida. No es una visualización o interpretación trágica del continuo biológico, es más bien un acercamiento a lo fatídico que requiere la creación, hay que entender este momento como transición; un regreso a lo mismo siendo diferente. El alma del artista es un alma vieja curtida por la experiencia que él mismo ha tratado de prolongar, busca su momentaneidad que se vuelva eterna, no se puede, sólo acudiendo a sus instintos más nobles como el querer sacar toda una primavera del aleteo de un colibrí, o acariciar al cosmos es su lado más sensible, cuando ve la hora azul reposando sobre su pupila, entender la belleza del todo en el detalle, sentirlo a través de éste y poderlo expandir dentro de mí, de ti, de ellos, de nosotros. Para recibir de él solo un lánguido beso que nos deja siempre con ansias de más- Timo ha despertado, una vez más-. Recuerdo antaño cuando el placer de escribir nos usaba, nos lamía los aguijoneados huecos del existir y así con su noble arte nos iba curando. Crear para ser y no ser para crear-recitaba Timo a viva voz-. Voy creyendo en mi cuerpo como arquitectura perfecta y zagas para que el sentir profiera sus pasos. Si Leopoldo, míranos aquí, parados en lo súbito de este majestuoso edificio, ¿qué no fue lo concreto, lo estático y contenido de sangre por lo que han apostado? Claro, un edificio dura más que un color en nosotros fecundado por el poema, han apostado por el rascacielos, como prueba innegable de una codicia meta-física, más allá de sus vidas perecederas, la cultura del concreto ha cobijado sus contribuciones comunitarias, las sinfonías de los cascos viejos, antaño dadores; los malditos creadores ya no cobran lo mismo, ahora las entradas gratis atiborran los espíritus aún ingenuos, salvadores del sentir por el sentir. Porque si sentimos es porque hemos sido el campo de batalla de lo leve y lo pesado, nos atraviesa y carcome lo infinito, como el fugaz acordeón en los dedos de Tiersen y lo finito eso que espera dormitar de nuevo por la soberbia humana.
-Aún es posible recuperarnos señor y si nos permite la dualidad sensible, aclararemos, nos iremos desprendiendo y dejando aquí. ¿Cuánto tiempo hemos de estar aquí murmullo del mundo? -contesta Leo.
Y suena el primer estruendo, las valerosas aves suenan en una huida campante, recorren la vista de Timo y Leo.
-Vamos Leo, ahora se acuestan los hombres, la sapiencia y su razón les ha negado el degustar de un horizonte como el nuestro.
– Bajemos de este bello posicionamiento y planeemos aterrizar en alguna estirpe de noble linaje, y no en el sentido monárquico o plebeyo; la lealtad no ha querido salir a estas eras, a mi parecer los roces a los que se encomia, son los de la decepción y la desesperanza, vaya que sí, poseemos el peor de los males para la modernidad: la esperanza. Habremos de disipar nuestra memoria en otros oyentes-cierra Leopoldo, y descienden del balcón.
-Si paseamos por los recuerdos es por mera inercia y necesidad mental, uno recibe de éstos su genuino color y sabor o sin sabor a posteriori, cuando el alma ya ha recogido las flores del jarrón del momento-Timo explicaba detalladamente el movimiento, porque el movimiento incita a la creación-, por supuesto era un imparable ir y venir de consecuciones dadas por la experiencia recabada, esa era la única inevitabilidad, el movimiento generado por la apreciación de la experiencia que a su vez estaba constituida por experiencia misma, cuando pensamos sobre el pensar estamos cayendo en la inevitabilidad, de nuevo, de la experiencia dada por el poder de la elección, es decir transitar en allá o aquí es meramente subjetivo y recae en la finalidad que se le ha otorgado a la voluntad, al cuerpo y al amor. En ese sentido la espera es una ilusión, una inexistente creación dada por el pensar, el recorrer las avenidas tumultuosas del sentir es una decisión que no necesita teorizarse profundamente, la práctica constituirá la teoría posteriormente, por eso aventurarnos a salir a ser heridos es imprescindible, recomendando inaugurar nuevas arquitecturas de recuerdo. Contestarle al viento cuando éste le hable, saludar a los vagos que a su vez hablan la misma locura que usted, salga a ser herido, salga a desaprender y des-aprehender, porque se hace menester la nueva solidaridad intrínseca, entre lo que se quebró y lo que es por estar roto. Nuestras heridas hablan mediante la experiencia, no tenga miedo de morir, que para vivir muchas vidas se necesitan muchas muertes…
-Sólo eso, esperar percibir en lo que terminaremos haciendo-siendo: un bosque; todo un ramaje de relaciones; un entramado de convulsiones, ya no podemos seguir apostando por los mismos ayeres, para seguir; es necesario que nos miremos el uno al otro y nos gritemos calladamente: aún me estremece que usted exista, pues claro porque ¿qué eran las personas sino vientos corpóreos que estremecen todo nuestro bosque espiritual? Iremos reordenando nuestros matices, disfrutando de los callados y trémulos aconteceres que nos constituyen, ver dentro de mí mismo es ver el todo.
-Ve, ya lo tiene, el movimiento incita a la creación, gracias por aparecerse en mi realidad esta madrugada.
-No es nada maestro, bueno es todo señor, es todo.
XVI
Acto
En otra parte, en otro movimiento de la sinfonía, vamos al hacer por gratuito movimiento, en la montaña que se traga la luz citadina.
– ¡Cómo se ve la luz! Sí; la luz es un acto genuinamente poético. Te buscaré por todas las partes que no estés: en los grititos de los vendedores de bolsa en Tokio, en las neblinas de la ciudad de México o el neo-Funk de Detroit- exclamaba Leopoldo a Ella.
– ¡Oh vamos!, si no pudiste regresar cuando tenías que hacerlo-contesta Ella.
-Nunca me lo pediste directamente-con lagunas de tristeza en la voz Leopoldo decía.
-Sabias que no era necesario, que me interpretabas mejor que nadie, acudes a mí por mera inercia, por necesidad de artista, que recurre a sus recuerdos para inspiración, llegad a emprender el viaje, acarrear las tristezas para mostrase en las lluvias más trascendentes, porque bañarse era limpiar el alma, agua de mis más promisorios recuerdos, así tú, así tú. Vamos a desear otras calles, sin obstáculos veremos la llamarada azul, porque ella nos ha estado observando desde antaño, magia escandalosa, magia subversiva en la que viajo…no estés triste, oh mi poeta iracundo, niño incorruptible, ¡mira, llueve!, sólo sé que cuando llueve es porque el alma del poeta se ha quebrado. Creo que, para versificar la tristeza, debemos primero amarla, como ese giro espontaneo, la recién improvisación en el punto de fuga por excelencia para el ser que es el cielo. Ocurre repentinamente, como esa negación de entregar amor y recibir el regalo de lo tempestivo en la cotidianidad de nuestros días. Cuando llueve es porque el alma de algún enamorado no pudo llegar a su destinatario o tal vez sí, pero no respondieron. El encuentro entre lo inesperado y la soledad es la lluvia, el juego retórico entre el acontecer físico y la entrega a la teorización. Hablarle con aliento de rosa y pianos de los años 20´s para así…defender la práctica de la ensoñación sin la teoría, aquí, en nuestro aquí se trata de beber de las fuentes del siempre, de la pérdida del sentido, volar en murmullos.
XVII
– ¿Te has figurado como un incansable murmullo, resurgiendo de las entrañas más dañadas por las afrentas entre lo mundano, sencillo, apariencia de quietismo y esa empinada catedral que es el sueño? -resuena en el gran salón de la exposición Timo y su arrogancia innata.
-Creo que sus delirios me acongojan en su sentido más próximo a desfallecer mi señor-acontece el dueto, por haber Leopoldo contestado.
-Cuando decimos que ya no podemos estar en esas catedrales, es sólo porque se nos ha opacado el mañana, ese reverendo planeador que resbala por las mejillas de los cantores, el ideal y la utopía, las síntesis de los volados; entre atreverse y permanecer, seguimos pagando por esos volados ¡Vamos Leo, enjuágate tus sonrisas y ponlas al sol de mi mirada! Que mis resurgimientos sólo son breves pestañeos, bello el ideal que permite permanecer volando.
– ¿De qué están hecho los ideales?
-De arte, por supuesto.
– ¿Y la fe?
-De ideales, por supuesto.
– ¿Cuándo te vacías es porque ya te has regado en muchas partes o tan sólo no te has llenado de todas partes?
-Creo vehementemente en una realidad fiel al que ama.
XVIII
Cantata onírica a Timo.
Abrazar al mundo con tan sólo la palabra, es el tributo honroso y nada ignominioso que alberga nuestros corazones, oh fatídico y perenne estruendo de fluctuaciones entre someter y ser sometido, arrancarse el logos para plasmarlo en el lienzo, cuando éste nos ha estado utilizando ya. Nunca y siempre, verbo y sustantivo, permanencia y acción, oscilación perpetua, desvanecimiento de las apariencias, trasponerse en la ilación; concatenación de ruidos dadas por murmullos, somos palabra andante querido Timo, te escribo desde mis exposiciones más tiernas, porque te invoco, te pronuncio, te creo, ya no me pregunto si la pipa está dentro o fuera de mí; soy con la pipa humeante. Cuando la subjetividad del artista se hace una con el mundo, nace la mejor poesía, el mejor cine, la mejor sinfonía. Desintegrase el uno con el todo, la simbiosis entre los mundos aparentemente irreconciliables. Aprehender a Realidad en su lado más sensible, dulce, meditabunda para rezarle: tengo miedo ya no te he soñado.
Escuchad a la risa de lo real quebrantándose en carcajadas por el bello espejismo: el aleteo imaginario del que lo pinta todo con su prosa, su piano y su pincel azul…
XIX
Locura sana
En alguna otra ocasión cuando Timo perdió brevemente su locura sana, reconoció que ante todo, era menester justificar las osadías por las que pasa el sentir, para llegar al entendimiento preciso de la risa:
-A uno se le olvida el resultado de la simbiosis imparable: el azulejo por el que transita el devenir; la vida y la muerte, resultando como la exteriorización de un proceso lleno de expectativas e ilusión. El pensamiento utópico es la rama por la que columpia el día, la creación de éste congratula a la ilusión, cuando creemos abstraernos del azulejo imparable es cuando menos estamos circunscritos al día, la experiencia y al tiempo; ser en el tiempo requiere una ínfima porción de teorización sobre la hamaca donde se columpia el utópico, el posicionamiento de nuestro sentido en el hoy y por supuesto en el hermoso mañana.
Alimentar a nuestros corazones ávidos de esperanza es el resurgimiento del pensar combativo en nuestras épocas. Podremos entregarnos al preciosísimo hoy siempre y cuando, sólo si aceptamos que nuestro corazón ávido de entendimiento del hoy será defraudado. La hamaca como movimiento imparable de pasión y visión del posicionamiento de esto que es, no puede ser entendida, sólo caer…caer en las mil fragancias de agitación que nos atraen- resuelve Timo después de su cantata sentida en el salón.
XX
Vendimias
– ¡Oh querido Leopoldo! Aún las vendimias entre los rosales y las jacarandas yacen en su apogeo-un Timo y un Leopoldo se asoman por el jardín del arte-. Mira que fuimos nosotros los poetas quienes dotamos de nombre a las flores y después se nos olvidó para siempre- Timo suspirando arroja las palabras en son de ser.
-Como el carácter del hombre que ha sabido naufragar en las islas del recóndito conformismo, olvidándose para siempre- contesta Leopoldo con cierta ambrosía en sus letras.
Para Timo y Leo su escapatoria de la contradicción aparente entre el ir y venir de realidades era por excelencia la poetización de la negación de la eternidad. Su presente que abraza los sueños más alados con los trenes más mundanos. Así carentes de breviarios, escondidos en su metafísica vuelven a caminar en aquella moderna globalización de subjetividades, puesto que discernir su individualidad entre ese “yo” objetivado, era, es y será solamente viable mediante la representación del uno en el otro, como Narciso amándose a través del río acompañado por las vistas de lar margaritas, recobrando nuestra genuina y cándida individualidad; a través del amor del otro hacia uno. No queda más que citar el siguiente susurro:
– Leo.
– ¿Maestro?
– No sea egoísta y enamórese.
– Antes tengo que saber exactamente qué es amor.
– Es esto, una praxis sin teoría; una utopía compartida.
XXI
Soledad
A veces, sólo a veces, quisiera ser uno, solamente uno. Sin árboles sangrando a mis alrededores, predecesores o ulteriores, solo, con mis habanos y uno que otro jazz bien acomodado. Que mis resistencias y entendimiento de la vida nueva se vayan, que mi querido óleo sobre lienzo español crezca en arboleda de naranjos distinta, porque así recibo las fragancias en los paisajes de una nueva armonía, reciclando las tristezas, careciendo de sencillez y forma voy dotándome de un rostro nuevo. Ahora me percato que nunca había pedido nacer, recibo la vida como un regalo, lleno de motivaciones tiernas, superfluas, trascendentes, orgullo precario, de eso, de eso se trata Timo ¿o Leopoldo? De ver que la ilusión que nos embarga día con día es genuina, que sus ojos son portales, portales a otras tantas vidas, ¡queridos escritores de los naufragios más correctos, mi honestidad no puede prevalecer! Todo va cayendo hacía una asunción, nos han vendido ignominias, vejez marchita e infértil, atribución valorativa a la vida inherente por el hombre, ya no podemos prevalecer, ya no podemos prevalecer siendo honestos., a menos, a menos que estés solo, pues no habría murmullo que no sea grito, ni lluvia que no sea marea, colearse en el entramado de jarrones con lunas, de subjetividades aparentemente desasociadas, del mismo padre árbol, dejando así con sus mil colores: extrañezas y normalidades. Somos ellos, ellos son nosotros. La sonrisa; prueba innegable del idioma universal que es la alegría. La resistencia más pura y desinteresada a la afrenta de la separación, de los estatismos y disimilitudes, ¡sonreír!, mostrarte categóricamente universal, demostrad que la muerte no es aquello en demasía fraterno, sino que el principio, la mística y unívoca conexión con nuestros ayeres, nacimientos de la arena con el mar, tierra alada que extrae del cosmos su más preciada joya: es origen, la unión, la inseparable comunión de latidos y rasgos, si, así, ponte a danzar, aullando con vuestros hermanos, volando como ellos, esa ave solitaria soy yo, eres tú, es nosotros. En definitiva, a veces sólo a veces quisiera ser uno.
XXII
Disculpa cósmica hacía Timo de Leopoldo.
Una disculpa cósmica es por excelencia todo aquel hacer con base a la poetización del cosmos, siendo afable, humilde y modesto, valorando cada rincón del universo legado por mí, por ti y por él, por ella, ella…cuando la madre se levante y empieza a cocinar, cuando el hermano es compañía alegre, y el padre se transforma en platica, dotamos a nuestra conciencia de la triada primigenia, esencial y perpetua: la comida, la compañía y el diálogo. A través de ellos nadamos, vamos adquiriendo experiencias y sensaciones, material de que esta hecho el día, para llegar a la inefable realización del sueño con la realidad. Hay quienes sacan provecho de las letanías más castas y sólo se regocijan en el alma del colibrí para ser, otros van al mercado para adquirir frutos. Bella dualidad, de los que escriben y de los que leen, desde mi aquí y ahora, desde mi aquí y ahora, nunca muerte, nunca nunca, para resolver los estragos delegados por los hombres, sus pueriles incapacidades para vivir, esa cobardía que solo corroe y aproxima al egoísmo más letal, el dejarse en sí, sólo para sí con esa cruenta finalidad, por miedo al sufrir, a la constante deserción, esos son los tiranos, los que no ven a los ojos mi amado Timo, los que en su vida escribieron genuina poesía o no se enamoraron más que de su infértil trascendencia, esa ignorancia interesada, esa negación a propósito, no se sientan con los dioses para dialogar, no permiten a la madre cocinar, rechazan al hermano su compañía, son vestigios de la inconsolable miseria humana, de un miedo muy profundo y decepciones inquitables. Recobrad el lado sencillo del ser, compartid el fruto que cae a propósito poniendo uno a prueba, pintad más seguido ¡pintad con la vista! Revoluciona a tus allegados, revoluciónate, inspirad a los otros, que ese es el acto más noble en este devenir humano. Nunca carecer de modestia y agradecer a Sol, a Rio, a la planta inamovible de la tierra que le ha perfumado la existencia a uno para que exista Poesía, para que exista traducción de lo real por el sueño del lenguaje, de la inconciencia estruendosa, ser más querido y amar, amar en demasía para que los colibríes vuelvan, los anarquistas regresen a sus comunas, los jazzistas a sus nativas casas, los revolucionarios a las ciudadelas, que vuelvan las jacarandas como motivo perfecto para volver a sufrir por la pérdida de la vida y alegrarse porque vuelven a frotar en el latido más frío, en ese latido hallaremos vida, hallaremos vida…
XXIII
Colibrí
Timo vivía y vivía en el corazón perdido de un colibrí, así colocaba un mar caribeño al final de la calle Infanta o depositaba un beso extraviado por las rumbas encontradas. Era ahí en ese corazón que creía en el mundo inmortal, en las grutas aullantes de jardines bañados por la luna, creía que el suspiro era el arte del recomienzo, creía y así creaba, esa elocuente fascinación por un punto extraviado en el globo de Dios hacía que todo existiera al unísono de la fantasía, Timo degustaba del error y la muerte porque ambas se iban a cenar juntas cuando ya todos dormitaban, y los mares por la noche reedificaban al mundo. Por eso cuando uno pasaba la lengua por el sueño, o por el portal chino del vecindario, le sabía a uno muy salado, había que ponerle sazón, color, rimas y acordes. Por eso Timo vivía en el corazón perdido de un colibrí; vivía en arte y así también vivía.
XXIV
Complitud
En la pérdida de consciencia había recobrado su inconsciencia, y ahora podía Timo proferir en la galería personal de su estruendoso vivir:
– ¡Qué no se muera la poesía, ese incalculable motor de creación, donde los imperios se acuestan, lugar único de esperanza eterna y etérea!
¡Que no se muera la poesía como sentimiento de colgadas locaciones en nuestro imaginario, concepción irrefutable e inamovible del sentir por el sentir!
Inspirar a los poetas, que circunden las esferas celestes de la trascendencia, y entender que el aleteo faltante en las pestañas de lo real siempre será un caos y un armónico, un abrazo de irreconciliable unión, los disímiles postrados en el seno de la tierra.
XXV
Regalo
–Hoy es su cumpleaños Leopoldo ¡Cuán bello regalo! La interpretación de la puesta en escena de una vuelta más al sol, qué hermoso fenómeno, el transcurrir del tiempo en sus aletas, codornices y verbos que se conjugan en su interior. Hemos de tener poco tiempo para abrazarnos, pues habremos de partir para que otros comensales tomen asiento, pero no os preocupéis, los trajes de margaritas yacen en concordia con nuestras miradas, aún hay tiempo Leo-refiere Timo un tanto alegre y un tanto elocuente.
– ¿Tiempo para el aquí? -Leopoldo responde con la interrogante.
-Para mostrarnos por entero, develarnos completamente, crecer junto los cerros y ser un digno anfitrión, que sirva los argumentos para las afrentas posteriores. Con la mera capacidad de vernos salir aparejados con la necedad de querer vivir más.
-Entonces sí, aún queda tiempo- contesta Leopoldo con toda la humanidad en su lengua.
XXVI
Oro
-Siempre será un exquisito placer invocarte a parvadas, a risotadas, a mustias palabras. Tal vez el comienzo del sueño azul ininterrumpido sea validez ufana para nuestras ramas más sencillas, que ahí se cuelgan las metáforas de aves y las metamorfosis de polen a castillo. No pierdas el rumbo y que las lecturas sean barcaza para el rio interno de humanización, acompañamiento; la autenticidad del canto que se vuelve plumaje, sentarse y sentirse expandirse como un suspiro en el torrente de vacilaciones del sentir, para replantar los sellos y conjuros de una lengua extraviada. No entendernos, Leopoldo, condéname al misterio, tomemos otro vehículo, otro ser, despojémonos de la ventura precaria de lo uniforme-Timo acomete contra el perfil sosegado de Leopoldo desvariando con su discurso.
Timo y Leo vacilan un poco antes de seguir, porque para avanzar debían ver sus rostros emparejados con el faro de la luna. Ahora Timo se desconoce, se ha imbuido tanto en la práctica que ha perdido sentido. La sensibilización como eje móvil para entender a la experiencia le ha perjudicado un tanto.
Un tanto desplazado el hombre de sí mismo, se esconde a propósito en la masificación gratuita que hoy por hoy se vende muy bien, requiere amontonarse en ese brillo falso que solo las lagunas de lo mundano ofrecen, oro barato, oro que es coraza sin alma.
XXVII
Continuación.
-Me parece que sólo has visto su espalda, y con eso basta. Aquí estamos de nuevo, una vez más, como los necios que somos. Con las utopías diurnas, nocturnas, esos abrazos que nunca ocurrieron. Somos también esa negación imperecedera: el jardín que ya no visitarás, la perdida de sí. Para que un cubilete sea tu pan favorito en vez de sus piernas.
Los libros que no leímos, las películas que no sentimos, las teorías desechadas, esa infamia y absurdo sentido deontológico de la vida, dónde las inflamaciones del día son residuos de nostalgia pasada, algo así como un expediente perdido (tuyo) entre las nubes, la anti-poesía, el desamor, la soledad, la otredad negada en plena eucaristía, las desapariciones, los suicidios en las universidades, las demandas por divorcios, placeres sublimados. No se trata de un sentido de aceptación=confrontación, sino de reconocimiento, endeble reconocimiento, de las partes del todo que dibujan la sonrisa definitoria de la totalidad. Sugiero que tan sólo como el móvil que es tu corazón pues aprenda a olvidar, que se agite con los papales o los expedientes perdidos entre las nubes, Uruguay, Estocolmo, inaugurar nuevas perestroikas internas, murmurar mucho, que se vuelvan nuevos andamios, motivos, crescendos y sinfonías. Vamos, el castillo que cabalga en tu interior es sólo ocurrencia de primavera, ¡Vamos naturaleza muerta de mis pensamientos aún queda una primavera que revivir! Y que tus motivos nacientes sólo crean ser agua de otoño. Las fuentes de los vagabundos también se hallen en armonía. Ahora el olvido profana las ventanas, le exigimos su presencia, aunque ésta nunca quiera acudir, nos somete con gallardía, ¿oh querido Amor porque naciste tan viejo? Y aquí en esta eternidad que hemos coincidido te entrego en tan solo un pestañeo la belleza de los siglos, la valorización de la muerte por el hombre, la fecundación de la nueva vida, te lo doy en corazón de colibrí, anda tómame y tómalo que soy pedazo móvil en la eternidad, y, alégrate por la liberación que implica el regalo: destino- Timo confunde de nuevo a su oyente predilecto.
XXVIII
Entendimiento del esteta.
Todo cuenta siempre y cuando sea sentido, porque para desarrollarse en las distintas mediaciones del ser por el sentir, es menester entender al cuerpo como esa totalidad de concreciones y puentes dados por los diseños del viento en la arquitectura corpórea.
Aquellos seres creadores, solamente podrían ser aquellos que se atrevieron a ser, que se atrevieron a postrarse libres en la boca de la contradicción del afuera. Los que enviaron las meditaciones por un soplo de ave y se formaron en la cura reciente del amor alado. Cuando entendemos al soplo como interpretación del instinto, y creamos en él nuestra conciencia en la armonía del cosmos, regresamos al beso último de la madre y al levantamiento de la ignominia más precoz, nos develamos como los infantes que siempre fuimos, restituyendo las esencias adquiridas desde un inicio, desde la primera experiencia, la confrontación e inmolación del afuera en el adentro. Cuando suponemos habernos librado de las metáforas que sólo ellas pueden elevar la categoría de lo real al lenguaje, es cuando más inmersos estamos en ellas.
XXIX
Silencio
Timo y Leo ahora salen del silencio, parten del afuera y requieren escuchar los colores, oír la primavera fenecer, “nunca más y pase lo que pase”, ese gusto por la radicalidad en los conceptos.
Se cuestionan sí esa misma radicalidad es advenimiento del sonido o ausencia de silencio. Oyendo la madera quemarse, crujir, comprenden que hay un tercer ámbito, como lo neutro entre la belleza y la fealdad que es la meditación, la maceta yaciendo rota está incompleta, más no desecha siendo un vivo ejemplo del discurso que promulga la meditación, ello es lo neutro. Así como ello, el tercer ámbito entre sonido y silencio, es el acomodo entre sonido en el silencio, como la princesa recostándose en su lecho de verano. Aquellos portadores de máscaras comprenden este tercer ámbito, el cual partiendo de sí a través de la máscara se crean un tercero el que se busca proyectar en el que lo ve, lo escucha y lo siente. El sonido navega por el silencio, como las virutas de la madera en el mar nocturno.
Como el suspiro el arte del recomienzo, Leopoldo busca entre balcón y balcón de las enseñanzas de Timo, sólo una, una que le permite sostenerse a ella, a Ella, para recrear desde ahí toda su vivencia terrenal, experiencias y vacilaciones, como un partido de la desobediencia al cual adherirse, ya ser él, sin pretensiones, aunque para ello necesite una última y primera enseñanza.
Sabe que mostrándose cuán es no podría obtenerla por ello crea un tercero; un amante, ¿o era él mismo el amante y un tercero es el desinteresado ingenuo aprendiz? La secuencia de alternaciones se ha quebrantado cuando Timo por fin profiere las palabras:
-Mire esas fuentes, ¿acaso no se sentirán solitas? -exclama Timo un tanto taciturno-. Hay aves de paraíso que se mueren a diario por ser vistas por las fuentes. Enseñanza de la emanación del agua, y regresando así mostrándose nueva para nosotros, para los siguientes que vendrán, para los que se fueron, ¿acaso no nos han engañado? ¡Aquellas fuentes solitas que emanan trascendencia en el flujo imparable, se postran en nosotros como continuidad inmóvil, me parece hermoso! Leopoldo, seamos engañados, puede que no haya sido la película que hayamos querido ver, el óleo que quisimos dibujar, pero, si ya estamos aquí hagamos de nuestro proceder algo digno. Concédame su misterio, esa irrevocable e imparable confusión del que usa la máscara o la máscara lo usa, si, su locura, la insuflación de anomia que me parece tan hartamente conocida, déjame expiarte con una bocanada de mi cuerpo en su historia sin escritura. Ya, rápido, abráseme que estamos desapareciendo.
XXX
Estética
Continuar es para muchos la sustancia del cambio. La perfecta transformación es el seguimiento en la aparente quietud de nuestros lagos diarios. Para avanzar sólo implica un deseo y es amar, hacerlo tan fuerte, permitirse revolcarse en humildad como sencilla clave, para dar por comenzada la armonía requerida por el hombre para sostenerse a sí.
– ¿Dónde quedaron aquellos hombres y mujeres? -pregunta vitoreando Timo con un pie sobre la mesa de la pulquería “las duelistas”-. Nos cubrimos con las prendas que el azar nos delega, creemos aún en la contundencia de la frase para causar todo un incendio en el espíritu, en la estética del cuerpo para demostrar los modales pertinentes a la transformación, y no podemos creer así en lo esencial. Sólo el sentir que delega nuestro sentido ético de la realidad, comenzará todo, si, el atreverse mis queridos amigos ¿por qué no pensamos en esto siempre? ¿Por qué hay gente que se divorcia de sus impulsos más puros? -Timo con tono triste profiere estas frases-. Los matrimonios no deberían separarse, para que siguieran perpetuando ese jarrón blanco de esperanza en este desentendimiento humano que navegamos de hace ya tiempo. Sólo los enamorados pueden transgredir la realidad sin si quiera percatarse de ello, son tan ingenuos que su praxis es la más pura, la más rebelde y trascendental porque carece de interés. Estética pura que sensibiliza al ojo crítico del artista, es más allá de un cuadro, de un escrito, de una pintura, son arte en sí porque llevan al paroxismo de la belleza a su realización que es la permanencia. Ahí radican, en su oscilante permanencia, en una continuidad inconcebible para el breve instante de la obra plástica, visual y auditiva. La lluvia nos reclama…exige violencia y transgresión… exige amor, amar es transgredir, y viceversa. ¡Petrifiquen a las Galas y Dalis y a los Leopoldos y Gabrielas! – ahora Timo señala algún punto en el cielo y con semblante serio, retador, existencialista exclama-. Resguardemos los pilares quebrados del instante, los sueños artificiales no han hecho más que ocultar lo develado por nuestro más íntimo sentir. ¡Despertad hombres y mujeres!
XXXI
Carta de Leopoldo a Gabriela.
Recibidme una vez más en tu vida por favor, veo tu rostro en cada flor de lo real. ¿Sabes que hoy pudimos haber existido más? ¿Sabes de tu último labio arrancado por la sensualidad de los gestos?
Estar en la apátrida ontología resume la sencillez de muchas verdades, como para recrearse a gusto en diversas acotaciones, ¿cómo crees tú que se hacen las noches, las elevaciones, las jazzistas como vos? Pues así; en lo repentino, en el murmullo de los vacíos. Es muy sencillo, a decir verdad, pues hay quienes no han tirado ninguna de sus cartas, ¡claro!, esa doble negación que sostiene a la idea, pero es cierta. Nunca ninguna. La vaciedad que existe por dentro en la totalidad, imprescindible para sostener la complitud. Partir del momento olvidado para recuperar la fortaleza. Creo en la continuidad de lo eterno para solidificar nuestras mentiras, desvaríos y espontaneidades. Colgarse prematuramente en la creación de nuevos cielos, permite al ser recibirse deseoso de matizar su existencia, una espléndida creación de elección entre odiarse o merecer amor, resignificar las entradas y salidas del ordenamiento. Mentirle al creador sólo por amor, desobedecer al culto de la razón para sentir, sentir las lágrimas, hacer filosofía de la lagrima y explicarse desde ahí, desde la perdida de la conciencia formal, y ditirambo de algoritmo numérico que sostiene a la formalidad. Amanece por ahora, porque hemos adentrado la respuesta a la contradicción sobre el pensar intuitivo y la conciencia de la razón; el mundo de la danza; la realidad con la superficie plana de materialidad límpida.
La respuesta de balancearse o caer al ritmo del sentido. Si, se hace menester pensar la poesía y poetizar el pensamiento, la incoloridad sobre los transparentes cristales del agua de Monet.
Cuando la fantasía finalmente flote en el estanque de lo lógico…podremos apreciar y ver todos los colores. Y me pregunto despejado de mis mansiones imperecederas… ¿De qué está hecha la contradicción? Es el viento la prueba tangible del caos en la armonía, el parpadeo como motivo inexacto para ocultar las vicisitudes del espíritu sensible ante el orgullo, la ternura, la soberbia. ¡Vaya que sí!, la sustancia de la contradicción es la dicotomía en apariencia rota pero inherente a sí. Es el ala rota pegada a la espalda del querubín, el querer y no poder y viceversa, la guerra y la paz de Tolstoi….la contradicción es el gemido en la sala de firmas de las hermanas ortodoxas, un disloque que va, el no que afirma, la caricia que niega el tacto, de eso, de ese maldito envejecimiento corpóreo y rejuvenecimiento perenne del espíritu. La carcajada de la ironía sobre lo serio para reafirmar lo negativo que afirma, y lo neutro que alumbra más que un pincel de Velázquez.
La contradicción es el azul reflejado en el cielo, una ilusión tomada por belleza real.
Acéptame una vez más en tu vida y prometo crearte un refugio ahí entre los cielos apartes recién confirmados.
-Leopoldo. C.F.
XXXII
Respuesta de Gabriela a Leopoldo.
Te cielo…
XXXIII
Nubes
– ¿Llegar o regresar? – profiere Leopoldo después de ser clausurado en la cordura.
-Vital acomodo de palabras en la continuidad del hombre en la tierra, exhalaciones de nubes en el cuerpo, las palabras como ajustes de lo real, mi querida lluvia. Amontonamiento de cabelleras que resbalan por las nubes, guerreras narradoras de las historias indómitas, las mujeres querido Leopoldo, besan la revuelta en este siempre, concretación del sentir por el sentir, son purpuras como las hojas de las jacarandas mexicanas, de ese color es la libertad querido, violeta, no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella, cuando ésta misma lo designa de esa forma… defenderla es amarla, regarla con verbos que vayan acorde a sus malestares, propuestas y rencores también, oír el viento triste porque es menester ser en el viento, porque aún triste es un viento libre- Timo ahora secuestra el aire para defender a sus palabras.
XXXIV
Crear
-Para aproximarse a la creación es necesario compadecer-Timo recitaba matinalmente-: ante el murmullo de la sinfonía que es el mundo, para conseguirlo, sólo tiene que respirar mi pequeño Leopoldo, vivir es a comunión, cuando nos mostramos ausentes del otro esa es la muerte, la ausencia de su Gabriela. Cuando exhala le está devolviendo su soplo único a la sinfonía de motivos, de meditaciones y levitaciones. Como la diadema del girasol que retumba por todo el eco celeste. La concertación de las esperanzas depositadas en el encuentro hacia dos gotas que al elevarse en la continuación subjetiva y encaminarse hacia el otro familiar, hace nacer la estación recién inaugurada, que es advenimiento de una nueva lluvia de posibilidades, significados y significantes, intrapersonales, ultra terrestres y ultra celestes. En efecto, la primavera nació del beso, primer motivo de la obra que explaya la noche, el día, la razón y el crecer. No es garantía de una armonía imperecedera, posibilidad si, esperanza creadora ojalá. Amor como principio de creación, de movilidad, quedándose así lánguidamente reposando en nuestras ramas insondables, todo ser en vida es y está en potencia de amar. Estando en este círculo horizontal de sensaciones desprendidos por el jardín del mundo, encontramos nuestra capacidad primera de sentirlo, ulteriormente respirando para llevar con soplo una movilidad en la sinfonía. El que quiera expandirse sólo basta con desearlo hondamente, encontrar su rama y lograr hablarle a la vida humildemente, sentarse con los dioses, horizontalmente, a la mesa para llegar a los armisticios, treguas y subversiones pertinentes. Querer conciliar para crecer, desinhibir, escuchar con el sentir, razonar con la intuición y poetizar a realidad con el deseo y sueño más profundo, porque ahí pertenecemos. Es ahí donde nacen las venas, lienzos del cuerpo animado, donde las más profundas son las que determinan nuestras más bellas y trágicas sensaciones. De ellas somos, de las venas más profundas, del sueño más profundo, en la calle y alameda más solitaria, donde se vislumbra claramente la obtención de lo nuestro como lo más detallado y trabajado; algo así como un lienzo que jamás ha sido leído y que lleva siglos narrándonos cuentos. Descubridor de origen y encubridor de finales, usted es también el pétalo del girasol mi extraño Leopoldo, es la sencillez en nuestro pensar y la ingenuidad como bandera de trascendencia por las que lograremos acariciar las fluctuaciones, oír y ver en un mismo lugar, con la sinfonía, entre más puro se entregue más comunión habrá con la diadema celeste, con la canción grabada en algún sueño roto. Ahora sé porque es tan bello Leopoldo, camina tan libre, sabe del poder de los suspiros, de los parpadeos, para ocultar lo inocultable, amar lo inamable, trascender lo intrascendente, suéñeme insondablemente.
– ¿Hacia dónde me dirijo ahora corazón del mundo? – así Leo contesta creativamente una vez más a su interlocutor predilecto.
XXXV
Café
Gabriela toma el café lentamente, siente como el agua colorida se transforma ahora en calor interno, se pregunta de dónde nacen los pegasos y quetzales más alados. Se pregunta por qué sigue tardando tanto, piensa y resuena su oratoria de bugambilia crecida del festín del pecho: “A veces llegas a mí, como agua azulada, avioncito de papel ámbar violeta, llegas como castillo Ingles, o en forma de Sir Oscar W. En un canto de Martí, llegas pegado al muro de la inocencia, cuando el viento se cansa de besarme, cuando la inspiración necesita inspirarse, arribas, en la plena justificación de la muerte por el amor. En las limitantes del humor y los laberintos, lo internacional de ti es que cabes como cuerno bajo el corazón.”
Su café es el anfiteatro para crear la obra, ahora que ha expedido un motivo explicita su afán de moverse bajo ese puente, el de su corazón siendo un móvil de regalo. Es la ausencia la presencia fehaciente de la dualidad aparentemente rota, en esa vaciedad se pierde el Tiempo creando diversos tiempos, como resonancias de pequeños actos, cada particularidad es la consecuencia del movimiento de la nube, el vuelo del quetzal, la repercusión eterna entre lo magnánimo de los seres aparentemente nimios en relación a toda la escritura de motivos, fluyendo para sí y dentro de sí, lo único salvable es concederle una mentira a nuestra responsabilidad tan absoluta, la de captar las representaciones, no como meras simbologías o alegorías, sino como la traducción más fiel y desinteresada, de la relación imprescindible entre las necesarias estructuras particulares y las energías supra terrenales que acontecen. Como tomar una taza de café, une y por lo tanto hace hablar la añoranza de una presencia, la carencia del otro, que traduce el deseo de Gabriela por amar, la conexión y religaré a su mundo espiritual más próximo, ésta es lo supra terrenal, un sorbo que esculpe la situación de los amantes; límpidos como el mármol dorado y blanco, permanencias en la movilidad de los aconteceres, el uno como el otro son de la misma relevancia. Rastrear el puente que subyace en las acciones, aparentemente irrelevantes, condiciona la inevitable comunicación del hálito más grande que moviliza a la eternidad, a la perpetuidad. Ahora los “gracias” y los “¿cómo estás?” encierran el movimiento de lo celeste, el derrumbamiento de los imperios, los castillos edificados, los poemas escritos y los no escritos.
Gabriela sabe de esta relación, de lo genuinamente inoportuno, ofuscado por el movimiento exterior, como si la sinfonía supiese que ese motivo desafina, no lo deja sonar, no lo deja ser, exige reformulación. Entonces en ese punto del pensar Gabriela se levanta, paga la bebida, sabe que la palabra mueve todo su cuerpo y solamente escucha el susurro, “¿cómo está?”
Él había entrado a la composición de Ella.
XXXVI
Rezos y Castillos
Hay murmullos que al nacer se acobijan entre los cuerpos más trémulos. Como la sabana protege a la niña nocturnamente, recibe de la calidez un soporte infalible para mudar del mundo de la conciencia al de la intuición pura. Como la niña es intuición por sí misma, recibe del sueño el paroxismo de la libertad, sin embargo, la cobija tuvo que estar, proteger y asegurar, de otra manera hubiese atrozmente despertado. Así los cuerpos trémulos necesitan de una cobija que es un murmullo, ese recibo de soplo, con su contenido necesario, acobija para soñar en la vigía, para que exista la poetización precisa, insondable y transparente. El murmullo es el vino recién abierto por Leopoldo y Gabriela, ahora se han dotado de todo un telar creativo de distinciones entre la masificación de sentires. Ahora es Gabriela que murmura:
-A veces, cuando la noche llega en silencio, mis canciones internas te pertenecen, como mis idiomas, todos son canto vecinal de otoño, procuro mentirte, decirte que el vacío entre sorbo y sorbo es verídico, que no hay falsedad en la luna de mis creaciones sino otra manera de ser, otra voz dentro de las miles que hay, ensucio mis macetas con tus balcones de esperanza, así Leopoldo, así sin decirme algo toma mi espalda y…pinta el nuevo mural de la entrega.
La respuesta está en la armonía, en aquella que sólo la libertad pura trae consigo la sensibilidad máxima, cuando hay esa similitud de sonidos parece que el viento se aproxima como dulce aliado, versifica las tonalidades del estruendo amoroso, y de los rincones que va acrecentando los auxilia y les da mención. Con esa indistinción del afuera para crisis internas no hay menester problema, ahora que se han conocido merecen reconocer sus primigenias macetas de donde toda su arboleda de conjuntos pasos proviene.
– ¿Hacia dónde te diriges? – pregunta Leopoldo.
-Hacía ti, creador mío- Gabriela decide mentir una vez más
Ahora se sumergen en el palacio de cristal, el rostro de ella aparece exhalando burbujas de caricias, profundamente se nada, en los mares de verdades y apariencias, son reflejo vivo de sus deseos más profundos, ahora pertenecen, escupen y transpiran esa profundidad, el palacio es una ilusión, siempre lo fue, acomodándose van para esfumarse mejor. Leopoldo nada corriendo para alcanzarla, su boca le llega meciéndose entre bengala y bengala, labio y labio, no parecen crecer pues ahora prometen decir su murmullo promisorio, del cual estuvieron nadándose, estuvieron naciéndose, cogiéndose. Adorable porvenir que permite mentir a la propia mentira, entregando a Engaño esa cara, esa más oscura que la oscuridad, un deseo tan puro que se esconde como avecilla de sueño en el seno de la niña durmiente.
-Te amo Gabriela-le rezaba Leopoldo.
XXXVII
Pequeñeza
– ¿Cómo haces bajar un cielo? -pregunta Leopoldo tristemente-. Es decir, ¿le puedes poner una pecera para que se vea reflejado en un espacio limitado, sienta envidia de esa pequeñeza de entrega y así, de un parpadeo a otro quiera bajar? ¿O cómo? Oh, ya sé, le ponemos flores de mármol, las acomodamos para que conozca la belleza fortuita, lo trágico de la inmovilidad perpetua, o le creamos un nuevo sentimiento, sí, eso, hay que hacer eso, hay que darle un nuevo sentir, algo que no haya probado. Sé que es difícil porque está ahí viendo a los hombres deshacerse y reacomodarse, leyendo, olvidando, queriendo volver ser, pero…
-Le podemos entregar un mañana- opina Timo sencillamente.
– ¿Un mañana? -musita Leopoldo.
-Sí, Leopoldo, siguiendo la naturaleza del rehilete, que cree para ser. Cree que puede moverse eternamente, y esa creencia, junto con el bello azar le permite dar un auténtico viento, viento creador, amorfo y humilde. Ahora el cielo podrá bajar, hemos descubierto su secreto, nos exigirá que lo guardemos entre los rincones de los amantes de crucero, los poetas de tendedero, yéndose lejos, hay que seducirlo con nuestra magia, la de irnos lejos, con tan sólo suspirar.
-Le das una cereza, para que nunca olvide la sencillez humana, la ternura del niño que busca su globo llevado por el viento, lo sigue buscando, como el ideal que no se deja alcanzar… ¿o sí? – Leopoldo recibe de sus creencias esta respuesta y la escupe ya lagrimando un poco, sólo un poco-. Bienvenidos sean los cielos, esos atisbos de aclaración de una noche desvelada porque se soñó demasiado, se va cansada la noche caminando por el amanecer, para transcribir las creencias, éstas son firmadas con cincel azul en el corazón de los hombres y mujeres, niños y niñas, ahora sólo basta despertar para hacer bajar los cielos, porque tu habrás bajado ya a visitarlos, hacerles cosquillas, conquistarlos, odiarlos y amarlos, fuiste sincero con ellos, los convenciste para la causa; la salvación. Te encontrarás ahí, porque creaste y creíste en y ese ahí.
XXXVIII
Timo.
Cuando Timo era niño decía que las manos que poseía eran cientos de aves, cantoras por los arrabales de un París rojo. También creía que, si iba por los empedrados preguntándole a los neveros, zapateros, globeros, sobre las esencias universales, le podían contestar, de hecho; lo hacían. Bastaba con seguir en su trabajo para responder, porque resulta que los viajeros predilectos de las dudas y respuestas son los infantes y reciben en la inocencia de sus pasos las respuestas siempre convenientes. En ese momento cuando los veía ser en su oficio, respondía a sus dudas porque ellos eran anuncio perfecto de las esencias universales. Como pedazos de creaciones, que acomodaban otros pedazos de menciones. Nunca cesaba de mencionarles, porque eran creadores de continuaciones, no productos de una meta-física, sino acoplaciones de las ensoñaciones más humildes. Esos seres para Timo eran y serán los puentes para llegar al principio de otro puente, por eso Timo jamás cesaba de andar entre piedra y piedra, se detenía para observar cálidamente, ¿para qué acomodarse en una sola ensoñación? Tímidamente Timo contemplaba de piedra en piedra las uniones, de los suelas a los suelos, de los labios a la nieve, y los globos al cielo, porque así se manejaba y serán manejadas, las esencias como uniones destinadas a construir, complementar, ser por el otro, Timo lloraba de alegría al recibir su primer globo azul perdido, porque ahora sabía que podía caminar desnudo de pies, de labios y de cielo y buscar su globo perdido, se aferraba a él, para así conocer tantos labios, tantos suelos y cielos, la razón, el motivo o dulce pretexto era y es el hallazgo de un objeto perdido adrede, sin consecuencias nefastas, puesto que se ata a la inmanencia de lo desaparecido, a la discontinuación. Es por eso que engaña prometiendo eternidad. Él mismo ha estafado a lo eterno, porque para conocer a la genuina eternidad hay que engañarla, pues ella siempre buscará ganar en la feria de las decepciones y locuras. Así creció Timo vagamente reconocido por los espejos de lo real, quería confianza para sus travesuras ulteriores, para ello nació dos o hasta seis veces en un mismo día, viendo a los globeros trabajar una vez más.
XXXIX
Y amo
Cuando las necesidades de los vertebrados taxis tomados a media noche, el gemido de las secretarias durante las mañanas, y el arroz de Gabriela quedaban perfectos, excelsos, se podía permitir uno el lujo de ventilar su esencia por la ventana, por las sabanas acurrucadas color sol naranja, y el manjar de la lindura del grano acomodado por los labios de un “Hola Gaby”, esa ternura que arremete bestialmente, para ser nopal de marco en la pintura, engrandeciendo la sencillez del acto. Puesto que el ser de la despedida es la pura honestidad, la perdida de ataduras falsas, de ortodoxas peticiones del conjunto afuera. En ese bálsamo de creación de un espacio breve, se miran con toda la sencillez y transparencia, son modestos en sus esencias para recibir la otra. La despedida es la entrega de las cuentas. El ocultamiento enmudece y habla la oportunidad de amar calladamente, llevando así entre los labios la sinceridad como nacionalismo, es así que nos intuye hermosamente correctamente y fatídicamente la despedida. La postra desde sus antesalas, y se permite ser más pura que las inconciencias, pues es la conciencia de esa última instantánea la que permite ser autentico y no caer en genuflexiones de algún tipo. Pues si algo es designio de la despedida es la soledad.
Arremeter por las indiscretas uniones, polemizar la creación que requiere un destino adverso a toda la continuidad, pues el hombre expira, el ser desea nuevas creaciones, el despido destroza la continuación y le permite al hombre recobrarse de sus prisiones, por eso, cuando se hallan acrecentado nuestros destinos, con esa elocuencia que la razón implora, y cuando todo haya terminado, sencillamente le habrán preguntado a su fiel maestro; el Tiempo: “¿y amo?”
XL
Timo apoya su brazo sobre la ventana, el otro sostiene su rostro. Como ese apoyo corporal sostiene su soplo andante, exhala humo sobre una calle vacía a través de una ventana llena de Timo y Leopoldo. Es de noche o la noche es. Me encanta esa levedad que atañe al vuelo, la creación de un pensamiento en la inmovilidad de la experiencia. ¿Cómo las ideas parten de techo en techo, ventana a ventana, labio a labio?
Volamos en ideas que permiten crear los miradores más sencillos y fatales para el ser, los que crean refugios dentro de la contradicción de la totalidad, ¡vaya paradoja! La creación de un punto quieto que cobija a los errantes vuelos del pensar. Así la ventana quieta de un departamento de un Tlatelolco agrieta los murmullos del fumador:
-Ahora que vos ha sentido la relevancia y concordancia que hay entre vuestro respirar y la simbiosis del afuera con el adentro, sabrás que mi obra, desahuciado Leopoldo, será y es lo que le sigue a todo lo presente. Esa continuación que ruega por ser invocada en el hoy, con tan sólo el leve movimiento de una estación a otra. Sencillamente; despertar en el sueño, porque vos te habrás sentido dormido todo este tiempo, inútilmente finito, esa insaciable y putrefacta pretensión de amar el despertar, que sólo puede ser creada porque vos has estado descansando en las flores de loto, creciendo sin ser corroído por la mentira, el desengaño y desamparo que provoca lo real a propósito, para no ser tomado en serio. En ese tenor, la pureza aboga por nosotros y es nuestra bandera más sincera, amada y también despreciada…ya que no tenemos la capacidad de amar, nos vamos creando a medida que vamos despreciando el lado más honesto, porque es sencillo, y sólo ese sencillo puede ser portal. Invocando mi escenario, mi cielo aparte, trayéndolo al Aquí, son las manos lavando en el pozo la sabana, es el movimiento de limpieza, de purificación, pues bañamos a lo real con nuestras aguas de mis profundos pozos, de la alquimia menos compleja. La poetización empieza y termina con un suspiro, el acomodo del malestar, cerradura que abraza lo sedicioso, lo subversivo, ese dolor que existe en el ser porque la armonía no fue alcanzada. Cuida de lo que amas, las borrascosas y arboledas de lo arrítmico desean verte llover, pero ¿por qué no habremos de acomodarnos en ese aparente sin sentido? No tengas miedo, nadie tiene el control. Los más hipócritas son los que creen tenerlo. Y ahora que estamos cada vez más cerca de la playa nevando, del sonido acariciador de esperanzas, del motor primero, y ahora que los infantes salen sonrojados de las florestas, y, los claros de la luna por fin son mis castillos de mármol. Escribo con respeto y protejo a los que nos protegieron, aquellos que nos dieron la nota indicada y seguimos pudiendo sonreír, pues nos esfumamos. Pero estoy cada vez más cerca de ese desnudamiento crucial y sólo puedo decir: gracias, gracias por sentir, por dar esas posibilidades de creación, y grietas para el advenimiento de diversos porvenires-Timo profiere el verso libre.
Pero en ese mismo acontecer, donde dos estrellas estaban a punto de besarse, Leo opta por no abandonar su canto y exclama:
-Para amar, es sencillo, te pones a escombrar todas tus viejas entonaciones y descubres que sólo hay una que nunca se fue, esa facultad de permanencia era y es la que permite sostenerte a realidad, sacarla a bailar de la forma más bella.
-Mire, agarre esa melódica, porque yace enamorado de ella ¿no? El sentir como máxima entrega y prueba de vitalidad. La sinfonía que es el mundo, con los motivos que la hacen sonar, ¿ha escuchado un día? ¿Ha visto el color de éste cuando se enjuaga con las caricias de los pies desnudos de los transeúntes, cada uno poseedor de sus reinos? Dando como entrega la existencia y habilitar diversos porvenires, la relación entre colmenas de momentos por permanencias aladas. ¡Bello el sueño que no provoca intimidades más que las que él desea equilibrar, si el ocaso resiste a la poetización es porque ya no sabrá cómo ser más caritativo, en efecto, todo aquello y todo aquí es el sueño de un Dios, de usted estoy cierto en ello! Cierto en usted.
Timo acaba de fumarse a Leopoldo.
XLI
Máxima de Leopoldo.
Si no hacemos de nuestros procederes una bella poesía, ¿qué nos queda?
XLII
Canción de Leopoldo sobre puente japonés.
Sobre ese puente japonés los cisnes como las golondrinas crean murallas de esperanza, hacen la realidad sueño, le restan o añaden años a los corazones. Para ser justos, encomiendan sus alas a los artistas, pregoneros y poetas.
De la tristeza que las alcobas dejan por la ausencia de seres, del silencio en los pueblos vacíos y en las plazas sitiadas por el olvido, existe una afirmación; la de su creación en el presente. La voluntad que se aferra a brillar, a preguntarse ¿podemos tan sólo poder? Así que podemos ser sol de las estatuas durmientes, sonreírle al cambio y desear dentro de las venas expandirnos, para cada vez más poder sentir, caer en la lagrimosa inconsciencia para despertar mejor, despertar mejor en el sueño. Sobre ese puente japonés ocurrieron Leopoldo y Gabriela, siguen bailando jovialmente, existen porque los nombras, con tu bella voz, existen porque son espejos de los amantes ocurriendo en todas las riberas de este cosmos.
El tiempo ahora es una dedicatoria, es un “donde quiera que estés”, una doble entrega, de presencia en la ausencia, nos va emparejando con los pasos de baile que nunca aprendimos, con los besos desechados. Y así en las jaulas de cordura nos vamos aquietando con mucho cuidado, porque estuvimos tanto tiempo de extranjeros, que ahora el tiempo es nuestro abrigo y regalo más noble.
¿Hacia dónde vamos ahora murmullo del mundo? Donde quiero llegar, ahí resuenan los corceles, sobre las olas de sus piernas, ahí canta Gabriela encarnada en la jovialidad y vejez de la luna virgen, con sus lágrimas de plata y sus vestidos de dorado linaje, puede que sonría, pero amor mío, ¿Por qué el amor nació tan viejo? Para encender las llanuras, encubrir las desgracias y la fatalidad, para alzar glorioso el cetro de la humildad, para ello es que llego a ti, antes de irme a algún, me fui a alguien. A tu cándido cuello y libre torso de miel, a ti amor, he arribado, puesto que los festines y mesas de ceremonia me han hecho roble de sus fogatas, la alegría es mi pluma, mi dulce cielo mundano, se acarician las nubes cuando te ven gozar. Y lentamente soplo mi canción, errante deseo de ver tu espalda eternizarse.
Sobre el puente japonés yacen ya las estatuas andantes, las fuentes solitas con su fluir inexorable, pero justo por debajo yace el cantor, relatando lo que él mismo fue elaborando, artesanalmente, con sus verdades que son versos ahora cantados por los bosques.
XLIII
Exposición
Bienvenido a mi galería estimado Leopoldo- Timo resume la inauguración en una frase-, exposición que junté después de la carencia de fantasía en mis días, de la bienaventuranza de los olvidados tomando forma en los cielos más altos, y persiguiendo los satisfactores vencibles. Fui develando las verdades, nunca encontrando, dejaba ligeramente que se apreciaran las unas y las otras, colgándose de sus ramos hasta llegar a mi hojarasca vivencial, con esos banquetes y degustaciones que la lentitud acomete. La lentitud y ternura de mis obras. Esas son los besos que le ofrezco al cosmos. La nada furtiva, que yace acobijando a los tótems entre los cañones de sumidero, a las aves guerreras que nos brindan las esencias como caricias, para nuestro tacto y sueños, así con la abertura de una boca sonriente que inhala el aire frio de los arbustos, recién bañados por el aire nocturno, abrazando al miedo, haciéndole el amor a la negación, nos susurran la finalidad última de las historias de los abuelos, de las olas sencillas por el rio reclamando un lugar en la memoria. Con única finalidad: proteger a los que no oyen, a los arboles encaminados sencillamente a crecer. De esa forma nos balanceamos en la hamaca de la sencillez y desinterés, de ahí nuestra humildad en esos lazos circulares abrazando al cuerpo de la muchacha amorosa.
Mi exposición Leopoldo, está llena de los ramos que sostienen nuestros cuentos tomados por verdad, son los lienzos que duran siempre, son el siempre, los escritos en forma de absolutos, en forma de dioses cantores. Sólo los que se han atrevido a ver a los ojos serán los que enseñan, porque ahora mis predicciones entre la valentía y la persecución de alientos olvidados es siempre volver al sanar, a la curación, a la protección. Si, te invito Leopoldo, para que nadie te haga daño. Nos pintamos en esos lienzos perfectos, bellos, pues no se traicionan a sí mismos, ahora que los ves, porque has querido ver, que crees en ellos, puedes hablarles, acariciarles y sonrojarles como ellos lo hacen a ti, cuidado hermoso Leopoldo, las disputas existen también, la confrontación se hace imprescindible, el encuentro del otro para defender tus causas, tus ideales, ¡oh, eres tan libre y rico que lo único del cual poseedor eres, son tus ideales! Libéralos Leo, a ellos ahora que también los ves, enséñales a ver, lo que ellos no. Y volvámonos lienzo para el eterno mañana.
XLIV
Puente
-Quédate así, exacto, que todo el puente colgante se regocije, se apene de hecho, por ese perfil derrochado tuyo – Leopoldo contribuye con su voz al vacío en el puente-, siempre tuyo, a través del camino ahora el cielo desciende. La burbuja celeste en forma de botón purpura sobre el saco del sastre pobre, ahora te la tragas. Te veo aplaudir hacia los segundos y dices: “Si, anda, qué bien que pasen sin amontonarse, solos a través de las neblinas de las fatalidades, pero por lo menos te queda eso, tu necedad de ser más vivo que ayer, tú que siempre llegabas tarde, aquí quedamos sin amor, sin tu amor.” Te quejabas por los departamentos que sonaban a retirada, los fríos de mis rascacielos, esas ciudades que cabían en la palma del corazón… ¡ven! Así abrazados a mitad del puente te regalo mis palabras, mira que son humildes conexiones de soplos, energía que pinta, te obsequio mis conceptos y metáforas, anda, aprehende al mundo como yo lo hacía porque ahora nos pestañeamos en el mismo charco de concepciones, vemos al unísono y nos tomamos de las mismas evidencias para poder salir, simplificar el caos, dominar la libertad, decirle piadosamente que nos perdone, que podemos arrodillarnos ante el desentendimiento de la bohemia del cielo, ¡cómo se mofa!, por su esbeltez nunca tomada, bailamos con ella, nos encanta, nos hace el amor en medio del salón, nos da goce, pero nunca, oh chica, nunca, se ira con nosotros…esa bailarina sólo la puedes interiorizar tanto que volverá a ocurrir, pero con más fuerza. Aquí y ahora, al igual que el niño amoroso a su primera vida: “Hola, la verdad es que quisiera dibujarle un corazón de bosque, pero no sé dibujarlo así que se lo dejo en palabras”. Justo de esa forma.
-Ahora que nos hemos agotado entre tantas callejuelas, me preguntas ¿si vendrás? ¿si el girasol reencontrado exclama unión? Escúchame bien, hay sueños que me acercan a ti sólo para reposarme en tu halito de espejismo, me pregunto por las mentiras dadas por lo real, porque siento tu aliento, tu escala existencial en mi campo armónico, basta con cerrar el afuera y tocar el adentro ¿de qué color son tus lechos más profundos?, para verte tan límpido, tan en levedad, frágil siendo reflejo dado por la fuente. Siento como tu mariposa más interna yace petrificada, como aliento de la rosa quieta. Arreglaré mi casa interna, para que cuando hayas vuelto, puedas pasearte y te diga “mira, aquí fue donde puse al gato.” Eres el sueño que más parecido posee con la realidad- la amorosa Gabriela ahora calla y abraza a su amoroso Leopoldo.
XLV
Arboledas
Dicen que cuando pasaba el roto Leopoldo había risitas en toda la arboleda, como si fuesen yoyos de alguna mano alquimia. Eran de las fuentes esas risitas, eran sólo de ellas, pedazos de mármol estacionados en la mundanidad, para recaer en la congoja y en la mofa, de quienes han vivido por vivir y no se burlan de otro, porque son valientes y ellos, ellos sólo se ríen de ellos mismos y nada más, nada más.
Es la apertura la forma abierta que origina visiones del mañana, entendido éste como la forma de revolución más bella, la que permite sentirse fuera del aquí opresor, del que remonta sus señales de humo a una realidad atrofiante para el ser, de las que no se acomodan, de las que no se coordinan para saltar, bailar y amar, y solamente muestran la risa sin ningún artilugio. De esa forma los amuletos de las suaves añoraciones son para los mortales designio perdido, porque para encerrase en la mortalidad es sencillo, es en realidad el proceso y fin de los estamentos de la actualidad, de cualquier actualidad que este fundamentada en el deseo de apropiación, de codicia y resentimiento. Ahora que nos vemos atravesados por esas flechas podemos desentender a la razón moderna del sentir perpetuo, ofreciendo las antologías del pensamiento sensible por las de la apertura. Para ello, sólo podremos atrevernos querer por medio del salto del afuera hacía el adentro, obedecer a la levedad de la intuición, la ligereza que permite a la bailarina acomodarse entre los espectadores, los oradores romanos que salivaban con tanta vehemencia ahora permiten crear una nueva armonía la de ser en el aire y no ocultarse en él.
XLVI
Quebrantos
Hace frio en las ciudades, con todos sus trenes y humos que acontecen, claro que hace frío, porque el frio es una posición existencial, sólo lo siente aquel que se ha acorralado en sus humos, con todo y sus mil humos no logra olvidar. El lado corpóreo más sensible que es aquel otorgado por el frio, oh corazón de luna aquí perecen los gitanos, los viajes, los llantos, en las ruinas dadas por los suspiros, y los quebrantos marchitos de colibrí moribundo. Son en estas ciudades hechas de frío donde acontecen los oscuros discursos del lado inaprensible de la soledad, los tumultos sin ideales, de las masas que sólo están para consumir y ser consumidas. El verdadero frío es cuando no se ve el alma, cuando pasamos desapercibidos por los rincones del amor y el recuerdo, cuando no Leopoldo, cuando no Timo, cuando no Gabriela.
XLVII
Mañana.
Mañana, el seguimiento, las letanías, el inconcluso movimiento, brindar del acto poético a la majestuosidad del devenir, apoyad a los inconclusos puesto que sus remedios como planeadores son pensamientos seguidos. Por ahora la casa de flores hecha de ayeres requiere nuevas pinturas, así vas encontrando la voz, la más callada, la más más, puesto que de todas esas requerías cada una de sus consonantes y vocales. Ahora que el deseoso aparato aparece como el planeador inaugurado; tomadlo y arrancad el seguimiento, ofrecerle a las continuaciones las líneas predilectas por los tumultos de adversidades, la improvisación deseada, la bella crianza entre los adornos de cotidianidad y los postes de trascendencia, no desviarte y mucho menos temer morir, porque las muertes ya las vas conociendo y ellas a ti, ahora se sonrojan, pero hay de aquellas indescubiertas, de aquellas necesita el ser, de aquellas que retruenan ansiosas besando las opciones de aparecer, lo indescifrable, yacen quietas posando sin inmutarse, tienen el gran aire de ser alguien dentro del circulo de las muertes puesto que son desinteresadamente apuestas, no les interesa en absoluto el devenir mismo, pues saben ahora que ellas son devenir mismo, y se muestran leales al hecho, por ello se asoman de una forma de lago de noviembre en Chapultepec reflejando para los trémulos silbidos de la trascendencia, de aquellos que quieren en verdad trascender, son ellos los que se asoman y se recuestan sobre el reflejo y con mucho ímpetu, con un tanto de locura logran verse en el lago. Ahora son ellos la muerte, ahora son devenir mismo y por fin ahí logran continuar sin el miedo pertinente que requiere la improvisación, la transición por fin se reedifica, ahora las casas hechas de flores yacen marchitas, se vuelven febrero seco, ahora son conocedores y por ello vuelven a ser bellos, encuentran de nuevo la belleza, pues por ser pura poesía se vuelven clandestinos, así obedeciendo a la intuición, al sueño, al idioma inquebrantable de los sueños, ahora empiezan a posarse como una, no como una, sino como la muerte desinteresada del todo.
XLVIII
Continuidad
-Venía a visitarte con mi voz, con los buzones de tierra morada…. para crearte las ventanas de saludos entre buscados. El amor es así va y te descubre, las faltas cometidas, los ciclones que nunca tapaste, es descubridor. Cuando te fuiste…nunca supe bien en qué fundamentarme, qué criterio de validez ahora sería mi celestial, la rama donde podría existir. Ahora ya no estas, se explica fácil. De nuevo fundo exposiciones de esculturas, castillos falsos de nuevo, y los azulejos todos ellos son un imaginario, me deshago, no existes, ¿qué me ocurre? Me da miedo que me veas crecer sin ti, me asusta y me apena sentirme joven y viejo sin que tú marques el continuo… entonces, en ese entonces te da por ocurrir, con esa forma resoluta de hacer crecer las lluvias y poetas oscuros a la hora de la comida, te gusta eso, vivir para hacer bailar a la realidad, era ese su asunto alegre, siendo jacaranda a mitad del patio, recuerdos extraviados y salvados, de esa forma siendo y estando en las pieles del ahora…te gusta bailar con la realidad, entre cada pliegue hacerle el amor dancísticamente- Leopoldo para Gabrielle.
XLIX
Guion para títeres.
Primero: entender que podrían pasar las hojas de bugambilia desapercibidas.
Segundo: cada nombre es un pedazo de raíz para columpiarse con los verbos y silencios del ser y comprender que la naturaleza del rehilete es para hacerle frente a lo esencial como opresor movimiento de pseudo-verdad.
Aspecto último: cada uno de nosotros es la continuación del sueño del otro.
L
Paisajes
– ¿Cómo le hacían los amantes para sobrevivir en la guerra? – lanza Leopoldo intempestivo.
-Se escribían- acude Gabriela, contundente como siempre.
-Y ahora que apareces, porque lo decides así intempestivamente, como todos tus músculos exhortando al espíritu a ponerse frente a mis ojos, te veo quieta y bailando. Es curioso, cómo ciertos paisajes hacen significar nuestro continuo, cómo el patio lluvioso, tu cabello lunar, esos brotes que perecen porque son recuerdos de atisbos perfectos, van poniéndose de esa forma en nuestra percepción vemos a través de esas jacarandas a mitad del universo, y el hecho de verlas es porque todo estaría bien siempre que veamos al mundo a través del paisaje fundador, de los que me ponen valiente, dispuesto a crecer y volverme sueño en ti.
-Te deseo un deseo mi deseo. Las callejuelas con esquinas de luna azul, el atrevimiento indicado, los mares, tus ojos esos que hacen que se encuentre la alquimia de lo desaparecido y recobranza de lo insondable, así desaparezco en las ramas de tus pestañeos, y me entrego a ti. Con el frio que llega por pensarme fuera de ti. Te deseo los viajes al mar con los pianos de un malagradecido desencuentro, la belleza fortuita de la pérdida del todo, para nunca volver, nunca volver. Y en el dilema de los cielos te abrazo, deseo a ti, escógeme como tu paisaje para aventurarte a ver mundo. Ven, por favor.
LI
Libertad
De esa forma salen a tomarse al mundo Timo y Leopoldo, se recuestan en cada uno de los segundos y se apropian del tiempo, explicitan más aún el encantamiento de ser tiempo, porque a partir de ese diluvio de arena marchita somos y amamos en libertad, libertad amamos, ¡libertad te amamos!
-A decir verdad, vamos desapareciendo amado Leopoldo-sacude Timo con su voz-. Pero nos sonreímos e inclusive llegamos a enamorarnos. Para resistir hacía falta tomarse con la voluntad el ramo del mármol más encontrado, así dejándose ser y ya. Recuerde aquella época, los signos hablaban mediante las cosas, las letras eran en sí y no para sí…hablaban el cosmos pues eran cosmos, la trágica separación no habitaba, y por ende la música cobraba el privilegio de ser la danza de lo real…y el adorno del sueño…recobrad, abogad, exclamad la similitud del cielo con el ser. Porque se trata de afrontar con lo que uno lleva dentro a lo que afuera persiste, persiste como fortaleza de lo inquebrantable, el muro de insistencia para hacer caer al otro, llevar el cosmos dentro, en los muslos, cargando profecías, tomar los cuentos por verdad e interpretar infinitamente, porque creemos en la narrativa que vamos extendiendo para con los otros y claro que… somos infinitos.
LII
Desavenencia.
-Tal vez, Gabriela, tendríamos que reinventar las frases harto conocidas, de esas cincuenta y cinco eternidades, hacer valer los pestañeos, los ritmos, los cielos ya vistos, darles el soplo, insuflarles de sensaciones que hacen cobrar lo ya harto conocido como genuinidad, aquello puro que hace que saltemos de nube en nube… tal vez tendríamos que darle significado a la existencia de lo cotidiano hacerlo dedicable y entregar el murmullo del mundo como nueva lluvia en el horizonte de lo eterno. Pensaba que ya me conocías de antes-resuena el verbo de Leopoldo.
-No desde hace muchas jacarandas-Responde Gabriela hambrienta de disentir.
-Entonces tendremos que bailar.
-Pero si ya lo hemos estado haciendo.
-Fumando los paisajes longevos del cielo.
-Andando ando.
-Espero no tardarme mucho, ahora ya me crees de otra forma, me bebes en agua de miel.
-Puro Mezcal.
-Para creer al otro como inconquistable.
-Y excitarle la idea de estar entre: me siento aquí y ahora, me bien siento.
– ¿Por cuánto tiempo más bailaremos?
-Eso depende.
– ¿De…?
-De si la noche se enamora también de la danza, y permite quedarnos acá.
-Ahora con esa secuencia infalible, habremos de cerrar los discursos, captar las solturas, las bocas abiertas con esas malditas ganas de hacer el amor.
– ¿Pero joder, por qué tuviste que haberte ido?
– Yo te espere y no pudiste, no pudiste, simplemente no…escuchaba cada canción, acorde mudo, música que realza a la música…y tú escuchabas mis pasos que fundaban mares hechos de noches, porque estabas vos, estabas vos hecha de noches.
-Con playas mediterráneas hechas de tu cuerpo confundo la playa con tu sexo. Ahora, habremos de tatuar en el viento monumentos al vuelo de la abeja, que se rebela a morir y mantener así a la pureza viva.
LIII
Añoranza de Timo.
-Sed honesto, escribid para el violinista praguense, desdichado, marchito, que posee a las margaritas como saco.
Para el endemoniado soliloquio de los ciegos repasando presencias, olvidadas, recordadas, creadas.
El cerezo como esencia de lo callado, trémulo, suicida; motor y pluma alada de nuestra tinta.
De la muerte de la luz como momento inaugural de los escritores sin manos, la escritura sin memoria, sin futuro, la escritura a lápiz como muestra de lo humilde y frágil en la creación.
Sed honesto, escribid a los delirios de los pintores deshonestos con lo bello. Sujetos que mienten para crear verdad, lo bello como traición a su creación.
Escribid para los marchitos y malditos. Los traidores de la estética adecuada…
LIV
Añoranza de Ella.
-Estos vientos tristes hechos de endurecimiento, de las costas que tienen las ausencias, de los cielos hechos de grisácea contemplación, ahí aparecen los derrumbados, de los que tienen calles vacías en vez de venas…para así retener de los silbidos; su fortuna de ser aire mismo, de ser escritura callada.
De eso estaba hecha la soledad, la que se requiere de un sueño a otro, para bailar y soñar de lo que somos cada día parte: del solitario paraje. Existir, seguir con los otros, los dulces soliloquios de vida llena de sueños y sol.
Tal vez soñar era precisamente eso; vivir al revés.
LV
Fenecer
-Hace mucho que no visitabas, a decir verdad, no me he visitado mucho- musita Timo con un dejo de tristeza, después de abrir el portal de su hogar para que Leopoldo pudiese colarse por las vistas de lo terrenal, y suscitar por el fondo que yace musicalmente entretejido en las estancias fortuitas-. La música colorea, Leopoldo. Yo te lo digo, el hecho de cambiar de una idea a otra tan rápidamente, eso sólo puede ser obra de un ser sensible en su paroxismo, y hábil, y nada rencoroso que deja lo que hace para regresar a lo que alguna vez hizo. La música es un ir y venir, entre eso que usted denomina allá y aquí. Es la cadena que circunda a los dos hemisferios. La creencia de este artilugio, la conciencia de éste provoca poder brindarle al que lo sabe, la capacidad irrevocable de ese ir y venir, cuando le plazca. No podríamos entender esta experiencia salvo si nosotros mismos obramos como el punto medio en sí. Es decir; volviéndonos uno con la música. Colorear pues somos color mismo.
– ¿Cómo lograr tal estado?
Timo ha escuchado, suaviza los alientos de pétalos en palabras.
-Un tanto aquí y un tanto allá, hermoso Leopoldo mío. Con cada sutileza y perdida de sí, donde los silbidos son silencios, y recuestan a los mismos imperios. Con esa parte que se marchita, se mueve, se agota. Rayar en el sonido primigenio del azul, resistiendo, aguantando a ser parte del lienzo inagotable, descendiente escalera que sube y que baja. Que retoma de mis ánimas lo necesario, lo vasto. Deseo fortuito de la nada.
Timo abraza estrepitosamente a Leopoldo.
Ambos son ahora sonido, feneciendo en cada nota-palabra.
LVI
Melena
-Hay tiempo. Si creamos nuestros tiempos; crearemos nuestros mundos, porque el alma del mundo es el tiempo. ¿verdad? Sólo hace falta que levante la mirada y ahí estarás, y me destruiré en tu pupila. Con avionetas de placer, en los bellos obeliscos de tus piernas, me causará un tanto de cosquilleo verte. No estés triste Gabriela habrá quien si abrace el cielo-recitaba Leopoldo, acariciando la melena de ella, como si fuera la última de las ventiscas de placer en el desierto.
-Así como se puede recoger la palabra por el sonido que emite, podremos recoger el sonido del mismo devenir en la muerte -contestaba Gabriela con placer en su voz –. Pensaba, tal vez, somos esos astros que cuando se tocan haciéndose el amor, estallan por dentro del otro.
-Me voy a hacer de tu boca un bosque de bellas secuencias, de imágenes con mariposas multi-deseables, que van dejando los sonidos de una infancia perdida. Ahora tengo miedo que el bosque seque, y los sonidos desaparezcan en esculturas de gemas rotas. ¿será acaso que mis creencias? ¿Mis ingenuidades? Sean loables para proferir besos de ausencia, que vayan soñando en cielos de orquídeas, con aire enamorado y agua de bugambilia. En la quietud y revoloteo de cascadas de sueños natos. En esos cafés tan terrenales de agua fugaz, he de transformar los sonidos en bosques de insomnios, alientos sueltos, platicas de algunos otros sitios. Con trayectoria de pupila somnolienta, en esos bellos gestos con manos de humo. Por ello, por más; me voy a hacer de tu boca un bosque de bellas secuencias….
LVII
Vacíos
-Que no se te olvide Leo, yo te había visto en otra arboleda. Ahora, es el cuento de tu voz el camino, mismo camino que es el fin. Sí, mi Leopoldo, ya vamos invocando, pues fuimos nosotros hilo también, estambres con un significado vital para el otro. Somos verbo en la prosa de vida en el otro, ¿qué personaje, qué hilo sos vos? – empezaba Timo, una vez más.
Ahora, el gato a mitad del vacío de la avenida, emplea cada garra para acariciar, sentir el placer en un vacío. Si bien Timo y Leo encontraron en el vacío al gato, el gato a ellos no, sólo existía un recoveco de vendimias presentes, donde la tinta de la noche se escribía sola.
Sin otro medio, era el medio el propio fin, y la noche como el gato se creaban a sí mismos caricias de placer, auto-infringidas, ya que, para Timo y Leopoldo el gato era un placer en sí, como la noche, claro.
-Yo te dejé aquí, ¿quién te habrá llevado? – profirió Timo tremulante.
“El viento, la locura, que son lo mismo.” Pareció escuchar de la noche.
Otrora la voluntad de los hombres se va doblegando recalcitrantemente porque tiene ante sí la voluntad de los silbidos, que compone el campo caótico y armónico de la noche, Leopoldo y Timo, ahora van a partir lejos de sí para tomarse entre verbos de otras locaciones.
LVIII
-Siempre habías que llegar y proponerme ir a una tierra distinta, pero si antes de irte a algún “dónde”, te fuiste a algún “quién”, a mis pechos, ¿verdad, brujo bobo? -Ella susurraba sujetando el aire con sus manos.
Leo aparecía en los momentos menos fortuitos y seguía tomando la boca de Ella, es decir sujetaba el aire con sus manos.
–De esa boca, déjame hacer mi Valhala, y de tu espalda un dulce arlequín. Nos iremos, lo sé, si no antes la locura o el viento pasa por nosotros. Para ello tendríamos que resguardar nuestras miradas vivas, en algún “dónde”, ¿no crees? – decía Leopoldo con la sonrisa puesta en el pecho lleno de tristeza.
De los que pueden y podrán seguir consumiéndose en pestañeos letales; la soledad acompañada, se les es bellamente reservada. Ahí iban los dos alcatraces, en los rieles de una estación vieja de trenes, qué mejor locación, qué mejor tierra que las vías de trenes hacía algún lugar, cierto era lo que Ella comentaba, antes de irse a algún “dónde” había que recorrer las pieles de las vías del cuerpo del otro. Eran por sí sus propios motivos para andar en esa soledad acompañada, llena de tinta viva, para cada paso ser un cántico a los momentos secos.
-Siempre te he imaginado en alguna parte de alguna ciudad, observando algún aparador. Y pienso, que… si bien estuviste ahí, fue porque había un camarógrafo, sólo, detrás sonriendo cada que vos te sentías tocada por la casualidad- Leopoldo ahora rasguñaba los rieles con sus zapatos de segundos chillantes en la nieve.
-Shhh, calla y verás…que a la magia necesita, le urge; ingenuidad -contestaba Ella, tambaleándose, danzando sin equilibrio sobre las vías-. En los signos que arrojan los amuletos, voy haciendo camastros que recuestan mis jardines de vida nueva, ahora cada preciso andamio, del que se construyen estos castillos de miradas. Fortuito, lleno de vida; alegría triste, orgulloso para de sus alas, como labios recitando nuevos andamiajes, lunas deshechas para naufragar.
-Habría que hablar sobre el suicidio, la felicidad, los atisbos iracundos de vida, cegados por el continuo superficial. Habría que subsanar los latentes bramidos del espíritu, viajar en alma- ahora Leopoldo besa a Gabriela.
LIX
Llamados
-Sobre los llamados. Son desacuerdos de los continuos y alados extravíos del mismo silencio. Escuchamos los llamados cuando nuestras propias voluntades se han cansado de reconocerse, como lo que son; infinitas. En esa gruta del silencio alado, aparecen los suaves designios de las voces, que invocadas nos roban y extravían las voluntades, nos hacen dormir, sin caer en el sueño. Los llamados son la prueba de la voz que existe en el silencio, el brindar, el postrar la energía en sí, para que el otro pueda sentirla, como cuando se asoma a ver que el hombre yace en la trompeta profunda de aquél o éste músico, por ello la música es la madre de los llamados, pues da cuenta de aquello intangible, más no insensible, por ello entender que los llamados son muestras de los callados gritos, que recorren nuestros pasos nos permite; escuchar del otro lo que uno no puede por sí sólo. Porque vamos desprendiendo o absorbiendo, los pasos son perfume del cielo o misma grieta ardiendo en el cabizbajo zumbido de los parpadeos. Una muerte por cada parpadeo, van solicitando los llamados a caer sin soñar, por la misma desembocadura de donde fueron proferidos, es el vestido de la inocencia lo que permite prescindir o bailar con ellos, en esa ingenuidad de gema rota las estatuas son cobradoras de movimiento- profirió Timo calladamente.
-Gracias maestro- Leopoldo ha vuelto a ser atormentado por un llamado.
LX
Otoño
– ¡Tú, mi sin lugar, ven, abrázame, te he extrañado! -Gabriela exclama desde sus ventiscas.
-Ella, solamente ella con el mar hecho su boca, arrebato de su presencia estallando, en mi agua de nervio-Leopoldo recita al viento de otoño.
-En un momento más, tal vez más para allá que acá, he de comenzar a flagelar mi percepción, y tú a resentir. Porque se vive desde la corporeidad, el sentir genuino de una revolución de piel. Poesía son tus muslos retumbando y creando mar- Gabriela gritaba palabras brasas en hogueras mojadas.
-Mmm, sitio perfecto del abandono y naufragio erótico. Ven ya abrázame, sólo me fui dos estaciones ¿encontraste aquello? Ahora ya puedo decirte que has naufragado, si, mira hice todo lo que me pediste, aún con ello, no ha dejado de llorar la sonrisa lágrima de mi pecho. -Sí, si lo encontré ahora ya me puedo recostar y ser madera, que se deshace en tus costas, poesía de agua, agua de poesía- ahora contesta Gabriela, versando de tonos azules a morados moribundos.
-Muslos tuyos retumbando y creando mar- Leopoldo exclama sobando la espalda de ella.
– ¡Oh mis ojitos tristes, el amor nació viejo! El derecho a la tristeza, como silbido hueco entre laureles atormentados por la lluvia. Querer y soltar al otro, para amar en verdad, en vida, habitar las palabras como huecos de aire en girasoles danzantes. Para ello sentir es a verdad- ahora Gabrielle se apodera de las manos de aquel, para empezar a crear sentido desde la experiencia de la resonancia corpórea-. ¿Ahora en qué parte del cielo hemos de permanecer?
-De los que pueden y podrán seguir consumiéndose en pestañeos letales. Con cada flagelo agravio, son meditaciones, ánima de la muerte. Signo callado del éste para el aquél. Con sueños de cielo rojo, para tener más callados los músculos del viento… ¿qué campo, qué encuentro, es el de nuestro cuerpo? Para la belleza del agravio; esperar, siendo bufones de la ensoñación. Para el arte más real: crear – procuró musitar Leopoldo.
-Y acá en tu mejor poesía; yace seca, yace inerme, viva, fatalmente, la locura y el viento que me han de llevar- sonríe ella, para sacar de su bolso de abrigo rosado; su mano y tocar el pecho de él.
LXI
1999
-Recuerda 1999, Leopoldo- rescata Timo del silencio sus palabras, a mitad de calle-, recuerda que nos van asustando los que no aman en fuga. En ciertas orillas de la luna se ven reflejados los hombres y mujeres, en su continua represión del afuera, y se ven reflejados, en las partes confusas, elocuentes y atormentadas, por el claro-oscuro de un delirio exquisito.
Recostados en el máximo descendimiento de las verdades a la parte más humeante de las costillas del devenir. Los dos, para cantar con otros rostros mareados por los cigarrillos ahora besos, que amaron la inocencia y la injuriaron, le demostraron de qué estaba hecha la soledad. Retoman el silencio del coloquio de los negados. Al momento donde las hojas se sueltan como ventiscas frías de una casa solitaria.
-Ese es el momento preciso de la obtención de “ellos”- musita Leopoldo, resignado en su propio remedio.
-Cuando son las azucenas de calles, anfitrionas de los negados, que ven con mi amado tiempo, muerte de la vida, como ahora me muestro, con la herida de la experiencia, de mi arte, individualidad desvanecida de viveza. Es ahí para sostener de sus desvanecidas manos que podemos situar el miedo del encuentro, encuentro del ensueño envinado, ebrio de solturas, ahora que podemos, vamos a descender, a ocurrir entre los oyentes del silencio, condicionado por el caos en el signo, parece que somos del tiempo su artilugio más fiel, pues vamos volviendo a sí, como verbos negados por la lengua. Es la marcha de las esencias donde la herida de la experiencia habla, y así crea, porque hemos estado creando.
-Esa obra tan suya, mi señor- resuelve Leopoldo para sentirse en tiempo Timo.
-Claro, pues nos hemos desvelado confabulando los estruendos, y las caricias inoportunas como resentimiento, haciéndole el amor a lo trágico y lo cómico, como las orillas de la luna que nos besa cada que nos sonreímos y lloramos, la obra, mi desaparecido Leo, es eso un “mañana”, que mis venas donde han transitado los exquisitos claro oscuros, puedan acometer, la creación del paisaje y sentimiento que lo sostenga, por ello cada una de las venas son artilugio de presencia, hilvanarían de la herida en lo callado, cuerpo que retumba, lenguaje situado en lamentaciones, de cada una de las vidas, que transitan esa individualidad creada humo. Para dialogar con los llamados, con la marcha de las esencias, con las galerías de los conjuros, y con vuestra Gabriela es preciso y precioso el canto de lo oscuro en lo claro, del desbarajuste continuo de las heridas, en la existencia y experiencia, hacer y ser. Entonces nuestras posiciones existenciales, lo que hace que la vida sea más que vida, podrían albergar; la alegría, la fiesta, el juego, la subversión hacía lo cotidiano, hacer filosofía desde la risa, sentir desde el suspiro y conocer desde el beso. Ser desde la sensibilidad del baile- contestó Timo, tambaleando sus manos y brazos, cual si tango en arrabales malditos.
Los dos hombres confundidos han tomado las hojas de sus voces, y se han percatado de sus confusiones, de la violencia creadora y la libertad del azul nocturno en sus pechos. Ahora son de ese “ahí”, en hojas de vuelo perpetuo, fatal, intermitente, suyo.
-Ya en los laureles en lágrimas de los dejados, me he prometido amar en fuga…-cierra intermitente Leopoldo soplando la velada sofocada.
LXII
Aquí y ahora
– ¿Hasta cuándo dejare de sangrar? -pregunta Leopoldo
-Cuando dejes de no reconocerte en el aquí-contesta Gabriela.
Para los dos que existían, era precioso el instante fundador. Desperdigados, así en continuos encuentros, como el principio que se va creando en sí. Porque para ellos que existían en su “aquí”, en su siempre, extensos, cada que Él empezaba era porque le dolía la mística:
-Podrías por favor, empezar a confundirme menos, ah, duele, van siendo estatuas quietas, no móviles, mis venas, ¿Por qué te fuiste?
-Vas a empezar de nuevo. Mira que te escucho, mira que vamos desapareciendo, pero ves, ahí, justo ahí me entretienes para que te derrumbes, tal torre de babel, así creando disonancias, de acordes y voces. Tengo miedo, mucho, que cada que llegue no haya silencio.
-Ya no te vuelvas a ir.
-Pero, ¿qué quieres? Allá hace frio.
-Desengaño, posición de la creación, ahora somos agua confundida, ven, no te vayas a caer.
Los dos rozaban la avenida 583, a modo de salir, un puente hecho calle, calle hecha puente.
-Un encuentro, por favor- pedía Leopoldo al lado del puente.
-Que sean dos.
– ¿Y si mejor caemos en alguna laguna?
-Vamos a estar en rápidos aleteos, que, con sus rotas alas, nos van a callar.
-Entonces caigamos.
En ciertas, varias lagunas, los oyentes se prestan a corroer al otro, como nubarrones de agua quieta, incendiada, en una estética del bosque en llamas, que se aprecia la muerte de la belleza y la belleza en la muerte. Fenecer, reiterar y quedar en lo perenne del silencio, pues de los ciegos tristes, que van viendo el silencio, somos ahora ciegos del sonido de la conciencia.
-Ven, seamos, y así en este baile descontinuo, del que aprecia la belleza de la muerte, y muerte de la belleza, en un paisaje solitario, ¿invierno, puede ser? – profiere Leopoldo, resurgiendo del agua de laguna.
– Vale, invierno.
-Vale, entonces veremos resurgir la grieta del silencio, que nos lleve.
-Tal carava de gitanos en el 99´.
-Mención órfica, usufructo del que sigue llamando con la voz. Somos playa y puente, que se temen y se tienen, en ser discontinuos de un constante encuentro inconcluso, por ello nos compartimos ecos, creación de lo interminable, de lo infinito por su desavenencia con lo completo. Es por su ruptura que gritan eternidad.
-Y soledad.
-Cada vez que voy, me asusto. Me asusta que no haya silencio, ni morados, ni rostros que cuando callan; gritan.
-No vayas, quédate. Voy a pedir al viento tu nombre, y no a entenderte, resquebrajarme en cada sensación vuestra, amada pluma rota, te deseo un deseo mi deseo.
-Te cielo mil cielos mi cielo.
Y ahora sueñan, Leopoldo y Gabriela, sueñan que logaron por fin soñar.
LXIII
De cómo las ideas alcanzan su eficiencia creadora, estética, histórica.
-Me gustan los que viven en sus palabras, heridas, gemidos, susurros, y ahí habitan, que de la poesía se hacen sus humos- comenzó Timo esperando que nadie o el viento, le contestase.
-Cambiemos los paradigmas- pero ahí aguardaba Leopoldo, tan ingenuo, tan interesado.
-Reinventemos las frases ya dichas, sí. Busquemos nuevos conceptos para aprehender las realidades indómitas, soñemos, atrevámonos a ser, atrevámonos a ser, si, así, escríbelo, aviéntalo, grítalo: con letras magnánimas: ¡Atrevámonos a ser! La voluntad de los hombres se va doblegando recalcitrantemente, porque tiene ante sí la voluntad de los silbidos, que compone el campo caótico y armónico de la noche o del placer, otrora; tan visible eran ellos mismos, los dos en sí…pues es preciso el atrevimiento al gozo, al imperativo de ser, atreverse, en el precioso segundo de constitución. La cuestión del contra-baile, contra-cuerpo, segundo que marca la creación; el atrevimiento. Imperativo categórico de vida: ¡Gózalo! Gozar la tristeza. Gozar la resistencia. Gozar la vida en la muerte y muerte en la vida. El derecho a la tristeza también es una resistencia. Hace falta hacerle el amor a la noche, destruir los viejos aires solitarios. Hace falta incendiar las ciudades del miedo, corromper el silencio con la cruz de lo naufragable. Si, en efecto, hace falta soltarnos en el continuo vacío. Como ángeles ebrios de una luna corrompida, así para adentrarse a la experiencia de la libertad ingenua, que requiere toda contemplación. Se vuelve el no saber nuestro saber, como el incienso es agua para nuestra sed, humo líquido, ardiente, ahora; sangrante verdad.
-Buscando algo que se había perdido- desvanece Leopoldo en la palabra, saboreando cada colmillo de voz.
-En las continuas rebeliones del ser por el ser, desde el modo de gorrión negro y rojo,
hasta bella magia azul. Ese pulso, eso inefable, la sonrisa lo muestra, ¡la lagrima! Abogar y defender a la lagrima como verdad en sí; el cuerpo como lo demostrable en sí…
– ¡Qué vivan los malditos negados por lo social!
-Exacto, Leopoldo, por fin. Porque aquellos que descienden a las hecatombes del ser, a las lunas rotas de madrugada, que estallan por dentro, ellos dedican la soledad adecuada para la creación pertinente al clima de voz.
-En el lenguaje del mundo, oigo de nuevo las metáforas de una gota caer, y oigo así el colapso de Roma. Dada su constitución por sí. Y así el mundo hace habitable las estelas, como luces en el cielo.
-Cada frase escondida en la risa del viento.
-Tal vez, el viento es una perversión del alma enamorada…
-Siempre nos quedará el viento y la música, como gemas en el aire, vientos de risa, soledades acompañadas.
Y en esos conjuros a queda voz, era donde habitaba la promesa más trascendental; la permanencia en un juego de locuras sueltas, la risa como eterno sonido en la parafernalia de arreglos.
-Son vagos que recolectan nauseas, los que ahora me acompañan, amado Timo, nos confundimos, nos explotamos, como petardos en un sueño. Ahora me entrego al soliloquio de los ausentes. Huérfano suplicio de mis manos alcatraces. Vendedoras de tristezas son ahora mis pupilas.
-Vigilantes de la belleza maldita: acomodarse entre mis asientos. Hacerte mundo, mi dulce alquitrán ardiendo. Leopoldo, veo los jardines de la Facultad y el cielo me pregunta: ¿Qué es ilusoria; esa paz perpetua o la violencia eterna? Entonces un poeta se carcajea.
-Se trata de llegar hasta la hora del viento, de llegar hasta el final con el otro. Aún, en la desesperación, aún en lo ignominioso del corazón, se es hasta el final… y sí, el costo del chamanismo es y será la muerte vitalicia.
-Ahí donde yace una apreciación continua, un esparcimiento de la embriaguez, la hermosa connotación inaudita del sentir por el sentir. Ahí aflora la mejor estética: la de optar por sentir, contrario al desinterés kantiano, pues existe toda la subjetividad de por medio, el todo subjetivo es menester que retumbe en toda la creación y apreciación. El a priori más bello y condenatorio es el de decidir sentir. Optar por yacer en lo fatal, asir lo inmediato fatídico. Decidir estar preparado, a revolcarse en los helechos de sangre en hojas de la experiencia.
-Cuando los prejuicios caigan el arte se mostrará al hombre tal y como es: libre, de ser aprehendido, ilusoriamente tal vez, para poder liberar porque éste es y será libre.
-En la meta-fase del sueño que es el cine, ahí le aguardo.
Se van en látigos de suspiros fríos, que calientan, ahora calientan.
LXIV
En fuga
-Ven, ya te dije que permanezcas, que me asusta estar acá. En pleno vuelo de paloma en plaza vieja-Ella.
-Tranquila-Él-
-Siempre que me dices eso, yo me rio, porque genuinamente, la tranquilidad es aburrimiento.
Y salían así, cuando el día va muriendo, ¡por fin! Con la risa de lo espontáneo en las pupilas.
-Dulces consolaciones para un alma en fuga. Eso requiero Leopoldo. Poner la mirada en lo que se va, en la belleza que se va, tal aire atormentado de amor. Pues de los llantos de azucena, ya nos fuimos construyendo, con esas predicciones de agua viva, ahora cantos de otra realidad, de otra fogata recién hecha-desahoga Gabriela.
-Eran cuentos chinos, los que siempre usabas para tapices, puedo hacerte más de esos, que van con manchones de óleo sobre arena.
-Es otro artilugio, espejos quebrados en el humo que secunda ¿oh qué será? Mis perfumes de cara belleza, ahora con sus boquitas y puertas de aliento, sí, mis chimeneas y fogones te siguen esperando, porque los enseñaste a sufrir y deleitar esperanza.
– Si, mis pilares y juegos dóricos me tenían asaltado por sorpresa, por miedo, por resoluta continuidad, de estar dando vueltas con la sonrisa en los paisajes.
– Entonces regálame tus pilares.
-Boba, me voy a caer.
– ¿Más?
-Más en ti.
-Hacedlo.
-Voy a decírtelo, las decisiones de ser fruto del murmullo, cueva de las comisuras tibias, de tanto fulgor, van a ser las siguientes frases, un fraseo de murmuraciones, esos serán mis pilares:
“Aún creo en la contundencia de la frase para crear todo un incendio en el espíritu.”
“Te extraño a mares.”
“¿Y el tango que nos prometimos?”
“Me gusta cuando te vuelves desierto.”
-A sí vamos creando una secuencia de instantáneas, movimiento que fenece, es cine mi amado Leopoldo, Cine amado.
LXV
Amuleto
-He regalado y regado la mitad de los amuletos que me conforman, como el corazón de girasol; fiel al cultivo de lo comunitario- Timo declama frente a Leopoldo-. He esparcido mi alma en cada beso de lo real y el sueño, con la fiel e ilusoria convicción de poder y querer renacer…en un canto de lago en Venezuela, en los puentes londinenses, en las afueras de los suburbios en Tokio. Cada una de las fantasías son promesas implícitas que siempre condujeron a un único fin, recordar y revivir el aullido fundador. Con estas percepciones acorazadas, de sensaciones perpetuas, sensaciones de las pláticas con los amuletos y con el mismo ser; afrontar a la posibilidad de ventiscas que puedan ser. En el fondo del diálogo, y caótico acontecer, la posición de nuestras voces con las esencias, son música, componen el mismo ornamento de la catedral, ahora somos en esos rascacielos de ambivalencia, ahí nos volvemos humo, con las constantes aureolas del que quiere ser. En ese constante ajetreo de fortunios que van acompañando a los que se atrevieron y ahora declaman para sus ayeres; la consecuencia de nuestros devenires, está atada al riesgo y peligro de la experiencia, los habitantes de la herida. A veces sólo basta un tanto de gotas para saber que estamos vivos. Mostrarnos ante la única acompañante, la lectora fiel y fotógrafa meta-física; aquella que siempre estuvo observando y recibiendo, por ende, ipso facto, íncipit, ex nihilo, a fortiori, tempus fugit: todas las señales y con ello todos o casi todos los amuletos…la que hace y filma nuestro propio devenir, ese espejo quebrado, del que oye al otro sin callar, armonía disímil, el existir mismo, en ese jadeante ajetreo que resiente, en su caso su Gabriela, e intempestivamente, en el mío: la locura.
-Ver el continuo, se lo suplico- jadeante profería Leopoldo.
-Necesito recordarte mi bella vena azul que ahora veo los jardines de rosas rebeldes, las que se acuestan nunca para ver las madrugadas siempre. Madrugadas moradas, pues son magia ahora esas rosas, magia en sí, te percatas de cada uno de los actores en esta parafernalia de sonidos e hipocresías, y esas rosas andan ahí siendo intuición por ellas mismas. Un jardín que acomete la vida y la danza, que se rebela constantemente por su condición de ser sentida erróneamente, ellos se equivocan, los que ahora andan ciegos de sentir, de equívoca contemplación. Se quedan en la negación, sin trascenderla, ese precisamente Leopoldo es el salto del ser negado, tu bello jazz y desacomodo existencial, en el aparente continuo, desde el atrevimiento de la herida, la elección a sentir, estar abierto a la perdida en el humo del ser. Se hace necesario los jardines, el estar ahí y para ello, en la constante reivindicación de la comunidad, del ser a partir del sentir vida como principio de la negación, puesto que siempre hemos habitado en el aullido, en el chillante trompetista, reciente y vieja aniquilación del ser para el sentir, en la muerte naciente.
-Vamos a llegar tarde otra vez mi señor.
-Amado Leo, siempre hemos estado ahí; tarde.
Los dos andan sueltos, en la fase suprema, en la naciente concordancia. Van retomando el hilo, un hilo de diálogo en una última vista a la exposición de Timo.
LXVI
Viernes
-Viernes de jardín, cada uno de ellos, eran destinado a ocurrir, entre las piernas de algún paisaje olvidado.
– ¡Qué bonita metáfora!, ¿me la puedo quedar? – estima Ella.
-Siempre han sido tuyas-sonriendo contesta Leopoldo.
-Es que…son viernes de jardín, los que nos invocan. Como si cada rama tuviese un globo distinto. Las aberraciones, son esfumadas, en vez de ello; tu boca elocuente, con esos muslos de pincel. Helados paisajes ahora son llamas de líquido segregado por tus partes.
-Te encanta cuando nos venimos, así en paisajes de siembra seca, crujiente, se nos acomoda cuando nos juntamos.
-En tus piernas yacen mis respuestas.
-E interrogantes.
-Justicia de las más deleitables ensoñaciones. Recibir de las auras un signo, recoveco, recompensa y rompecabezas. Mis piernas aquí, encajan justo en tu comisura de cintura, así bien derecho el trayecto de mis manos y de tu báculo.
– Ahora flotamos en aire, silencio de piernas, tango oxidado de calles obsoletas; rechinantes.
-Qué amado momento, para los solitarios locura, ahora somos decadencia de los que mueren. –Muerte; orgasmo privilegiado, última voluntad del ser, en su aproximación más renaciente.
-Bésalas, a ellas, las fuentes primigenias, melocotón ardiendo, durazno y fresa quemantes. Soy el motivo, la razón quebrada, y la sensibilidad permanente, intuición por sí, magia muerta y viva… ah.
-Tú, creadora de diosas, del tiempo, de joyas rojas, vos; invocación y soy vuestro portador.
Así chillantes los dos acometen contra la ventisca quieta; fulgurantes son caos y armónicos.
LXVII
Vela
-Esperemos que el vestigio de vela ardiente nos deje ver más y más.
Leopoldo empieza por decir tales andamiajes de diálogo, distraído, taciturno. Ahora son tres, los dos comensales en su delirio perpetuo y una vela. Los tres son ahora violentadores y atormentadores, hacía la vida tranquila de la contemplación.
-En su constante fenecimiento, se siente morir el tiempo, como esta grieta en la que ahora yacemos, amado Leopoldo. Vengo por mi última pieza. La exposición de las esencias, va a ser de mármoles, con máscaras de dioses muertos.
– ¿Qué luz se ve con lo oscuro, amado Timo?
– ¿Por qué no a través de ese genuino claro oscuro, observa usted el acontecer? Asomarse desde las grietas para reconocer al aullido del ausente.
-Ahora que van intermitentes esas aguas que usted mencionaba, de esas que están hechas sus esencias, iremos probando las hierofanías, las que descargan una lenta muerte. Sabemos que somos nuestros propios dioses. Cuando uno nada en ellas, que mira desde la grieta. Por ello el silbido de los negados en su grieta, será un beso, una transgresión.
A este punto del asunto meditado, Timo se da la vuelta hacía Leopoldo para sonreírle. En la grieta un Timo ahora se ríe.
– Leo, mi elocuente Leo, somos los dioses que besamos en otras vidas.
– Somos los hijos de una gloria perdida.
-Ahora queda hacer el amor con el silencio, la noche, la infecundidad de la vida en la vela.
LXVIII
La niña en llamas
Ahora descubrimos esas noches, de las que se atormentaban por sí. Aquellos paisajes de luna ardiendo en el cielo de lo oscuro. Desde esas ventanas rotas; el vestigio de vida. Un pequeño trozo de las heladas profecías, antaño, de los pisos de hojas rojas, crujido otoñal, pasos uno tras otro, desencuentro mutuo, el de abogar y esparcir del uno en el otro. Arte que no renace, que se suicida para no morir, ahora esos ruidos de lo fatídico que posee en sí y Gabriela:
– ¿Ahora qué hago? Ahora me encuentran, hice lo que me contaste, pero sí vinieron, ahora ¿yo a dónde, a dónde, por qué no viniste? Te quedaste tal constelación en el cielo, tal epigrama de las ausencias.
-Mi ángel otoñal, mi boca sangrienta, voy viviendo al revés, una y otra vez. Me acuestan entre el soñar(nos), y la misma perdición del no encontrar(te), entre tanta y tanta ilusión de lo colorido.
-Ahora hay un maguey ardiendo, todo el campo se incendió, se queman las presencias de la noche, no lo siento, me sienten, es humo negro, humo negro. Distinto. Tú me dijiste, “ven”, y yo te dije “voy, que al ir estoy siendo”, ¿y ahora? Ahora somos capullo olvidado. Con decirlo bastaba para crearlo, porque al decir hacías, porque ibas a estar ahí “quemando todo conmigo”, eso dijiste, amarraste las palabras al techo, con mecate duro y seco. Sigo viendo los pájaros de mi cuerpo, huyendo en fuga, ciega fuga. Me lloran, Leo.
-Ven, mejor acuéstate, ya estamos aquí, el aquí es nuestro, recuérdalo. ¡Qué bello acontecer, el nuestro de nuevo como esa irrevocable partición!
-Ven Leopoldo, ¿qué sientes? Estás herido. Ven. Tienen que irse, yo lo sé, a ciertas partes del abandono y naufragar mis partes, de nuevo ese ser, nuestro, latente, que se agita y se convulsiona, desesperado, así, así cuando pueda verte, de los magueyes que se incendian, voy lentamente, te abrazo y ahí volvemos a estar. ¿vale?
-Es cierto, aunque mi vitalidad se haya ido con vos, ojalá pudiéramos quedarnos, a ver como mueren las estrellas, como se inundan las plazas y sueña la gente. Sólo una vez más.
-Reciente es que nos volvimos humo, impresionismo azaroso del viento.
LXIX
Exhalar
De todas las vicisitudes, monedas en un mismo vuelo, intercambio perpetuo de caminos que se andan, que se recorren infinitamente para perderse. En los redobles de algún arreglo callejero, ajuste de retrovisor, amarre del cabello en la coleta. En tales centrífugas derivaciones del movimiento, aire que se incendia, posibilidades en el derroche de la vivencia. La vitalidad, la muerte vitalicia en sí que habita cada movimiento, que ofusca o declara los monumentos callados, de los besos entre carne y alma de callejones pobres, porque para ser en esos lares de magia situada en el ser de lo oscuro, de lo claro, opúsculo precedente del que se despoja, para cada uno de los otros, del nosotros continuo, los mismos trazos en el aire, que se exhalan.
-Podemos omitir el latido, sin embargo, el silencio no miente – replica Leopoldo -. He hablado con los que están ahí, en ese carrusel. Los que han hablado con Ella, la ciega vidente, el otoño destructor, que va con lo fatídico haciéndose sus vuelos. Hoy pase por su hora, bella hora, ahí estaba; hecha de aeropuertos, de cielos a medio morir como la sonrisa suya. Y la voladora predilecta se sonroja, porque un chaval a medio morir la recoge, y hay días como estos que uno cree en la belleza, que se olvida un tantito de las guerras, y solamente no quiere despedirse y se dedican nubes a las nubes.
-Se van a otras partes, con tamboras de creación nula, se van escapando sin crear, destruyen sin crear- Timo espera, porque la tristeza lo embarga, de esa quijada rota, ahora se crea otras formas para sonreír.
– Señor mío, vemos los barcos en tierra, los aeroplanos en los océanos, ahora la parte sensible que nos hacía falta, se hace vestido de una noche. Porque me ha encontrado otra forma de hacer reír al eros, a la alegría, a la esperanza, ahora sé que los baúles de danza, los abrazos entre lo intuitivo y el salto delirante son los que se acomodan a su mañana, a su obra que le sigue a todo lo presente, la constitución de un ser, de la continuación, proferida por los labios del mago perverso. Esas partes del ser; paralíticas, olvidadas, arrítmicas, son las que podrán hacer saltar el orden de los genuinos destructores, intrascendentes de la negación, aquellos que no se atrevieron a indagarse, a no caer en los ladridos del viento, como señales de la verdadera naturaleza, la que naufraga, la que se oculta en el humo que nos volvemos.
– Las verdaderas disertaciones yacen en la genuina defensa del sentir. En esa transgresión que es por ser.
Timo se ha recuperado de su sonrisa rota.
LXX
Arena
En esa transgresión del sentir yacen los dos, tal escultura de mármol negro con blanco, trabajado con el cincel del sueño azulado. Un Leopoldo y una Gabriela.
-Hele aquí primero y último; que la ausencia, sea para ti un bello beso de regalo vacío. De esos que se acomodan en el cielo famélico- resuena la voz de Ella esfumándose en la playa.
-Te estaré escribiendo (buscando) desde la herida, eso es lo que ocurrirá siempre-contesta la voz de Él, en la arena mediterránea.
-Tranquilo. Vamos a estar aquí con otros sonidos. Campos helados de la acústica onírica. En la gramática del sueño, los poetas son los testigos, con sólo la rama de su besada boca, por los labios de jade. Eso te va a curar, siempre lo hacía, es bueno porque ahora podemos reconocer que el otro se recuesta en el uno. Somos continuación. El sueño como misma meta-fase del cine, el cine como meta-fase del sueño, ¡oh amado Leopoldo!, ahora me sientes, con las dudas de Amor y tus oídos de gorrión. ¡Eso! Mi gorrión escondido en el aire, nos hemos encontrado y desnudado en el beso último. Recuéstate entre mi silencio. Calla.
Leo besa la gramática del silencio, se asoma tímidamente, por los raudales de atmosferas, cada pestañeo; un continuo y floreciente raudal, del balanceo entre estar allá o aquí, de estar en el claro oscuro, o reprimir el silbido que nos conforma, para declamar:
-En esas comisuras pálidas de tu boca, invocaré mi refugio, dentro de tales rosetas de arrebol, procuremos eso, que nuestro amor por el otro; sea un cielo rosa inmolándose. Las venas de susurros son agua de comienzo, con agua de cicatrices en luna, voy colándome por tus recovecos, bello fulgor el que desprende las costillas de los sueños en piel. Desnuda, madre del sueño, duerme conmigo… en esa secuencia marchita y divina, que acomete, y versifica la realidad, encuentro último de la amapola y el pámpano, cuando parte del sueño entra como paisaje holístico, adorando el espacio cometido, así las olas y burbujas de lo celeste nocturno son ahora nuestros caminos más fecundos.
-Tal vez, sólo tal vez, estamos hechos también de la distancia de nuestros cuerpos y la verdad que hallamos en ésta.
– ¿Nunca has sentido que no eres de allá, que has nacido en otra parte, donde las jaulas se incendiaban y el mundo se mostraba como la pequeña fracción que es? ¿Qué tu permanencia siempre ha sido un efímero parpadeo?
-Sólo no hay que tomarlo tan en serio. Todo está bien si aún vemos las jacarandas.
LXXI
Sinfonía
– ¿Qué es el mundo sino una bella sinfonía? La voluntad volátil del artista, radica en la creación y levitación de la cura, en el absurdo del existir. Absurdo de la finitud del ser, esa apariencia escandalosa de lo finito. Lo que salva del absurdo es la carcajada, la emoción, lagrima naciente, errante deseo. En ese sentido, mi querido Leopoldo, los artistas y los que son arte en sí, somos los fundadores de los cielos terrenales. Los que salvamos siendo nosotros mismos: insalvables-recomienza Timo en los jardines fuera de la exposición.
-Sin los suspirantes los cielos no descienden.
-Recuerda Leopoldo, la verdadera muerte es cuando el sueño no corresponde a lo real, cuando el concepto no obedece a la sensibilidad, y no se siente a la primavera, otoño, invierno y verano estallar por dentro. Aunque seamos hijos de los colores rotos, de la gloria perdida, vamos creando con nuestra posición el coloquio y marcha: ¡un baile de las esencias! Aquí en mi última exposición Leopoldo, la de construir realidad a partir del devenir onírico, que promete la revelación del otro, para su liberación indicada, la de tomarlo genuinamente, humilde Leo, en el sentido burlesco, del arrabal, y de la orgía del caos con el devenir lagrimoso, lastimoso con el ser latente, danzante, que se acuesta en las praderas con los faunos y dadores de cacao, en el jardín de las gemas rotas, que nos develan la pureza como su amuleto en la sombra fraguado, la alianza con nuestro exilio, la desolación de lo existente, la que nos permite crear, sanar y subvertir. Somos apátridas siempre lo hemos sido, sin pertenecer a la estética adecuada, nos corrompimos para verter del lado funesto su libertad creadora, la sentimos a la destrucción creadora, la destrucción del lago del absurdo.
Timo arrebata la palabra al cosmos y se promulga como un orador más:
-Ha llegado el cisma que todos los hombres hemos pedido alguna vez. Cuando los puentes de la cordura abandonan nuestras ciudades-deseo, nos arrojan al bello mar de las cosas muertas y permanecemos allí, cansados, silenciados, amorfos, porque nos confundimos, sí, porque anhelamos, en algún momento anhelamos que el hombre volviera a leer, a sorprenderse, a jugar con la simplicidad mundana, que vuelva a soñar carajo, volar con tan sólo agitar los brazos y cerrar los párpados. Mi deber, amado Leopoldo, es decirte que ha llegado ese momento; el momento en que todo se quiebra sin quebrarse: que lo sustancialmente onírico debe desintegrarse y amarrar a nuestros cuerpos, al médium perfecto que es la inestabilidad sensitiva. Ese es nuestro pago, el nihilismo más duro y menos cruel; el desbarajuste continuo de lo normal. Rescataremos a los sencillos de su lado más endeble, el de su debilidad por lo perpetuo. Dejaremos nuestras gemas más púrpuras, los rubíes y los zafiros, apostaremos todo por la oscuridad del conocer, la ingenuidad como flor marchita, viva a nuestros pestañeos. La nobleza a la ceguera de la razón y el sentir aflorante. ¡Entregarles el residuo de lo momentáneo, como soplo de mariposas en otoño!
-Devolvedle al hombre sencillo su grandiosidad, al baile su disformidad, a la risa su movilidad, otorgarle a la infinitud su sublime finitud, anclada a la esperanza de lo eterno. Porque nos hemos fragmentado en plumas regadas por el suelo, ¡qué bello acontecer! Como fotografías de un mismo lugar; miles de interpretaciones para un significado apenas concebible, algo como una soledad que no se concibe porque sabe de su poder y querer ser compartida. Ya no somos ayeres queriendo entrar en un tiempo indeterminado, somos silencio gritando:
“Para siempre siempre.
Para todos y todas todo.
Olvido al olvido.
Vida o vida”
-Así logramos que la ingenuidad se vuelva nuestro artilugio menos caótico. Hemos estado mucho tiempo rotos, ahora es tiempo de bailar-termina Leo, ahora en su rostro una súbita sonrisa.
LXXII
Beso
-Y en ese beso de humo me haré cielo- Leopoldo comenzaba a susurrar, sobre una llanura ebria de nieve y desolación. Ella iba a su lado, cubriéndose con su gran abrigo negro y susurraba también:
-Habitemos en esa casa de allá, si, esa la que está detrás de esos arbustos que se ven fríos, helados, con la pesada y bella muerte sobre sus ramas, moradas de tanto estar besándose, carcomiéndose los labios, las comisuras que tanto te excitan Leopoldo, así con tus devenires. Anda ven, tranquilo, el aquí nos pertenece, le entregaremos, no te vayas…
-Le entregaremos nuestra inconsciencia. Sigue hablando, me divierte, creo jardines subvertidos cuando ocurres.
Los dos siguen caminando, así con la pesadez del paisaje nevado. Ella prosigue.
-Era cuando nos escondíamos por ahí, por esas callejas llenas de hambre, hambre de momentos azules. Sentimientos de ceniza apagada, justo cuando nace la noche, y se muere el azul.
-Para variar.
-Como pequeños jarrones de nube, a plena noche, ya, ven, vamos a bailar, siempre es liviano, dejar al mundo, al caos, a la paz: todos y todas atrás. El burlarse de los absolutos por favor…
-De los colores fascistas…
-Todo es un juego quemado. Por eso se acompañaron hasta ver la muerte hacer el amor.
Los dos llegan y presencian que la casa de madera ha empezado a incendiarse.
-La forma resoluta de los placeres quemados-susurraba Gabriela, con cierta ternura en su voz.
LXXIII
Timo y Leopoldo van apresurados fuera de la exposición, por la calleja hace un frío iracundo y la noche acomete, una vez más. Timo profería agitando convulsamente sus manos, con la sonrisa de un maniaco seguro de su locura:
-Y alimentaremos a los signos más valientes de la noche: lo indómito del hartazgo, la desolación de la tinta en el papiro, la explosión en los sueños, de eso también estamos hechos.
– ¿Qué tipo de razón podríamos ahora desechar, amado maestro? -responde Leopoldo con sus brazos dentro de la gabardina, temblando un tanto, pero con el interés y dulzura de un amante nocturno.
-Precisamente la de crearse en un movimiento horizontal, habitar en la risa de un dios ebrio. Conjugar los momentos, para hablar directamente al otro, sin tenerlo arriba o por debajo, la horizontalidad del instante fugaz, el baile con las esencias tiene que ser conjurado en libertad. Amado y fugaz Leopoldo.
-Ser en la voluntad del bosque.
-La forma matinal de la ausencia, el aullido del mundo en pleno renacer, cuando de esas ventiscas nos asomábamos, para así formar parte del aire, con la soberbia pertinente del que se ha despojado hasta del silencio, en esa nada, apresurada ventisca onírica.
– ¿De cuál de todas las ventiscas, nos podremos afanar? – decía el triste Leopoldo.
LXXIV
Tango
-A sí que ahora con esos pasaportes ya no llegarás…
Empezaba a proferir Leopoldo caminando sobre la avenida central. Para que ella contestara con sus aires violentos y eróticos, en su siempre.
– ¿A qué se debe que la luna sea cada vez más inconsciente?
– ¿Inconsciente?
– Si, del mar, del tango, del nosotros.
Gabriela en noche, a manera de lienzo nocturno, balancea su cuerpo en torno a un poste de luz, mientras que prosigue retadora:
-Se ha quedado dormida. Ahora tenemos que ir a buscarla, cazarla.
-Se le podría hacer un castillo de nube, nube marina, como las acuarelas de tus ojos.
– ¡Claro! Así podría caer, dejar de estar en ese vacío jarrón de mármol negro, ahora podría bajar por el castillo. Ahora nos podremos quemar todas las noches.
-En esa forma tan tuya de cazar los astros, esconderse en la cueva del susurro, para desde ahí: conjurar, en los silbidos nocturnos, de esos me haré mis palacios, para dedicártelos, apostar por el silencio como prueba innegable del flujo de energías, levitaciones, manera última del flotar.
-Para que las ventiscas llenas de mí, te lleguen, te azoten, como pleno desierto en celo, urgido de mi viento.
-Entonces supe que te irías de nuevo, por otro lapsus, en un lapsus donde los demonios enamorados organizan las despedidas a media luna, ahí donde los cielos se quiebran de tristes.
LXXV
Circense realidad
En esas casas hechas de conjuros y vibraciones oscuras, con las que un corazón atormentado puede tener descanso, solo, sin las composiciones del movimiento, las que perforan las soledades y no tienen otro coliseo más que el de su atraco subjetivo. En ese sueño embriagado, Leopoldo se queda sin palabras, composiciones corpóreas que resuenan en toda su vivencia. Decide manejar e ir por su maestro amante.
Para las formas distintas del viento, en las cuales se puede tejer una nueva percepción de lo real, en esas ventanas vacías, las calles con los autos cerrados para siempre, andando sin cansarse, con todos los miedos y proezas, las inseguridades, las formas de un mar bélico en oportunidad, decisión, responsabilidad infecunda, la que no se sostiene, la que tiene para otro lado, para la risa del segundo…se siente triste, lleno de sonidos que persiguen los ideales, y los secuestran para no dejarlos inermes, sin otra vacilación que la realidad circense, otra vez…empezaba Timo:
-Claro que estábamos ahí, “demonios enamorados”, en un tiempo más frío, más lleno de sonidos disidentes, oscuros por sí.
-En los caminos de la voluntad, en los espirales letales de viento intransigente. La fauna en el verso, esos abismos tan eróticos, tan atractivos. Un paraíso es un abismo.
-Azotando el sonido del cielo…
Leopoldo y Timo son parte del movimiento en el auto, en las arquitecturas que desfloran los significados, la poetización de la realidad como forma misma de existencia: la que salva a placer. Leopoldo se resguardaba en su selva de verbo:
-Andaba quebrantando plazas enteras, con sus caballos de Garibaldi, las plazas hechas ruinas de opio turco.
-O bizantino.
-Y los suspiros, ya se los guardaba para sí, como una montaña que hunde su plata, se iban creando de nuevo las esfinges dormidas, besadas sólo por un tacto confundido, distante, las ramas más frías otra vez, como una pequeña ensoñación, habitando de nuevo las tristezas…
Contrapuesto a la artificialidad mercantil a la que nos insertan desde la infancia hasta los últimos suspiros, yace la fecundidad del momento anclado a la eternidad. En esos dolores terrenales el alma de los oyentes se corrompe a placer…
LXXVI
Extrañeza
Ahora Leopoldo y Gabriela van siendo más extraños, se hablan desde tempestades intraducibles, el sexo de la gramática se ha quedado dormido.
-Tengo miedo que desaparezcas, que te vayas en tantos sonidos que ya no se escuche a ti…- empezaba Gabriela.
– ¿Quién eras? Ya no me acuerdo, de esa misma manera de atestiguar la singularidad, la manera de estar aquí y ahora, ¿ya te la robaron también? Afrontar un cierto tipo de vida, la que se rebela y no se cansa de resistir, como la manera de crear sueño, como esa manera misma de sueño, así como la permanente fantasía de la fantasía, de la que es en sí y para sí, sin otros intermediarios…más que nosotros. Los dueños de la nada tormentosa, dulce caída del silencio en placer. Sin otros atavíos más que el del cielo padeciendo la muerte.
-En la risa del dios ebrio, compadecemos para vivificar el vuelo, sentir desde la caída, por eso he de hacerlo Leopoldo, sola…
-Lo nuevo en lugar de lo eterno…es la forma de humo de noche, el que es ahí en la tormenta misma, la manera de ser en la belleza inagotable, que encandila…
De esas mismas sustancias, de las que se hacen las noches, los raptos de las novias en madrugada, las botellas vacías hechas de historia quemada. Con esas sustancias se van armando los obeliscos del placer mudo, en esa entera entrega al sin sentido, con el carnaval de esencias y suaves letanías…así va Gabriela entregándose al paisaje de los signos nocturnos, como amapola de luz, faro de las menciones más recónditas, como risa de gato maldito y enamorado de la eterna luna.
LXXVII
Rebelión
– ¿Podemos ser amigos del viento o sus amantes encaprichados? -atacaba Timo con la pregunta punzante en su lengua.
– ¿Y qué es un amigo? Sino un amante encaprichado-resolvía Leopoldo en el aire, con esa timidez del que acaba de ser azotado por la belleza de Ella.
-Yo no te hubiera dejado ir, ni por esa ni por otra forma del incendio, en la ontología del sin sentido hay muchas ventanas por donde saltar, pero sólo una caída…
-En lo que respecta a las situaciones fundacionales, como sus parpadeos, esas confidencialidades hechas papel y tinta, la manera de guardarse el viento sólo para ella, con las notas indicadas, un concierto en la sonrisa, la liberación de la poesía, de la subversión en la calle, esa forma de rebelión a los astros…En algún centro de ella me perdí, ya no quiero seguir, voy con las ramas hechas castillo de agua negra, agua atormentada por silbidos tristes, siempre tristes…
-Oh mis paraísos de tortura, vengan para acá…nos sentaremos, mejor aún nos acostaremos en los pisos más fríos, en los sonidos oscuros de cielo, para poetizar desde adentro, como el aullido del lobo faltante, añorado, el que se quedó herido y agonizando sobre la nieve, seremos tal aullido el último en la ventisca, como ceniza en soledad.
-A veces me pierdo, me llueven los refugios, me asusto porque me duele la vida, nadan en las lágrimas como océanos y gritos callados, un momento pequeño para ser…
-Me quedo en la contemplación del sonido que se agita tan libre, frenético, convulso, caricia de algún moribundo humo.
Va amaneciendo, se asoman por el callejón las sonrisas de una última luna ante la luz del día. En ese último suspiro crujen los sonidos de los huesos en cada paso, sin embargo, son ofuscados por el látigo del verbo que se habla, del que se va habitando por la carcajada hilarante del ciego que acaricia el signo.
Ahora Leopoldo busca nuevas maneras de renacer, en cada movimiento un baile roto, para poder permanecer va creando nuevos sonidos y arqueando con la mirada las fuentes de sinfonías vagas, iracundas, azules, desoladas…
Ahora Leopoldo empieza con sus imaginarios mentales la ve a Ella de pie, en frente al silencio, cuando su maestro irrumpe para sentirse amado, es decir; oído:
-No te inquietes, aún podemos estar en esa balsa …quédate entre mis verbos, que sean caricia de lo extraño y lo místico, la manera de crear sonido…como un refugio de agua, cuando de las ensoñaciones, vuelve a aparecer un sin-sentido realizado.
LXXVIII
Agonía
Leopoldo camina sobre las llanuras, va desconsolado como si le atravesara mil saetas de fuego a su bosque interno, va recitando, gimiendo, agonizando:
-Tengo esas ganas tremendas de habitarte, de fundarte a carcajadas, como última instancia, del látigo olvidado. Ahora entre mis mazmorras un suave delito, el de embarcarse sin mar …
Y ahora de nuevo los escenarios de Leopoldo:
“Por lo mientras yace Ella acostada sobre el suelo del departamento de Él para estipular que serán libres una vez más, se entregaran a tal sonido, como metáfora gastada, incierta, cegada por el sol, la forma de hacerse … y Ella comienza:
-Uno de esos que se traen cuando el sueño se carcajea.
-Refugio de agua….
-Manifiéstate
-Tengo miedo de incendiarme y que vos no estés.
-Tal vez ya no me alcancen los sueños, los refugios, tal vez de mis manos podrías encontrar el lienzo, pero no la tinta.
-No se trata de los ideales supremos, de enamorarse de los conceptos complejos, es algo más simple y suicida; confiar, cuando el sueño no alcanza entonces llega el verbo, la contemplación de aquello que deja de ser, en la constante implosión de colores, los miedos secos.
-Borra tus huellas, te están siguiendo otra vez, por lo de la revuelta, deja todo como ellos lo dejaron, vete, anda de nuevo, ya lo sabes hacer, años de exilio en el mismo corazón. Anda, ve que cuando voltees por entre la lluvia de azotes y los ojos de silencio, estaré, estaremos.”
LXXIX
Obsidiana
De un tiempo para estas lunas: tengamos un collar de obsidiana-Leopoldo recitaba en soledad-, un misticismo en forma de beso de canica, pues sólo la ingenuidad nos salva y nos esta salvando.
Tendríamos que someter el aullido del mundo, como la resolución de los oyentes más negados, desde la ausencia de la imposición, desde los espacios del aire, cuando nos tenían entre tantas lamentaciones, ahora las prosas sin límites, el encuentro de lo infinito con lo nuevo ante lo eterno.
Así iba recolectando hielos y flores, solita para recordar que las victorias son de los que disfrutan y juegan, las mismas libertades como la broma y el engaño.
Me duele el borde del cielo, la forma de hacerse humo de nube. La manera auténtica de resurgir entre el aeroplano de la locura inaudita y la sinrazón marchita, un sinsentido liberador, y es que ahí entre las montañas de olvido y las arboledas de sueño, resurge la vida, como una intempestiva para reclamar lo que se ha estado deshaciendo, las cruzadas son ahora en velo de recuerdo y manta de añoranza, porque decidíamos: ya eran muchas heridas, el cielo ya se embriaga de su color y se incendia. Un alba de algas fosforescentes, la luz otoñal suspirando un elixir antes de fenecer. Sombras de suspiros desmembrados en incendio. Creación desde el incendio. Abogar por los sentidos ciegos, tan ciegos como una noche enamorada.
Si te acuerdas de todo esto, es porque has sido pensada como arbusto de mis sueños.
Recolectando los pedazos de la noche, me encontré con tu boca, hui por temor a que amanecieras.
Alimentando mis huesos de música y sensaciones, en la plena creación del paisaje, corazón de humo para el pecho de tu llama. Creando mis refugios a cuevas en azul y llamas púrpuras, todos los espacios robados, extraviados, puestos a disposición por la ausencia de luz, el exterminio de las formas, puras voluntades, almas distraídas, creando el paisaje de una danza holística; el sin fin de caminos, los destinos que se bifurcan, las meditaciones envinadas de algo distinto, cada vez cobrando una forma distinta, ahora una ave sedienta de estrellas, ahora un lánguido colibrí con la esperanza de una utopía, los óleos que no aprisionan, tiendo a la entropía y lo adoro. Condenado a cierta ebriedad para despedazar la realidad tan sobria, tan represora, tan falta de imaginación y violencia creadora, están llenos de miedos los desvelos e insomnios, llega la apremiante ventisca para renovar nuestras sensaciones y padecimientos de angustias ahora son espejo de agua, liviano como el silencio de las heridas. Mantenerse en ese soplo tan caótico como la misma naturaleza, para encandilarse a Ella.
Te veo entre las confusiones del devenir, los lamentos en cada esquina y ladrillo de ciudad, ahora nos ponemos a merced del encuentro, como manifiesta sonrisa, el crujir de las esperanzas rotas, la soledad acompañada y el asalto del arrebato a la mundanidad.
Por fin se cayó todo ese circo de hipócritas que no muestran su sentir, volviendo esas lunas como las madres bastardas de mis tristezas. Como a esta hora suelo morirme, como a esta hora te vuelves sueño de atardecer, gema sangrante en sus horas más moradas…. A veces de reojo se observan las esencias perdidas en este plano, lo terrenal de su permanencia radica en su levedad, transparencia, espectro, corteza de humo, cerezo silvestre melancólico. Las presencias inmateriales como vos recorren mis espacios como lágrimas de viento.
Renunciamos a la conciencia por mera sensación, del cigarro encendido antes del fusilamiento, la liberación de lo oscuro en la voluntad, la entrega a lo desconocido, la forma innecesaria de habitar las caminatas y laderas desoladas, la musicalidad en el desgarro de las formas, te ruego que incendies todo cuando te vayas.
LXXX
Últimos inicios
-Ya habías pasado por acá, cuando de las más profundas risas, de las que salían por ausencia de perturbación, los paisajes hechos de nube quemada… -Leopoldo caminaba con su verbo, todo para Ella.
-Tal vez tendríamos que caer de nuevo en esa levedad, en el tributo que implica la creación-resolvía Gabriela, desinteresada, fantasmal-: la complicidad y soledad del creador, el ser expuesto en su salón más musical, atascado de ensoñaciones de los turcos y un París roto, desde esas burbujas distintivas por el color del suspiro, el tornasol de nuevo, retomando el melancólico paisaje, de las dualidades que se encuentran, sin ser llanto de amapola campante, en esas ramas de voz rasgada, cuando al final de la playa ya no se debe al viento más que las sensaciones. En el velo resuelto, arrebatado para poder vislumbrar la naturaleza que permanece cambiando, tocados por la pluma de Saturno, su velo de país liberado, sin una prueba más que la esperanza de nuevos mundos, unos motivos más, unos desacuerdos menos, en esos huecos de corazón hambriento.
-De ese mundo emerges, como vela ardiendo en silencio detrás de la tormenta, y en esas meditaciones, las resueltas, las tímidas, las que ofrecen el conjuro de lo bello como el ser negado en el coloquio de los marchitos.
-Apareces como mención de agua, resultado de las emanaciones más rojas, de las que se desprenden para crear caos sin abstracciones, así con las puras esencias, aunque no las creas, aunque sean un salto entre entropía y desvanecimiento para vos…
-Se quiere aún como representación, entre sorpresa y transmutación, el obelisco de los labios se queda como guardián de los castillos tuyos, en esa parte abstracta sin materia, nadamos mejor en atardecer.
-Entre ladrones y delincuentes escribías poesía….
-Con fortuna, aún existes, con los azules por las ventanas vagabundas, acariciando el azur de lo imperecedero, la forma de acariciar el rostro de lo que fenece, sin otro afán que el del sueño que se sueña libre, sin los miedos en el guante rojo o negro, así con los alientos de madrugada envinada, con la sangre en el pecho del ave invocando amanecer.
-Sólo tengo una prosa y un recuerdo…
-Aún nos vamos agotando en esos cantos de extrañeza, cuando la mariposa de lo ocurrido canta en su tristeza, así libre, así en resistencia al sonido que se va, con cierta extrañeza…sueño de ausencia.
-Así te voy a dejar, tan escultura de aroma, sueño necio.
LXXXI
Zócalo
Comenzaba Timo que fumaba de su pipa carmesí, sentado en el zócalo de una estatua ausente. Leopoldo sentado también, bebe del aire y juega con la botella de tempranillo catalán del ´18:
-¡Qué llega la lluvia, que llega con la oscuridad! Y así van creando artificios del ser, resguardados entre gota y gota, como el des-comienzo continuo, que es el mañana. En la ambrosía de los colores, a plena piel pálida del cielo, un sinfín de arboledas en furor, masacre de sensaciones etílicas, báquicas, intransigentes. Sensaciones errantes. Son agua que renace en el látigo de la lluvia, y ahora ese alejamiento, el paso de los silencios carcomidos por un misterio. Deshago de la noche…aún llego a tu ventisca, a la sinfonía auténtica y tuya, tiempo en fuga.
-Por lo menos nos quedan tales alas, una saturnina y la otra órfica, con sus veleros de la disputa amarga, sin otro resentimiento que el del cielo. Sueño amorfo de la elocuencia, con esa negligencia hacia lo real, el habitar la casa hecha por ensueño y vuelos a noche pálida, cabría y báquica.
-En tales lares y alas, mirad, con esas ausencias de estatuas, en los vacíos donde la negación, donde la nada, desde su no-existencia, ahí son y existen para ellos, como tales ausencias representa una presencia, un intercambio de símbolos vacíos, hasta que los llenamos, oh bello aprendiz Leopoldo, ahora podrás perderlo todo, despojarte y así tal vez en esa representación consiga usted encontrar la caricia del todo.
Timo y Leo se van apagando con el atardecer, toman del vino y se acaban las palabras una vez más.
LXXXII
Pérdida
En las continuaciones de las últimas experiencias duales, Leopoldo iniciaba:
-Soñé que perdíamos el lenguaje, se nos hacía nieve, rescribíamos entonces, desde tus labios, claro, todas las bibliotecas perdidas, las hechas fuego, las que no se entendían, las babilónicas, las de Alejandría.
-Fue cuando te diste cuenta…
-Fue después, cuando toda la explosión, cuando todo el set de filmación onírico, el cine que nunca ocurrió, cine de resistencia y aterciopelado por las ausencias.
-El baile de las esencias que nunca ocurrió.
-Ocurrió para el aquí, para el nosotros…
.¿Qué es el no?
-Te extraño.
-Ahora te persiguen las maldiciones, ya sabes cómo bailar con ellas, platicar del brazo entre pasillos, escoger los mismos libros y sentarse a tomar el mismo aire del otro, frío aire otra vez…
-Ahora tu lenguaje se hizo cuerpo. Me hace falta tu boca, para andar de castillo errante, así sin zafiros, andar desnudo en el aire, porque con esa boca de incendio las meditaciones de otoño tienen su cruzada atemporal.
-Anti-histórica, por favor.
LXXXIII
Bufones
-Nos encontramos con ciertos artilugios, como espinas de un nopal roto-comenzaba Gabriela, vagando en su andar, vagando en espiral.
Leopoldo se acuesta sobre sus piernas voltea a observar el cielo y el rostro de Ella que para Él no había diferencia alguna:
-Ya, perdóname, seré de nuevo el bufón, con lo poco que me queda, te haré de las cenizas de mis sonrisas: esculturas de ámbar, de música nuestra, de ambrosía. Orillarme en una infancia perdida, como los caminos llenos de fuentes altas jugando, la duda de un alma, la permanencia, la danza de las esencias. ¿Existen? ¿Existimos?
-Aún nos duele la vida.
-Si me acuerdo, que nos quedábamos mudos por las esquinas de fuego…sin razón, sólo ahí incendiando las costas.
-La insistencia del sueño por aparecer encandilado a la atrofia del ser….
-Salgamos a platicar el cielo, a enunciar con las metáforas al devenir, construyamos mundos con el verbo tuyo y mío, nuestro…
-Reviviendo la infancia perdida.
-Otra vez.
-De los signos, cuando desconocíamos, cuando no hablábamos sino más que con el suspiro, cuando nos quedaba también ese allá…
En ese momento Gabriela toma la frente de Leopoldo y la besa, suavemente para susurrarle:
-Tú si existes, voy juntando mis cenizas.
-Quédate.
-No puedo.
-Para no extrañarte aprendía a sentirte en todas partes.
– ¿Qué es el no?
Leopoldo la abraza, Ella se desvanece en memoria y tragos de luz.
LXXXIV
Trémulos arcoíris.
-Otra vez esas lluvias a mitad de sol, se necesita la irrupción de colores para la composición. La imperiosa necesidad de invocar los trémulos arcoíris-Timo susurraba.
-Hemos de incurrir en la pasión, en ese juego libre entre lo que destruye y lo que crea, un canto envinado por placer y soledad, mera licantropía erótica, amado Leopoldo.
-Cuanto más recuerdo, más voy olvidando de esto. En acuarelas de entierro de girasol, son mi atavío.
– ¿Será que un tipo de muerte es contemplar?
-Entregarse a un tipo de naturaleza la que es por sí,
-Contener la vivencia.
Timo iba caminando de un lado a otro, tambaleando su cuerpo, el efecto del tempranillo y sus humos cobran el momento. Timo va gritando: – ¡Y en cada gemido de cristal se forjaron las ventanas y camafeos de la contemplación pura!
-Me hice un castillo con sus sueños ahora las entradas son de suspiro y los guardias de insomnio.
-Nada debe ser.
LXXXV
Luna llena
Leopoldo enuncia sus palabras temblando de frío:
-Me queda la aceptación de la ilusión, la de Engaño mofándose con Locura, para realizar el campo de esculturas muertas otra vez.
-Y fue así como de entre los símbolos con sus signos-Gabriela contestaba-, cuando del viento llegan las meditaciones, las del espíritu desflorado, corrompido, sin descanso que va ansioso por las callejuelas, carreteras de plata negra, van llegando así las lamentaciones, sonrisas de las deidades muertas.
– ¿Por qué me asusta tu libertad? Todos estos aires llenos de conjuros frustrados por el miedo a su poder, a su voluntad, a su libertad.
-Y un tipo de fuentes son removidas, con un tipo de lágrimas y se preguntan con frágil verdad: ¿a dónde van las lágrimas no revividas? ¿A dónde van los sueños no recordados? ¿A dónde irán esas fuentes no recogidas? Agua con tinta azul, que llenan el mundo de vacío azul…y no contestan, es sólo una tristeza más y ahí llegan todos y todas a una tristeza más.
-Habría que abrazar entonces los miedos, la liberación estoica…
-Tan sólo es libertad.
Leopoldo se queda sentado sobre la banqueta donde fumaba un cigarrillo a un lado de Gabriela, ahora ella se levanta queriendo abarcar el camino con su mirada, camina en silencio hacia la dirección de la luna llena.
LXXXVI
Lección
Ahora Timo vocifera desde su exposición:
-¡Oh delirio, acude a mis conventos internos, tengo de mi sangre la tinta para tus esbozos, un suave embriagante de nieve en nieve, de esa que hace volver a soñar!
Leopoldo contesta taciturno, desde un rincón, observando los arrebatos:
-Maestro, los pueblos llenos de melancolía y de nieve andan en hambre. ¿Qué puedo hacer?
-La creación es lo que le sigue a todo lo presente, si eso es lo que vuestra voluntad se manifiesta, creará desde la sensibilidad, situarse en la meta-física no como un nihilismo a expensas de pagar sino como una vitalidad que se resiente desde lo incorpóreo que desemboca en el suceso, bello acontecer de lo que se deja ver, tocar, oler…
– Tal ala órfica.
-Sin desfiles de retórica o verso hueco, la sustancia de lo que acontece es posible gracias a que también acontece en nosotros, aquello plausible en la manera de retar al cosmos por parte de los dictadores del sentir, los que le restan tales sustancias de diálogo al aire, al trueno, a la creación desde lo incorpóreo. Todos los elementos que tienen vida es porque comparten ese principio que nace desde lo abstracto, como un abrazo solitario con los versos que son brasa, ahora tus mundos son más que lenguaje, ahora podemos nombrar desde lo sensible, crearemos lenguaje desde nuestro onírico sentido porque ya no es suficiente.
-Le han derogado el baile de las esencias al cosmos mismo, Es reivindicar esos paisajes en la pupila de uno, amado maestro, me duelen las secuencias donde Ella no aparece, ¿cuál es la esencia de la ausencia?
-Tal sabor de última noche fumada.
-Creado desde paisajes de luna quemada.
LXXXVII
Telegrama de Ella.
Eres tú, siempre apareces como cerezo silvestre, renunciando a las formas terrenales, acudes a Intuición y a Experiencia, como si no les debieras ya desde tantas inspiraciones de antaño. Ahora los escapularios, brazaletes también de otras modas, en otros vestuarios más púrpuras con la sangre de Atardecer, ahora ya confeccionas todos esos desvelos, entre parpados, así como el que sabe coser las noches y las hace vestidos para los bailes de salón mudo, con esa película y vestuarios mudos, revolución espiritual y tus traiciones, por eso te persiguen como si fueras conjuro imperecedero que aboga por ciertas conmociones, con esas iracundas exposiciones y tu amado maestro, de ese temor con el que se fundan los fascismos, de esas tiranías del que se encierra en su razón, lógica del momento; te quieren seco, te quieren en su muerte, en su allá. Cuando no te perdías yo te esperaba, ahora tendrás que seguir borrando las huellas, aunque sean de las deidades muertas, ahora ellos lo sabrán vendrán a nuestro “aquí”, pero de seguro los habrás ya despistado con otro desfile, oro retórico del que se funde y pudren los pueblos, de ahí que tengan hambre, de ahí que los seres no valoren las esencias, de ahí que se muestren solidarios hasta en lo incorpóreo. Eres eso, el mago que se hartó de los castillos y reglas y protocolos. ¿Para qué crear ahora la ruptura? Dirás: “es un puente”, si, ya lo sabíamos que destruyendo también creábamos, que enloquecíamos con las violencias creadoras, de esas que nos dejaban, con los huesos en violenta granada de sueños: tuyos.
Cuando hayas recibido este telegrama, ya lo habré quemado todo; la exposición, tus poesías, nos quedaran los silencios para la derrota, nuestros bailes y cantos, alegría de naturaleza para la victoria.
LXXXVIII
Música
-Ahora le hare caso al viento-Timo iba campante sonriendo sobre la llanura, cerca de un precipicio, para variar.
-Tengo la sensación que otra vez nos han quemado los aposentos, como las mazmorras y los ensueños-Leopoldo le contestaba, emergente entre el andar errante por los campos.
-Pues habremos de crear otros caminos-Timo respondía sediento de creación-:es decir otros andares, los míos son de comarca en pleno sol desinteresado, puede ser el día en que la gente como en su automatismo perpetuo decida por fin cabalgar la sin-razón, el desacuerdo, el desflorar la cordura y volverla canción de experiencia, por eso ahora le hare caso al viento.
-Nunca he dudado de sus aperturas hacia el mundo, al contrario que las propias realidades son aquellas de las que nos fugamos, es decir, la manera como nos escapamos es lo que somos, por lo que huimos es por lo que vivimos, tal vez un principio vitalicio de nuevo o justificaciones de la existencia que se elige, de la manera en su categoría inaprensible, en su cabalgar de humo, de revuelta en primavera, porque hemos decretado los mundos con la palabra que habitamos, que sangramos, que lloramos, como las fuentes en ese imperecedero devenir que permanece, algo que se aquieta libre en su horizonte perfumado de licantropía erótica, tan suya por cierto.
– Es por eso que habitamos en tales caminatas, secundadas por el viento, nos volvemos así los mejores oyentes, los más adictos a los colores en su máxima ambrosía, en el alegato de los girasoles que se niegan a morir ante el sol. Con esos parpadeos de creación, desde ese diálogo en su práctica, en su experiencia fundadora, podremos crear la obra amado Leopoldo, gracias por estar aquí cerca de los desvaríos, para situarnos ante un mejor sabor.
-Poder encontrar lo que permanece detrás, lo que se intensifica con el rubor del cerezo, la caricia de la musa, una sinfonía, si encontramos, si nos atrevemos a la creación es porque nos hemos atrevido al latido, podremos albergar las extensiones de cada punta del viento, las intuiciones cobrarán lo que les debemos, porque ahora hemos sentido lo que fundamenta cada parte de la realidad, el estadío onírico aquí cobra la vitalidad, la poetización y ensoñación como la raíz para la creación, la posición de la voluntad meta-física, corresponde también al diálogo con las otras voluntades que habitan en el mismo suspiro, latido del cosmos, ahora mis corazones de humo sonríen porque han sentido…
-Ahora se entiende porque se siente, los músicos como los poetas que circundan las esferas de lo incorpóreo son los más próximos a vincular tales atisbos de lo incorpóreo, aquello que fecunda en la sensación, el beso fantasmal de las ausencias, las enunciaciones del signo, ahora caben, la metáfora es un mundo, la nota deviene en cosmos, por eso son tan temidos los escritores y los órficos porque retumban en las entrañas de lo que se resquebraja, y por eso que tal ruptura sea un puente, orquestadores de almas. Ahora parece el viento tan liviano, parece que se ha guardado sus verdades, pues tendremos que seguir caminando, que nos sigue enseñando.
-En otro elixir, en la noción perdida del tiempo, en la aspiración de lo eterno: música…
LXXXIX
Alegato de un confundimiento.
Gabriela profería desde su ventana acariciando a su gato:
-Si, si los veo, a todos, a cada uno de ellos, todos tus obeliscos cayendo desde el edificio, son ahora un rehilete de sombras, como una cámara lúcida, un canto sobre nuestros cuerpos, la pura caída de los sujetos, en abismos deleitables, los amantes cósmicos en su danza de vitalidad marchita. Me acuerdo de vos, como una rosa amarilla a mitad del plano, como cielo ardiendo de sexo…ahora habito en el eco de una mujer rota, robada, arropada, incendiada…tu perfume ha sido mi presagio para seguir, esconderme, edificar bajo los signos de las deidades muertas, te he construido en espejismo, Te hice entre conjuros callados, cuando de mis miedos alados por fin ocurrías, y te tallaba en la brisa del rio, te tallaba en las risas de madera del bosque, con todos tus signos y cabellos, eres constelación de motivos.
Sólo los que saben de la muerte en la vida, podrán saber de la vida en la muerte…
XC
Metamorfosis
En una ocasión Leopoldo optó por convertirse en un leopardo de las urbes en noche, misterio transgresor, bello beso de misticismo, es decir: en un gato.
Me pregunto por la levedad del sonido-Leopoldo cuestionaba su andar cerca del rio-, ¿existe el sonido? No lo puedo tocar, pero él si lo hace. No, no existe ¿y…yo existo?
Continuaba hasta acercarse del frio del rio nocturno, como una ventisca de manantial natural, se iba diciendo:
-Si existo…Como la paz, como el caos-suspira atrozmente mientras se observa en el rio.
Leopoldo sigue caminando por la orilla, observando de reojo el cielo, despreocupado, atrofiado por algún aroma exótico nocturno, en los paisajes de castillos en noche.
-Existo, así en la levedad del sonido y el aire, como forma desentendida…
Leopoldo ahora hecho minino, se asoma por un callejón, observa a un vago acostado observando la luna, Leopoldo observa las ondulaciones del humo brotando de su pipa, en reflejo con luz de luna:
-Necesariamente del tiempo que se escurre en plenas formas, como gusto erótico de los sentidos, la embriaguez del signo ondulante…en esa borrachera de la creación y disonancia fortuita, te he estado buscando…como forma deshecha de todas las señales y símbolos, ¿podre ser? ¿Estoy muerto…ya otra vez…?
Observa ahora en su musa indulgente de la memoria: insertos de lugares destrozados.
-Se necesitan ciertas pérdidas, reencuentros de la primera y última forma…
Sigue andando por las callejuelas y las sombras sobre las paredes se proyectan las sombras, las fogatas de los vagabundos cerca del centro se encuentran en éxtasis.
-De cuando se aprisionan los sueños como verbos a punto de ser…pero nunca llegan a ser. Como una esencia desnuda, la desolación del des-entender, no querer la realidad diaria es el origen de la pasión. La pasión por el sueño u otra esfera del continuo.
Leopoldo se encuentra en el centro de la calleja y ahora juega con sus garras y patas de terciopelo de pelo negro porque encuentra un cadáver de roedor, se entretiene jugando con la muerte:
-El origen del aquí y el ahora; la muerte continua. La afrenta de la realidad, mi sueño continuo, voy siendo aire otra vez y me voy.
Leopoldo sigue, acelera el paso, llega a la esquina, se busca un hueco, se acomete contra el espacio, se recuesta y cierra los ojos, se dice para sí:
-Todo es un paisaje: la muerte, el silencio, el baile. ¿Paisajes de qué?
Se queda fijamente observando un cuadro brillando por la luz lunar, lo encandila, se queda en contemplación:
-Y Ella vendrá y se va a incendiar la luna, otra vez. No tengo miedo, a Ella le gusta incendiar la luna.
Sale de su escondite, se abalanza contra el brillo de luz, atrapa el aire, observa a la luna llena, se siente apenado, vuelve a caer en Ingenuidad…
-Se podría ya caer el aire, entonces mi caída podría ser distinta, como forma de sueño al revés…y empezar de nuevo, como el leve parpadeo, apagar y encender, despertar y soñar, morir y vivir. Andando por las distintas formas de conciliar, como la continuación, apariencia de costumbre, de orden, sólo son aire y sueños…
Prosigue ahora un tanto desconsolado, se asoma por las sombras de las calles…
-¿Y Ella en cuál de ellos estará…?
Para continuar en sus andares, se cuestiona una vez más…
-¿En cuál de esos tiempos y parpadeos estará? ¿Estará? ¿Será muerte o será vida?
Sólo suspira, recuerda las esculturas de un jardín olvidado.
-El rescate de las formas anteriores, como si todo estuviese en el mismo acontecer, como el leve vuelo de pluma blanca se vuelve, no lo sé, pero te espero, te espero como para dedicarte todas mis muertes con este aire. No hay nada que sea eterno, ni etéreo, todo muere y nace, en la fatalidad y belleza del acontecer.
Valiosos aquellos seres que se pueden ver a sí mismos en el sueño, ya que no se temen cuando despiertan y se ven que no son los mismos, nunca los mismos.
Entonces en la prisión de los extraviados, en el perdón del momento: existo…
¿Y sí existo, entonces seré como el sonido, o como el aire?
¿Qué haría con mi cuerpo?
Sería vida o muerte, entonces Ella vendría, y podría incendiar la luna.
En ese vuelo en llamas podría existir, entonces vendría.
Ser movimiento y ser aire…en la noche.
Así no habría tantas formas y podré resurgir…
Seré sueño que se sueña otra vez, por puro divertimento.
Como cuando se muere la noche, por puro divertimento…
Y estafan las calles con ratones y gorriones tristes, por puro… divertimento.
¡No! Casi me suicido…casi la nombro.
Y en este imaginario hecho de locura sana, del absurdo de la noche, de la belleza en el absurdo. En la apertura de la locura, se sabe que hay belleza…por Ella… ¿por qué no viene?
Para ese momento Leopoldo ha llegado de tanto andar en Desesperanza hasta la esquina última de las últimas callejas, para acometer contra la vista del rio una visión más acuosa, más en Levedad, más suya…
-¿Por qué siempre llega tarde, a incendiar la luna, a incendiarse…?
Lo carcome la ansiedad como orgullo y suéter del juego que no va, de las maneras que se arrancan las flores para nunca nombrarlas, para no poder darle vialidad a la secuencia de momentos, experiencias, aromas, como la última manera de acometer contra el momento de las sensaciones que se van, se van…
-Soy otro pedazo de aire, que se levanta y cae, cae, cae-continua Leopoldo sobre la esquina.
-Sigo pensando que algo se quiebra cuando sucede, como unas jaulas queriendo ser de oro negro, cuando son de cobre…o de plata, o de estrella, ¿oh de qué estarán hechas las estrellas? ¿De qué estaré hecho? De lo mismo sangrante que palpita en la noche, mi caída, Ella mi caída, Ella. Ella si está hecha de estrellas y ellas de Ella.
-En esta secuencia, ahora lo sé, me ahogo en Ella para desahogarme, me sumerjo para subir, caída es a ascenso, muerte es a vida.
Leopoldo quiere brincar hacia el rio, arrojar todo su cuerpo aterciopelado de noche para sumergirse en clara agua marchita.
-Tendría que escucharla palpitar, como péndulo de nuevo, escribiendo, como los ciegos que aman la luna, también, por pura inercia contemplativa, de esa adicta, de esa que nace, cuando la veo bailar…
Pero se detiene hasta el último momento, respira se traga la noche una vez más como flores de un edén quemado.
-Para regresar, así con la decisión para verla a ella, por eso la caída, por eso el resurgir, ¿por ella? O ¿por mí a través de ella?
Le da la espalda al rio, se va resoplando, adolorido por el lamento de la decisión, se tratase de un ajedrez onírico, nocturno, taciturno.
-Todo acontece en el mismo devenir, como aguas de noche en los remeros de estrellas…
Designa que cada rincón del cielo nocturno lo quiere poblar, expandirse en esa luminosidad oscura, la destreza del que se destaza en el instante como un parpadeo en la ventisca del encuentro, una forma de hacerse recinto en las orillas del ser.
-¿Y por qué he de llegar al puerto incendiado, a las cenizas de la luna, quemada por Ella, siempre Ella?
Leopoldo cae en un hoyo de pavimento callejero, se queda debajo, sólo le queda la luz lunar hasta arriba, siendo designio astral.
-Ya. Otra vez… me caí, ya.
-Ya me acorde, que… éramos aire, danza ciega en las orillas de lo oscuro, donde sólo hay dos, viéndose los dos… sin otros ahí…siendo uno-actu…con lo permitido de lo oscuro y la levedad del instante fundador, de la manera de traducir los vuelos.
Leopoldo se recuesta en su nuevo castillo oscuro:
-Ser viaje y permanencia, de los que colisionan por gusto, de los que se dejan ir y en ese momento permanecen, con la caricia del cuerpo en el soplo.
Empieza a escuchar alientos cerca de él, lo secuestran las dudas, es otro u otra…
-Entonces… si tengo cuerpo…porque siento el soplo, también soy ese soplo desgarrado por el cuerpo, por su vuelo.
Siente el ataque, salta, se aleja, se esparce en la huida, quiere fugarse entre noches y humos de vagabundos.
-En la tristeza y risa de la locura, como símbolos que son canto y silencio, ¿por qué regreso a esa caída? ¿Por qué me enamoró que Ella estuviera corrigiendo los lenguajes de lo nocturno, del erotismo entregado en silencio, en plenos murmullos de vuelo? Ahora sé que en este mismo parpadeo hay designios suyos…
-La manera de ser, dos materias en un sólo acto.
Cerca de las ventanas se asoma la otra como Él pero en Ella, lo sonríe con la mirada, lo aniquila con el gesto y lo revive con la presencia.
-Ahora ella regresa, sí es ella, ha llegado como pleno acontecer en un cielo ebrio de tristeza, de ella…
Se acerca corriendo, en fuga, volteretas de cuerpo y aire, ahora es un grito en las grietas de la noche, se acomete esta debajo del portal, es un cristal de momento, las oportunidades como esta se le han presentado de una manera casi nula, se atrofia de tanta coincidencia, alegría inesperada; azar divino que maldice con la punta de lo inesperado, ahora es parte de las respuestas que son mentiras, para sostener a una, a Ella.
-Ha llegado, lleva los nombres de las delicias Báquicas, ha hablado con sus diosas, le han permitido llegar, con sus velos saturninos y aguas de Neptuno, en ese cuerpo cabe el cielo oscuro con la luna sonriente, es en sí vuelo y caída…
Ahora la imaginería de Leopoldo llega nuevamente a tocar su ambrosía, al paroxismo del planeador:
-¿No podrías simplemente quedarte? Sólo son aire y sueños…-Él
-Como un mismo diluvio, en la parte faltante del signo total; ahí terminaremos-Ella.
-En la tristeza del que despierta sin recordar lo soñado y en el valor de los que si recuerdan, ahí triunfaremos, en el querer del ave con ala rota, en el simple querer explotarse en cielo…ahí triunfaremos perdiendo-Él
-Por favor, despiértame, cuando tengas más frío, hazlo, tan sólo ven y toca cualquier destino en mí, yo te escuchare ¿sabes?, desde otro ángulo, para hacerlo distinto, y mofarse de la luna, de los reyes, del tiempo…-Ella
-Ahora podremos ser sombra, otra vez…fantasmas enamorados, sueños-Él.
-Ahora podríamos ser traición de los exilios más sencillos: la arrinconada sobriedad, ese lado más funesto del lado más dionisiaco, ahora lo podrás entender …-Ella.
Creemos en un mundo con amor, en un mundo con vino, en las resolutas formas de la existencia: la sonrisa y el suspiro. Creemos en el jazz, en un grito de resiste vida mía, io ti amo…créeme, que si creemos en la herida, creemos en todos los lados-Él.
Leopoldo despierta de su sueño minino, es decir: sueño poeta.
Y se sonríe.
XCI
Revoloteo
-¿Crees que nos merecemos la belleza? -comenzaba Timo, sentado en la calle, después de la noche envinada y catalana, quieto sobre el piso y seco como pez asiático.
-Nos merecemos las costas del Peloponeso, las piedras coloridas de las lagunas mexicas-respondía Leopoldo, su siempre acompañante de aceras, de amanecer.
-¿Crees que nos venimos quedando ciegos o más sensibles?-Timo profería observando a los transeúntes distraídos deseando perderse.
-¿Te acuerdas cuando nos perdíamos entre estrellas?
-¿Crees que nos merecemos esas esculturas, riéndose entre jardines de astros, cantos de sirenas en seco celo?
– Nos vamos arrinconando entre ladrido del cosmos roto y lágrima del encuentro furtivo…
XCII
Un revoloteo en Timo.
No existimos, nunca fuimos, tus bocas con mis rimas, desvanecimiento de aire frio, en plena madrugada del viento que nace, “todas las noches se moría de una forma distinta, a veces le daba de comer a la luna”. Entre belleza fortuita he decidido condenarme, he optado por la ceguera de la razón y acostarme en los tumultos del sentir, en esos castillos de invierno cuando los estruendosos cañones de lo azaroso y los que devienen en silencio, los segundos entre cada signo que transcurre, justo en las alturas de lo que ha permanecido autentico por su ruptura con lo que acontece, por debajo de nuestras horas-violetas, horas-herida.
Cuando las hojas de la jacaranda yacen por debajo creando cielos en el sueño, de esa forma haremos descender lo sensible, lo astral, lo que va ocurriendo en fuga, y se nos escapa entre los cuerpos, entre nuestras memorias de fuego hambriento, en esas violentas convulsiones del espíritu por saberse desprendido, de esa manera en el baile con las esencias, es que se reconcilia con sus estados más instintivos, la pureza del bailarín que recupera su valor por ser y por ello: hacer, perpetuidad dancística, el fluir del campo, la armonía del suspiro con el lamento, en todo nuestro acontecer, libertad, entre esos lirios los que mi guirnalda en corazón puede acompañar, el desperdicio de las formas, la meta-realidad, ahora en las desesperaciones, en las desesperanzas: el presentimiento, la entramada aceptación de lo que yace para irrumpir, vestido del medievo para la sonrisa del moderno, las alianzas entre lo que asusta por estar y lo que se atreve por ser, las resolutas miradas de los enamorados en el parque último, ese ardor aliento de flor, caravanas orgullosas de sus robos, cuando ahí en pleno apogeo de los sacrificios emergía la caravana, de esa rebelde, amarga, dionisiaca, tronando los mitos, rescribiendo…¿es que en esos espejos, tú…sientes?
Voy abandonando los solos de salón mal pagado, atiborrado de la fiesta de los negados, de los amigos del opio en Nápoles, de los quetzales-poetas de la eterna Tenochtitlan, las uniones entre lo colorido y las muertes, una revolución del sonido para el espíritu, que van trayendo más, y los pintores de la Patagonia con sus cantos ancestrales, todos ellos, todas ellas, van siendo la foto que salvo, y que recuerdo: traigo con todas mi sensaciones un revoloteo de embriaguez, la misma que se ha estado volviendo danza, risa del cosmos, un principio sin final. Un mañana.
XCIII
Maldición
Leopoldo en sus ensoñaciones prefiguraba los diálogos a su conveniencia, comenzaba así, para que ella fatídicamente continua:
-Te condeno, te maldigo, te beso, te encuentro-Leopoldo le cie a mitad de calle en el centro de Ella
-Te quise marcar la otra vez, cargaba besos como balas en mi chaqueta, ¿te acuerdas? La que te me regalaste, que nos robamos de las callejuelas clausuradas, siempre transgrediendo.
-Como gatos enamorados.
-Me duelen las metáforas, los sonidos del pozo que invocas entre llanto y rezo, fervor de mis pulsos inútiles, en la arboleda del bosque interno, sensible, el deseo de lo que no va.
-Porque desde tales tejados, la manera de atisbar unos cielos aparte, la forma de atestiguarse, de pronunciarse contra las afrentas, en el grito del que exclama, del que resalta la valentía para poder permanecer, a través de la palabra, mantenerse en el sonido del ausente.
-Hace falta entregarse, dar de lo que nos agotamos, de lo que nos enviciamos, mantenernos en el constante ofrecimiento de aquello que nos hace subir del tono, la canción a mitad de la calle que el paroxismo del encuentro nos exige ser.
-Aprendo de tan sólo verte. Cuando nos acostábamos tarde, si, para los recuerdos que se cocinaran con buenos humos, con los paisajes del sol con la luna de nuevo en tapices, en códices, en los lenguajes perdido por la luna.
-La creación y poetización del lenguaje, cuando de los gorriones más tristes por soledad, por los collares de las cazas más furtivas, en los circuitos de las cuevas, cuando se van incendiando y se asustan porque quieren llegar a levantarse y no lo lograrán, ¿es que lo lograrán?
-Curo mis insomnios por el vuelo del misterio. La corbata azul del sueño.
-Me entrego, ahora puedes fundar de nuevo mis cárceles, mazmorras aullantes, los recovecos donde el francotirador erótico….
-¿Acaso sigues por pura fantasía de mí o porque vas a besarme…?
XCIV
Danza para renacer.
En los idiomas originales de la bohemia incurren a mitad de calle los bailes, orquestados por la diligencia dionisiaca de lo urbano, pasaje de la noche encabritada con su nacimiento es cuando Timo y Leopoldo a mitad de ello, van también ocurriendo:
-Desde el exilio se escriben ciertas escrituras demenciales-Timo esquivando a los bailarines, añadía a la parranda su verbo-: desde el olvido del lenguaje, de esa manera de poder señalarse entre tantas ventiscas, eólicas muertes, el susurro de los que no están. Para los llantos disonantes, en ese olvido que se incendia, como vuestras noches, amado Leopoldo, ahora un punto adverso; el que se va creando con los símbolos, interpretaciones negadas, de cuando sueñan los parques oníricos, contemplando un continuo desvanecerse, entre tantas selvas en símbolos. Las libertades para el diálogo, entre ala y ala, la ruptura y la permanencia: hay baile…
Leopoldo encuentra un pedazo de pared robado a los presentes, para recargar sus dudas y cuerpo, medita observando los movimientos, las jaurías de emociones y pulsaciones, en esos pedazos robados a las modernidades, ahora la ventaja de los que se tocan a través de la música, baile como continuación de la música.
-Una distinta vaciedad del que se sueña por soñarse-Leopoldo observaba a una mujer en particular danzar-, así en su mismo placer del que se diluye en su baile y diálogo con esas orquestadas esencias, tan suyas, las que se buscan por un sol distinto, entre sombra y sombra de signos, nos podremos cuestionar si la pasión como resolución absuelta, que si el instinto y la naturaleza fundadoras, que sí, ahora si…por los exilios, profanados de imagen solar, desértica magia, arena en las manos de los negados.
Timo no dudaba ni por un segundo, se probaba a través de los movimientos su sagacidad y anteponía el verbo, pero poco le faltaba para cometer renacimiento verbal, callar para bailar:
-Antes el renacer por los signos, ahora la venganza del silencio y mañana el vestigio de voluntad.
-La creación es a respuesta.
-Incendios y pérfidos aliados, son lo real con su comprensión.
Leopoldo se entusiasma levemente, ve a los niños acometiendo el instinto, su dejarse ir en los constantes balanceos de la meta-física, pero cambia su semblante, recuerda un estremecimiento en su ser, porque recuerda:
-Esa Realidad pertenece a los del “allá”, con cada uno de sus signos, hechos castillos grises, doctrinas inhumanas, fuego que no crea, infructífero anhelo, el soñar sin soñar…
-Por eso que la razón y su nula levedad con la que se sostienen esas realidades, hacen que se suicide, que se auto-exploten, sin alguna significación, su falaz traje tan cortejado en Apariencia se ha descolorido y perdiendo ritmo se ha vuelto Esencia. Han de quedarse en un hueco prominente y destazan la locura en dosis de anormalidad psiquiátrica, económica, moral, ahora sus murmullos de miedo se han vuelto himnos de renacer y vanidad. Han restado vida y han impuesto un sólo tipo de ser.
Timo acaricia levemente el rostro de Leopoldo, le sonríe con el ser y desata por fín su cuerpo dejándose ir con la música del espacio y tiempo roto, un tiempo distinto, tiempo-baile. Leopoldo lo sigue con la mirada y con el verbo:
-De ahí que nos sostenemos, por eso el atrevimiento, la puesta de lo sensible como lenguaje traductor de lo que permanece y es en su esencia: vida.
-El único refugio de la voluntad será nuestras armonías y nuestros caos de creación. Puestos los coloridos trajes de lo que se intuye, nacerá la creación desde su aire en sangre por amanecer hasta la fogata de las acciones y el devenir concreto.
Ahora Timo se convulsiona quiere participar en ambos mundos, nada se lo detenía, ahora se enamora de esa nada y es su continuador, promulga desde ahí, como el aullido de luciérnaga apuntando lo desconocido:
-Si lo suspiras muy fuerte se podrá hacer. Como el soplo para el cristal quemado, forjando formas, evocando rítmicos cuerpos e invocando conjuros, la soltura del ser estaría provocada, inducida, como el que apuesta por el vuelo: justificación y vivencia del viento, caricia cósmica por las sonrisas astrales.
Vamos entendiendo porque vamos sintiendo, creando desde el lenguaje, la visión, desde los rascacielos, implica que también vamos aconteciendo, como la infanta que ha optado por la ceguera racional, y se abalanza para deshacerse en el rincón del baile, aún en soledad se incendia. Desboca en el florecer de una liberación meta-física. Baile ligero sin el peso de la apariencia, sin la imposición en el signo. Una nefasta conveniencia. Ahora es libre, se sabe en su andar sensible.
Leopoldo exclama desde sus heridas, ahora su razón se ha quedado suspendida como todos los demás tiempos y mundos, ahora se congelan y dan pauta a un nuevo entendimiento el que parte de la soltura, de la sin-razón, el único elixir que perdura: la sensación:
-Por esos bosques de labios, nos queda el lenguaje onírico, como ventisca púrpura en bosque de invierno. Prueba vital de la vida misma, que se comparte en tal jardín, las fuentes en su entro: la sensación y la libertad de sentir.
-Sentimiento colorido, multi-verso de las más recónditas explanadas del recorrer y pensar, generacional, histórico, mágico.
-Es por ello que en sus humos de cada época se han sentido portadores de un tipo de razón, un tipo y modo de verdad, un tipo de lógica, que permite su existencia sin culpa.
XCV
Conferencia.
Gabriela y Leopoldo caminan entre los pasillos de la universidad, asisten a una conferencia sobre los vestigios de Roma en África. Leopoldo mira por un ventanal:
-Me muero a ciertas horas…como a esta hora: una hora azul.
-Y entonces se enciende el jardín del cuerpo.
-Ya sabes, poesía como madre bastarda…
-Se me pierden las ensoñaciones cuando llueves de esa forma.
Leopoldo baja la mirada, se perfuma con la tristeza:
-Cuélgame en esas catedrales, como un querubín quebrado, cuando las bombas de la razón hayan colisionado, para fundar nuevos espacios, la vaciedad de los cuerpos y sentires, sin saber de la cárcel de la razón. La forma de atreverse a existir lo onírico, un destello de las encontradas corazonadas, las explanadas de la intuición.
Para ese momento Gabriela ha pronunciado lo inquebrantable con su mirada, ahora no ve a Leopoldo más que en sus palabras, se le ha ido la corporeidad, el gusto por ella.
-El arriesgarse por una intuición, cuando se fundan las levedades por una forma en Salvación.
-Quisiera saber y ser desde tus manos, lo que han tocado, me gusta cuando llegas con tu viento y me llevas a distintos sitios, fuentes en escarlata, rehilete de experiencias.
Leopoldo intenta tomar las manos de Ella, pero se le escapan. Gabriela opta por entrar al salón donde se realiza la plática antes referida. Se asusta al ver tantos espacios vacíos, requiere de uno, para aferrarse, sostenerse a algo más sólido menos falaz.
Al momento de iniciar la exposición, Leopoldo se sienta a un lado con ella, pero su mirada de Gabriela lo ahoga, la voz de ella ahora en susurro secuestra el espacio y tiempo, una vez más:
– Beso de Ensoñación con Humildad, evaporarse por mero gusto y placer, una oportunidad pura, la risa que se baila, que se agita, se convulsa. ¿Por qué no caer en tal exhorto, de sin sentido, deseo sin culpa, el placer por decisión para y por puro placer?
– ¡Cómo se van callando los palacios!
-Son decididos por el silencio.
– ¡Qué absurdas por las alas, son móvil de un mismo sonido!
-Recibo de mis ensoñaciones el azar para amar.
– ¡Qué bellas lucen las estrellas en plena muerte!
-Tengo ganas de fundarte a pleno vuelo del otro…
-Entre naufragios del ser sigues siendo luminosidad para los aullidos menos incandescentes.
-¿Podemos renacer?
-Casi
-Ya te había perdido como un fuego que se incendia por sí.
-Ser en las venas del aire, lágrimas de ángeles, extraviados por el brillo de su herida.
-Ahora los mensajeros, las interpretaciones, los solsticios de invierno. Se van quedando entre sí, fríos, momento de la quietud de la vida, es la que es susurro y se vuelve himno.
-Himno nuestro de los negados.
-Amada pintura meta-física, no te decaigas, seguid hasta lo transgresor de aquello trascendente.
La introducción sobre el tema ha finalizado, los oyentes resuenan en preguntas, pero hay dos que sólo responden a la Historia con poesía dual, rota, arcaica, la que apareciendo desaparece.
XCVI
Condena
En una larga noche Timo había dispuesto su recinto de exposición en un altar, ¿a qué? A la noche y a los vicios. Timo comenzaba:
-Somos lo que consumimos para dejar esta realidad y otras…
Leopoldo, su predilecto oyente yacía sentado, observando el juego entre velas y lo oscuro, descubría entre cada movimiento un nuevo verbo, la gramática del fuego ante la gramática verbal, le corroía la respuesta hacia su amado maestro y compañero:
-Una manera auténtica del sonido para habitar los cuerpos.
-Sentido continuo, al aire lo del aire, y lo del sonido al sonido. Para revestirse con esas lunas de los sátiros ebrios por la añoranza, el desbarajuste por los encuentros, lo inmortal y lo que conmociona con la simple presencia, mar de aire, entrega del sonido primigenio, arrullo de los momentos vinculados a la sonrisa, a la lágrima, al suspiro, con todas sus verdades, con todas sus mentiras, vicios que se invocan por sí. Como la afrenta del espíritu pensante ante las cárceles del sentir, así la toma de los principios menos adictos.
Leopoldo carcomido por la palabra, sabía de tales vicios los había comenzado para poder figurarse a Realidad, para poder entrar a Ensueño, los vicios del verbo que se repiten y ofuscan las vitalidades, los impulsos, con las brutalidades del absurdo y lo que implica el frenesí, se pone de pie; asusta al momento, pero observa la vela, libera con su cuerpo al verbo:
– Estar embriagado de la belleza con sus colores y formas, que embargan los suburbios de lo nocturno, usufructo de lo maldito y apolíneo. Los sencillos siendo referencia de un mismo sentido. La amenaza de las respuestas ante lo mundano, un cielo aparte como metáfora nuestra. La subversiva; la fundadora. Contiene la belleza de lo etéreo y forma eterna de consuelo, un abrigo de lo que se convierte nuestro lienzo para expresar las existencias mismas de nuestras creaciones, como la creación misma que somos nosotros. La apuesta por la respuesta y pregunta de subjetividad, la afrenta de los sentires con el teatro de lo mundano, se colisionan en distintos lares, nos conmocionan las noches, el llanto de luna y el sonrojar de las flores, somos creadores y creados en la melodía continua del cosmos, la fatalidad de la belleza en su jardín del momento como esculturas muertas que desaparecen al momento de aparecer, el sueño en celo, un movimiento olvidado en el sonido, paisajes de sonido que van componiendo las edades, los imperios, una revuelta del sonido fundador para edificar lo que va, lo que se apega al designio de las ambrosías en sus creaciones.
Leopoldo sigue en el abstracto del movimiento en la vela, Timo lo coloca de nuevo sentado a su pupilo, recibe de éste una impresión desconocida hasta el momento, primero Timo se parece extrañar después una sonrisa afirmativa en su rostro, ahora los vicios antes comentados:
-En esos atisbos de parpadeos y sombra, la fortuna del que ama el aire por su ser en fuga; yace condenado.
XCVII
Ninfas
Los dos, primero tomados del brazo salían de la conferencia, arrodillando su soplo a la plática para sostener el andar en caminata. Primero Leopoldo suspirando de nuevo…
-Fui al derrumbe, me encontré.
Contestaba Gabriela volteando su cabeza a otra parte:
-La palabra como sanación…
Para la respuesta Leopoldo sumía la cabeza en su abrigo pesado, fiel acompañante nocturno, y colocaba la mirada hacia el cielo:
-Entonces si es cierto; las lágrimas de la luna.
Gabriela, acelera un poco el paso, alejándose de él, para voltear triste, destrozada en su ser interno:
-Entonces me lloraron los obeliscos y esfinges, plumas de jade.
Leopoldo se queda pasmado observando aun el cielo, pero Gabriela siente las palabras punzando en su interior tal navaja de cuarzo:
-La rebelión de las musas:
Habrá ninfas en el inframundo, Habrá ninfas en la revolución.
Habrá ninfas en los sueños de las ninfas.
Habrá cielo y caos.
Habrá Ellas en su plena libertad.
Habrá genuina vida…
Pues habrá genuina muerte.
Habrá conquista y llanto, revuelta morada.
Habrá ninfas que son más que ninfas…
Ha declamado todo su poema al paso del viento y ahora sus lágrimas escurren profundamente, su rostro es lacerado por el brillo lunar y la incomprensión del sentir, palabras que se fugan.
-Te pedí que no regresaras, todos tus sellos y conjuros se han roto por las entradas-continuaba Gabriela con el caos y en su voz y la decisión en su cuerpo, se va consolidando, ahora sabe lo que quiere, se da la vuelta, se quiere a ella, se decide.
-Casi lo logro, pero vi un pétalo perdido y se me atravesó tu sonrisa…
Pero Ella casi lo escucha, sin embargo, ahora su todo subjetivo ha optado por la independencia del sentir que el de la razón, el costumbrismo fatal y la inercia corporal, ahora todo es claro el sueño de la intuición produce libertades.
Leopoldo guarda sus manos en el abrigo, la observa alejarse, siendo acariciada por la noche, por lo oscuro, el misterio de las formas ahora es su cuerpo. Leopoldo sonríe, enciende su pipa y exclama suave, con el idioma de los tristes:
-Ella tenía los ojos uno con lente rojo y el otro era azul…
Cuando volteaba creaba morados.
XCVIII
Atrofia
-Sigo creyendo que podemos entregar algo más fugaz-comentaba Timo encaminándose a su exposición-: Algo que se funde con nuevos atardeceres, unas supuestas ventajas para los vacíos, entre persona y persona, el murmullo de las fascinaciones y el sollozar de las decepciones. En la sangre de los colores, una forma de adentrarse en el soplo de llama.
-Otro día, con otros miedos, mejor déjeme hoy, quiero ver su ausencia, a pleno canal de Praga, pasillo de anochecer en la ciudad del sol, he encontrado su ausencia en cada semana, vacío de botella existencial –respondía Leopoldo con lo poco de vida que la tristeza le concedía.
XCIX
Negación.
En ese instante fundador Timo y Leopoldo yacen fuera de los restos de una exposición atormentada por el fuego de Ella.
-¿Por qué te ahuyentan los dolores del mundo?-Timo taciturno comenta-. Si son también notas en el conjunto. Un ardor incomparable, el encuentro de la belleza en lo ausente, en lo negado y en la fealdad del ser. De tales plebeyas batallas, también. Lo desarmonicé a todo el conjunto y encontré la unidad, un tipo de verdad; la más fáctica.
– Si, ahora lo sé, me han llegado todos sus telegramas, las señas, los cantos entre astros, sus nacimientos, sus amarillos, sus azules.
-Las madrugadas sobre las calles, aún húmedas por su encuentro con la noche, rematando el sonido de los ausentes con fría tempestad matinal, nos indica y nos envicia a cada rincón de este maldito mundo, a cada representación es un grito hacia y desde su belleza…esa cruel belleza. La que nos embarga también ese otro sentir, esas fuentes de violencias creadoras que fluyen con su vitalidad marchita, la última sesión, oh amado pupilo es sentir también esa otra parte de la unidad.
-Pero si ya lo habíamos estado viviendo, desde la ruptura primigenia.
-La vida entonces era una mentira.
– ¿Y cuándo no? Porque si bien recuerdo usted también lo vociferaba, la única verdad como falsedad, que podríamos ocurrir en concordancia con el continuo, con el carnaval y exposición de las esencias, y mire-Leopoldo señala hacia los destrozos por el fuego-, ahora se han logrado sus cometidos, liberando cada esencia, cada escultura de lo normal, las exilió a lo etéreo, a la libertad: lo incendió todo. Tal vez nada deba ser.
-Nada debe ser.
Para ese nudo en el telar de charla y diálogo adverso, Timo opta por acercarse a las ruinas de una exposición en ceniza, saca de su traje una pipa y la enciende con la poca llama restante de su amada y ahora desvanecida exposición, nuevamente susurra para sí:
-Todo es.
Leopoldo que había estado observando el humeante edificio, voltea hacia el cielo decide acercarse a su amado maestro, no tiene otro siempre donde permanecer, así que permanece a su lado, observando ahora de cerca, de infinitamente más sensible y cerca, la última llama. Susurra también para sí:
-El amor como recompensa de la muerte.
Timo como si atravesado por una pulsación, se estremece en su recuerdo, por el aforismo antes pronunciado. Ya lo había escuchado antes, en otras vidas tal vez, pero ya lo había disentido, por su trascendencia en el ser…
-Oh amado Leopoldo, ahora usted menciona las frases de otros maestros, así sin haberlos conocido, ¿o sí? Así sin haber fumado a su lado ¿o sí?, haciendo las preguntas, corriendo por las respuestas… sin haber querido escucharlos…
-Ahora yo también disiento con usted maestro, que la unión con el otro también sea en su ausencia, en la negación, que también nos embarguen esas tristezas creadoras.
Leopoldo toma sus cenizas y se marcha, se va nuevamente en ese andar del que se sabe atormentado por los vacíos sin respuestas, ahora sus abismos no son deleitables se han dormido sin soñar.
C
Canoa
Mientras que Leopoldo caminaba sus pasos invocaban uno a uno recuerdos, su profana memoria le auxiliaba para el encuentro de posibles futuros, un mejor sitio: el sueño o la memoria:
-Llegabas y me decías de esas justificaciones terrenales:
“Disculpa me han llovido los lugares, no encontraba sitio.”
-Oh no te preocupes, aparté la función de las seis, después del movimiento de nubes y de marchas de rebeldes, como te gusta.
“Después podremos irnos en canciones de humo.”
-Claro, si gustas podemos ir también a la exposición que tanto nos mencionabas, a todos, hasta las flores, hasta mí, te escuchábamos, te escucho…
“Si podemos, con tan sólo poder, recuerda esos momentos de refugio cuando afuera llueve la desconsolación de los lugares oprimidos, hechos silencio. Mira préstame tus lienzos…”
-Ahora Ella tomaba los lienzos-pensaba Leopoldo-, y les salían guirnaldas a mis cielos externos, acotados por su presencia…
“Mira reposaremos en estas canoas, las que dibujo aquí, tal cuna de algún profeta, así estaremos en ellas, tal vestido confeccionado ¿sí? Por lunas y nuestras presencias, nos haremos sentido de vuelo olvidado por el olvido atroz, del que no libera. Si es lo contrario nos queda el bosque para ir a pedir deseos.”
-Te deseo mi deseo mil deseos…
“Se nos hace tarde, la función, ya sabes, vamos a tener que dejarlo para después a veces me asusta cuando hablas así, le comprendo al signo, pero no a tu voluntad, siento cárceles en el arrullo de tu verbo. No sé por qué, pero vamos…”
-Y yo erraba-continuaba Leopoldo en su abstracción del pensar-, me encontraba en la irresolución, un falso acomodamiento entre signo y voluntad, cuando de nuestros refugios más internos yacen quebrados por la anomía por esa falta de destino.
En ese fotograma del recuerdo, se detiene, aboga por la introspección para el repaso de las frases, de los momentos como concatenados por la ambrosía del recordar y el nihilismo de añorar, nada de vivencia, el todo fantasmal, sin embargo, Leopoldo hace de su nihilismo un momento estético para la vitalidad, recuerda que las “canoas” dibujadas por Ella yacen aún en su terrenal vivencia, acomete contra el aire y el momento, empieza a correr, esta vez se dirige a su propia exposición, la no quemada, la que si gusta de permanecer.
Llegado a su aposento externo, abra la puerta y recula por un instante otra pulsación del recuerdo lo detiene: Timo. Su maestro amado siempre ha estado ahí detrás del detrás, creando en sus lares más internos, los más oscuros, ¿por qué entonces él no podría hacerlo? Le carcome la pregunta, le asusta los conceptos del recuerdo, pero decide seguir, le importa más su dolor.
Adentro de su exposición más profunda, uno a uno va removiendo los lienzos, hasta encontrarlo, aquel de la primera vez que Ella ocurría en una cita de universidad, cuando la exposición apenas se inauguraba, cuando no Timo, cuando no ellos, cuando no el nosotros.
Leopoldo suspira, no lo ha encontrado, se sacude todo su cuerpo, le atraviesa el pensar de la ausencia también del vestigio, su fuente para renacer parece seca, una vez más.
Mejor decide sentarse en el suelo, emergen de él lágrimas como brotando de un estanque infinito, roto, desconsolado. Cuando por la habitación como humo a través de la luz se fuga Timo, con un lienzo en la mano, se sienta frente a Leopoldo y lo abraza en silencio.
Ahora los dos como antiguos camaradas de revolución en el espíritu y perseguidos, se abrazan, se extinguen ciertas tristezas cuando el exilio se comparte. Ahora las dos estatuas cobran movimiento y se ponen de pie, Leopoldo aún en pleno sollozo profiere:
-Será mejor que me quede aquí, por lo menos en este aquí, tal vez sea mejor optar por la ingenuidad, el olvido de las formas, que provoca el desconsuelo, ahora me toca engañar a mis sentidos.
-Será mejor que vea este lienzo, guardado en otra exposición más errante, como le gustaba a vuestra…bueno ya, revíselo, mientras voy a preparar aquello que engaña a los sentidos.
CI
Lienzo
Cuando Leopoldo observaba el lienzo, rememoraba los primeros lienzos: la noche y la piel del animal. Se encontraba acariciando lentamente cada espacio del ahora desgastado lienzo, las armonías de sus conjuntos, las formas de la civilización explorando el momento del fenecer, para otorgar a través del signo estático una representación en la memoria de los venideros, en la inmortalidad del signo provocando enunciaciones, creaciones, libertades.
-Ella dejó algo más que un signo de canoa, no es lo que se dice sino cómo se dice, por favor, déjame encontrarte, si todo lo que hemos trazado con Timo posee validez entonces creare con mi voluntad y sentir una manera de ver eso de algo más, el movimiento y la parte, lo que se dice sin decir…
Para ese momento de recitación, Leopoldo ha encontrado unas frases al costado de la canoa, el signo que ha estado fraguando puede ser, se detiene para leerlo en voz baja pero como si lo gritara a mil campanazos en sus pueblos internos:
“El sueño de la intuición produce libertades.”
Pero el signo no finalizaba ahí, existía una segunda frase, Leopoldo se sonreía aún más encontró lo que deseaba en su fuego profundo, una dualidad hasta en el signo, ahora decidido como el que ha ganado la noche, lee para sí:
“Pieza creada por Timo Agni”
Era la letra explícita y signos diáfanos de Ella, era un recordatorio en definitiva para que la vieran después de la función. Leopoldo recibiría entonces una responsabilidad por conocer la obra, porque la obra era el signo. Gabriela se lo había dejado para que a través de la obra pudiera conocer algo más, siempre algo más.
Leopoldo resopla en un fuerte alarido de dolor, sabe que siempre hay algo más, ahora no puede alcanzarlo falta conocer esa gran obra que todo el tiempo su amado maestro había estado hablando, llenando siempre los vacíos lingüísticos, Leopoldo creía que eran simples sofismas, dignos del no comprobarse, pero ahora se vuelve imprescindible comprobarlo, verlo, tocarlo, escucharlo, sentir. Porque solamente esa obra podrá liberar la duda, despejar el espíritu y resonar en las conclusiones de sus agonías.
En tan gran mudanza y confusión, los recovecos de dolor se iban apaciguando, los bramidos se volvían sollozos quietos y amorfos, reconocía que su cuerpo como saeta azul en el bosque, ahora bañada por las aguas saturninas, se sanaba y comprendía a su maestro porque lo sentía.
-Tan sólo desde estas ausencias es que puedo ver la obra. Solamente pasando por tales violencias del sentir y bramidos de confusión, tan sólo desde ellos puedo verla, un ditirambo en ciernes de sanación, porque se sabe en su locura de primavera, siendo antes agonía de invierno.
Timo se encontraba afuera sentado sobre el jardín fumando su pipa larga de jade, Leopoldo lo observa desde el ventanal, contornea su figura con su dedo y sigue el humo con la mirada. Ahora vacila por su consuelo repentino pero la claridad se ha acercado a su soplo profundo, motiva a su corporalidad, acaricia el lienzo por última vez y sale de la exposición.
Los danzantes nocturnos ahora sienten la sonatina interpretada por los vacíos. Ahora la complitud y alianza entre lo infinito y etéreo, Leopoldo recibe de tales enunciaciones su unidad clara y oscura, sabe ya por fin de los motivos que inspiran a su maestro a la creación, ahora no recibe las enseñanzas las brinda al viento, lo encara una última vez.
Afuera Timo aguarda.
CII
Flor de mármol
Afuera ya se han puesto de pie los dos y caminan decididos hacia el aeropuerto, Timo lleva la delantera también con la palabra:
– Ahora las ensoñaciones se vuelven materia, de esa que están hechas las naciones, porque precisamente parece que se ha despojado y ha entregado, pues en esa hamaca de fragancias se ha estado durmiendo usted pero ahora con el soñar brotando y emanando de vuestro todo subjetivo, lo ha carcomido la negación, ha probado sus huesos del ser a los exilios, hasta ha bailado entre ellos, porque preciosos son los que no se traicionan hasta en los bramidos del espíritu porque ya los ha estado también enunciando.
Leopoldo resoplando por la velocidad que ambos llevan en el andar, le contesta animado y decidido, como ebrio de verdad:
-Sí a los placeres no a los sujetos. Me va a llevar a conocer resolutamente esa obra. Nada más que el arte para materializar todas vuestras locuras. A horas un fuego creador en su destrucción a otras un sujeto enamorado de la luna. Vaya exilio en el que acontezco.
-Para las viejas almas en un mundo contemporáneo, donde las contingencias, los accidentes en las sustancias y la embriaguez pura, son definición de realidad, hemos de crear nuestros escondites de sensibilidad.
-Entonces la obra alejada de su contemporaneidad, está en un estadío más elocuente, más violento.
-Está en el mar.
-Con los corceles del movimiento y lo caótico, esa armonía que todo lo devora, sin cimientos de cordura sólo el ir y venir atraídos por las luces lunares de un mar, un lienzo lleno de tesoros y belleza.
-Tendremos que tomar el avión de la madrugada para llegar a nuestra canoa a tiempo.
Leopoldo cierra confusamente la noche cuando ve en el trasfondo de lo oscuro el brillo lunar, se pregunta si ya antes, ellos mismos habían sido como olas, en ese eterno ir y venir al compás de la sonatina lunar.
CIII
Vuelo
Cuando de pronto en pleno vuelo, sentados sobre el aire, en una joya de pedazo de modernidad para escapar precisamente de la modernidad, se embriagan en pleno vuelo como aves desnudas por el lienzo nocturno.
Vuelan sobre las enajenaciones, sobre las proyecciones en sí, de las que se alimentan del sometimiento y muerte de lo imaginativo, lo espontaneo y lo que resuelve las afrentas de confusión y creación, los dos ahora sobrevuelan tales conjuntos, retumbando en sus contemplaciones las mismas conclusiones, se saben fuera y por encima de ese conjunto que ha proyectado la moral, la economía, la ética y la belleza con los códigos únicos que les permitan estar reprimiendo, siendo motivo de poder, falto de justificación, cuando callan los suspiros y el verbo es falaz, engañoso sin inspiración, porque ha sido ultrajado lo domina el signo a la voluntad, lo deja tambaleando y hueco, la palabra que se pronuncia es una palabra que se vive, que hace de sus humos una vivencia.
En esa dinámica de existir las formas de recibir las afrentas se vuelven más livianas, como acorazonadas de un mismo ritmo, la orquestación de almas desde el sentir, porque la propiedad de los sentires como del verbo se quedan desplazados cuando desde el silencio, desde la lágrima, sonrisa, que se enuncian sin enunciar, lo que se calla para expandirse en las ventiscas, traducir la cordura como apertura de motivos, queda reivindicado por los elocuentes del signo, los que vuelan por encima de él y prefieren experimentarlo para después en su libertad enunciarlo, así con la dulzura del infante que se hace las primeras preguntas, conoce los primeros colores, resguarda los sonidos primeros, y desde ahí crea en esa novedad ante lo eterno, la profundidad de sus motivos y expresiones acorde a los delirios del sentir, se vuelven la ofrenda más digna al viento, a la soltura y locura sana, la que libera, la que siente la libertad y se enamora de ella.
-Tal vez no hace falta ir por la canoa-susurraba Leopoldo al oído de Timo-, ya estamos en ella.
CIV
Aclaraciones
Mientras que el avión va figurando sus últimos espasmos en el aire por el viaje, la mente de Leopoldo retumba en soledad mental:
“En las ventiscas del ser, en las aguas nocturnas, siempre corrompidos deseando la utilidad nefasta de la razón en términos de la sensación. Me viste y sabía que me condenabas, a todas las libaciones, los sacrificios otorgados, rotos por el espejo del humo y la llanura solitaria, cuando nos convertíamos en pañuelo de la noche y nos quedábamos quietos en la orilla, esperando a que los fascistas de la razón por la razón pasaran y nosotros desapercibidos, como collar de ágata en lo nocturno, Pompeya se nos volvía ceniza, decidíamos incendiar otras ciudades de Ensueño, por eso me perseguían, por lo que éramos, por eso siempre huyendo, por ser en sí lo que nos tocaba, pudimos ser cualquiera y cualquier, pero decidimos, nos decidimos en ese elixir momentáneo, las esencias que defraudamos, los cigarrillos creando imperios de placer, en nuestro cuerpos, cuerpo tuyo: fogata mía. Cuerpo mío; lienzo tuyo. Es por eso que ahora en este continuo sólo para conocerte en ese algo más, en la obra, en alguna respuesta a la constante y aniquiladora duda, mis tambores en el cuerpo retumban por la respuesta, o por otra pregunta más, no lo sé, una prolongación o una extensión vuestra, sólo eso pido, lo invoco, lo ansío y me consume como vendaval, en una mano la creación en otra la aniquilación, vamos componiendo armonías y tú me dejaste escrito el último presagio para la última clausura.
Ahora el avión desciende, alado de mi esta Timo, me dirijo a su último refugio donde tiene guardada la obra, sabremos de esas últimas acotaciones por el mero gusto del que se compone una sonata sólo para él y el bosque, tal vez después de todo si vaya al bosque a pedirte en deseo, tan sólo encarnada en esa obra más, forma de lo que retumba en mis manos, como miedo que libera por presenciarte una vez más, tal vez también la última.”
CV
Náufragos
Cuando el avión ya ha descendido y la noche acomete fatalmente, ahora en otro lado del plano terrenal pero esta vez con vista al mar, Leopoldo y Timo acontecen, van directo hacia un automóvil que los espera por órdenes de Timo los conduce hasta la bahía. Mientras Timo como siempre aprovecha los lapsus de transporte para fijar permanencias en el consciente e inconsciente de su amado oyente:
-Pero es el greco-romano que decide separarse del cosmos geo-botánico, se da pauta a la creación de un espacio civil y no del espacio humano, los contenidos del ser humano se convierten en ser-ciudadano, los motivos son el miedo y la ambición de volver sus temores en superioridades, generan conceptos y leyes, la diferencia entre el jurista y el artesano, que uno encierra y el otro acaricia los signos, materiales y esencias para liberar, abrazar los despojos, lo iracundo del espíritu, para nada es la represión sino una aceptación de tales sustancias.
-No puede juzgar al pasado para redimirse en su presente, si bien fueron los de la Ática y el Peloponeso, sus continuadores fueron los temerosos que emergían con poderes absolutos en sus teogonías fundadas en el olvido de la vida y ante poniendo el orden como lógica superior, delegando a la violencia creadora un motivo de aniquilación, desaparición sin otro afán, sin otra fuente.
-¡Qué viva la realidad vital concreta!
-Estas son las únicas frases verdaderas; las frases de los náufragos.
-Entender cómo es posible la conformación de una idea, ulteriormente de una frase, y así de una organización, de un estado y finalmente de una sociedad u hombre o mujer en concreto: civil. La conformación de la idea a partir de la fundamentación histórica, filosófica, del ser y su libertad, espíritu con su poesía.
-¿Cuáles son las frases que sostienen esa vitalidad y comportamiento?
-Es una vitalidad hueca, marchita, caparazones sin alma. Su comportamiento y modo de ser esta justificado a partir de la separación de la negación a los negados, de la bajeza que provoca guiarse por el cuerpo, por el espíritu y la intuición, las declamaciones de siglos y siglos para separar al ser de su estado más instintivo y espontaneo de aquello que lo vuelve colindante a los otros, en todas las latitudes del cosmos, para nunca encerrar sino a partir de su punto de unión: liberar porque se han entendido que yacen en el mismo lienzo porque son creados a partir del mismo óleo, el estadío más primigenio permanece aún en nuestro tiempo cuando el esteta promulga sus verdades por encima de los cánones y estándares en su creación, emergen los motivos de unión enture todos y todas, la sensibilidad ante el fenecer.
El auto se detiene frente al mar, los dos descienden y se acercan a una costa donde les aguarda varias canoas. Leopoldo escoge la más verde-azul, recoge sus pensamientos y se embarca junto con su maestro el viento y Timo el artista de lo negado.
CVI
Recitación
Leopoldo asomaba su cuerpo erguido contra la luna y su noche amante, recitaba para todo el vacío, mientras que Timo procuraba sostener el curso azaroso de la canoa.
-Y ahora libre como cielo de escarlata a mitad de la plaza -Leopoldo rugía frente a la vaciedad-, voy buscando tu cuerpo hecho de vela, que encandila como movimiento fundador, me acerco a ti, llorando la experiencia, porque de los vuelos me he hecho esculturas rotas por el viento.
En esos pálidos ocres del alma, en rosas de invernadero, con los alaridos fugaces destruí y edifiqué la nostalgia marchita y me enamoré.
Del vacío entre una estrella y otra. De un suspiro rompiste la noche ya rota me la regalabas con tu boca.
Me sitúo con la carne viva, pregono en los jardines con tiempo de bugambilia siendo amapola ardiendo para tu vicio.
Ser en tal tiempo, ser en el sin-tiempo, construir a partir de ahí. Habitando en la abstracción de la abstracción, pero hay una continuación en materia, por eso nos dirigimos hacia ese allá. Y en esa lánguida pero bella abstracción, crear a partir de la sustancia, la materia abstracta hecha de abstracción a saber la estética.
Esperar a que la revuelta morada en tu pecho se vuelva libertad, ya eres libertad.
Hacerles caso a los signos, volvernos ciegos de la razón, empujar el latido más instintivo.
Leopoldo a este momento del discursar, se toma con más ahínco la palabra y la explota en resonancias astrales, se las lleva el viento:
-Ojalá si en tales cuevas te encuentro, esa extensión de vos, la rama que hace falta para que el gorrión triste se sostenga y pueda cantar desde ahí.
Ser en el lenguaje, seguir aún en las acoplaciones indómitas.
El redimirse o no redimirse, el no traicionarse, el mantenerse a uno, a todos, a todas.
Coloca Leopoldo su rostro con dirección al firmamento, resuena su maldición de verbo en prosa:
-¡Salí a buscar la primavera, en un beso callado donde nacen los eclipses y los astros, remolinos de viento y aves, justo cuando agonizaba nuestra tarde, cuando se mueren las flores, lloran cielo y la luna arde!
Llegado a su paroxismo y orgasmo del despojo, se recuesta sobre la canoa, suspira y dice callado, como el que acaba de perder las cien guerras durante los cien años:
-Hay entre tales recitaciones, dos chamanes del signo se amaban con todo y sus tatuajes de gema, experiencia, vivencias, victorias, traiciones y azul que salva.
CVII
Rojos corceles
-A veces hay que seguir vendiendo el corazón para sostener los escritos-continuaba Timo cuando ya han descendido de la canoa y ahora yacen pisando la isla donde se refugia para esculpir sus esculturas.
Leopoldo que tenía la impresión de fundar ese nuevo paisaje con una nueva frase:
-El hecho de contar las historias como vidas llenas de ser.
-Ese otro lado del pensar, mucho más ligero lleno de vida, porque está lleno de muerte, porque ambos se conocen desde tiempos en que sólo éramos hombres y mujeres en distantes islas, así sin categorías, así sin otros nombres y adjetivos, represión por el temor, antes de ese antes.
-Detrás del detrás.
-La escritura como la creación, son convertidas desde la vaciedad en esferas celestes, donde podemos habitar para inspiración, esa inspiración que no se marchita, esa que sólo yace en el sonido. Acurrucada por la armadura aérea. Solidificada como vuelo de ave en isla náufraga.
-Entonces como tal la pasión sería nuestra.
Timo y Leopoldo se acercan más al centro de la isla, Leopoldo aprecia una fuente que yace céntrica, emerge de ella agua cristalina. A la izquierda hay un guardia viejo, al parecer herido y cojo de una pierna, permanece con su barba extensa y fuma de una pipa larga, color escarlata.
El guardia les ofrece una mirada misteriosa, como el que ha visto tantas veces la muerte que es su predilecta oyente ya.
“Yo que sentí las grietas de la lluvia.
De los viajeros solitarios.
Del endemoniado abrigo.
Que sentí la peste y el hedor,
Del cuerpo indecente: muerto.
Del ermitaño ruso.
Viendo los rojos corceles…”
El guardia se detiene Timo lo interrumpe con la mano y continua con el verso faltante:
-Brotar de la pupila de la muerte.
-Adelante maestro-contesta el guardia-. Entre, ocurra lo que ha de ocurrir, si desea hacer anochecer será vuestro destino.
Timo agradece con una genuflexión corpórea y le señala con la mirada a Leopoldo que entre junto con él, ahora están los dos pasando por una recepción hecha de mármoles pintados en dorados y otros blancos en su naturalidad plena, yacen también esculturas rotas y algunas sin terminar, Timo capta y aprecia la sorpresa fugaz en el rostro de su amado oyente y le procura con el verbo:
-Viendo que ocurran los misterios clásicos de la luna y lo terrenal el guardia te deja entrar sin problema, es una antigua tradición de mi familia colocar guardias ebrios y viciosos al cuidado de nuestras reliquias y obras, ya sabe, solamente las más arcaicas.
-Observo que se ha sabido bien resguardar de lo moderno, tales naufragios se vuelven refugios, ahora la totalidad de lo ancestral con lo material, aquí justo donde el comienzo de mi final.
Leopoldo se aproxima a varias de las esculturas que yacen escondidas al final de la recepción, también incompletas, las acaricia lentamente, como si le faltase más cuerpo para hacerlo, pero ninguna lo satisface del todo. Timo le habla desde lejos:
-Aquí no se encuentra su obra, la que ella le recomienda, yace allá, en otro allá más profundo.
Leopoldo da la vuelta y se dispone a seguir a su predilecto interlocutor. Resuenan sus pasos en el salón vacío de movimiento pero lleno de cuerpos y vida.
CVIII
Consejo de Ella
Cuídate mucho si vas a calle melancolía, en esos callados besos, la locura, soltura y anarquías liberadas, incienso quemado, son trémulas y trémulos. Las ninfas con sus liras van corrompiendo la libertad, belleza marchita. Las musas del olvido cabalgan con honda soltura, los toros de Lidia sacrificados por la ira de un dios traicionado. Por las hijas enamoradas de una lánguida muerte. Ahora y en su siempre fuman la muerte. Se traspasan vida, apuestan por la vida conociendo la finitud, ese emparejar el fenecer y lo que permanece, pensé que ya lo habías sentido, amado Leopoldo, por eso cuando éramos parte del paisaje roto, nos detuvimos en el cielo de noche. ¿Recuerdas cuando éramos plata que perfora la noche? Tal estrella en celo. Oh atormentado momento, volteé y no estabas, te cansaste fuiste a otra parte, desmentías las verdades para arrinconarnos entre locuras enamoradas y locuras exquisitas, querías ser parte, pero te detenía el miedo a no sentir esa libertad, te parecía tan lejana, cuando estaba ahí esperando la canoa, esperándote, esperándonos, por ello que nuestros mapas, por ellos que los pasaportes azules confiscados, en otro momento cuando de mis brazos se escurre la lluvia como prueba de la existencia del sentir, la unión entre lo que se va y se aquieta para momentos más profundos.
En algún “siempre” me iré, voy a fundar fábricas de colores en otros países, en otras granadas de sueños, porque lo amo, amo verme sin ti también, porque no lo sientes no lo entiendes. Vamos sofocando nuestras verdades por querer ser parte del mismo conjunto, tus atrofias me encarcelan, van cerrando mis cuellos de nube y voy soltando sentires, los deje para que se los llevara el del fierro viejo, ahora mis respuestas son pétalos vacíos, pero están mejor se reconstruirán, tendremos que. Por ello el abalanzarse contra los nuevos sentidos se hace una premura, porque los vicios de escarlata y fuego azul retienen tus ensoñaciones, has visto tanto al cielo que se te ha olvidado que estábamos ahí bailando, sintiendo, solamente era cuestión de dejarse ir.
Yo no soy otra cosa que una fantasía de presencia detrás de la significación tuya, es por eso que tendríamos que habitar los fantasmas, apreciar lo que se desvanece y derrite en el sol, y enamorarse en libertad, oh amado Leopoldo cuídate mucho si vas a calle melancolía.
CIX
Praxis
Los dos ahora descendían por una escalera de estilo gótico, mientras Timo hablaba por las ausencias:
-Existe más que una verdad. Nos han dicho que las instituciones, como las democracias, así como las libertades, son y están funcionando “adecuadamente”, adecuado en término de raza humana. Que sus principios han sido únicamente establecidos por el bien común, aquellos que pueden relacionarse como referentes de un mismo principio: la ética.
Timo y Leopoldo ahora yacen sobre un pasillo donde se aprecian en las paredes distintos óleos, de distintas épocas, algunos del medievo otros modernos, los observa Leopoldo, mientras Timo sigue con su oratoria preferida:
-¿Por qué el cine producido en los recientes años, es tan similar a la realidad que se vive en ciertas partes del globo? Porque cada uno de nosotros yace inmerso en una narrativa, es decir en una película, es decir en una verdad. Colocada ahí por nuestros antepasados. Generaciones enteras, entregadas al cumplimiento de esa verdad, ¿Por qué? Cumplen los requisitos para adentrarse en estructuras que les brindan confort, claro alivio de una moral, despedazada por dentro y en apariencia bella por fuera.
Leopoldo se queda en la contemplación de un cuadro en particular, la escena de una guerra, el cuadro es mitad pintura mitad deterioro del tiempo, ahora es él quien continua la plática:
-Existe precisamente un cúmulo de verdades que son colocadas y dichas, por diversos intereses y por lo tanto personajes.
-El contenido de la moral en la época moderna es sustentado por los consorcios y las empresas, sumándose a las dinámicas ecológicas, de género y de salud, en la actualidad. Asegurando de esta manera la apariencia de un beneficio y en esencia un daño. Las sociedades modernas están abogando por un sentimiento de comprensión hacia el otro, como las fachadas típicas de un tirano en creces.
A este punto del discurso, Timo parece exaltado más en cuanto Leopoldo se muestra más interesado, parece embargado por una cierta confusión que le causa placer, en cuanto al enunciar ciertos discursos que le parecían secos, inertes, sin palabra vital:
-Las instituciones internacionales que van financiando a las nacionales y regionales, establecen un dominio de forma para percibir tal estructura, tal naturaleza, tal ser, tal vida. A través de una supuesta óptica moralista, que engloba todas las especies, géneros, clases.
Leopoldo parece entender tal placer, sabe que se aproxima a la obra encomendada por Ella a través de aquel, por eso resuena una contestación amena, hilarante al dejo de la charla:
-Cuando de hecho, la manera de establecer tal relación ha llevado al deterioro, al daño, a la perversión, de los mismos principios que aseguran salvaguardar.
-Es decir que el poder realizarse como una forma de ser y estar, va comprometido a los principios éticos dando como resultado las mismas contradicciones en el sustento de tal o cuál discurso.
Al momento de enunciar tales palabras, Timo se cuela por la entrada al último salón, Leopoldo lo sigue. Hay una antesala donde solamente hay un piano y estantes llenos de libros y libros viejos. Timo proseguía con el verbo, mientras se quedaba observando el piano:
-Porque no es coherente sostener en el discurso del lenguaje teórico, abstracto que se salva guarda la realidad y naturaleza humana, y en el lenguaje de lo material, se exponga y se establezca la incorrecta distribución de los ingresos, y no se pueda dejar de alentar el suicidio de la naturaleza, para la reproducción de las mercancías y el consumo, y así la sobrevivencia de los capitales, principios morales y agravios contra el ser humano.
Leopoldo contesta con esa alegría del continuar:
-Se tendría, por lo tanto: una manera de percibir la relación con la realidad a forma de quiebre, de una grieta campante, ya que el sistema de pensamiento que se ha establecido, será una que sostenga y mantenga como en apariencia inamovible, los principios de verdad por los que están resueltas tales instituciones. Las mismas que desarrollan una apariencia de moral y en la esencia van depravando la moral, hasta rebajarla a un cinismo irracional, que va más allá del principio de comunidad.
Timo abre los brazos, se siente otra vez como un árbol de cabeza y sus raíces acarician el cosmos:
-Se desprende que, si conocemos las relaciones, las formas de nombrar, las percepciones de los otros, notaremos que están para hacer funcionar una estructura, ¡en la misma danza de la realidad, una estructura! La contradicción resalta desde ese pensamiento. Sin embargo y con sumo disgusto se llega a completar en acciones, y por lo tanto en axiomas, enunciados sin necesidad de demostración, para lo que se traduce en un control y aseguramiento del confort, egoísmo y aniquilamiento de algún sentido nocivo de genuina ética. Es decir, una verdad donde yace nuestra narrativa, nuestra existencia y vida.
Leopoldo un tanto confundido, extasiado y triste contesta porque ha entendido:
-Nos han dejado la palabra para poblar el mundo.
-En ese alojar la realidad, podemos a través de los conceptos, que son superados por la imaginación, desarrollar nuevas percepciones de la realidad, atravesada desde la palabra hacía los objetos-Timo señala al piano y se sonríe, amenaza con la continuación de su intempestiva y lo hace:
-Des-entender, por ejemplo, sería una palabra utilizada para concretar el término del des-hacer, dejar de entender lo que nos han hecho entender, sería dejar de hacer lo que han hecho y han querido que hagamos. Consiguiendo otras formas de relacionarnos con la realidad, natural, económica, estética, ecológica.
Se sienta a tocar unos cuantos acordes, el piano un tanto antaño se rehúsa a salir afinado, pero se resuelve en una fragancia armónica de notas caóticas por Timo, mientras Leopoldo se repite para sí:
-La manera en cómo desarrollamos nuestro ser, como manera de comprensión del mundo exterior, es una forma de albergar nuevas opciones, para otro porvenir. La praxis, en tal sentido sería más allá de una idea de toma de conciencia y de realizar, sería la forma de: tomar conciencia es a des-entender que a su vez se vuelve a realizar. Puesto que hemos argumentado con anterioridad, ante todo la forma de entender bajo los supuestos corruptos, ha logrado propiciar las violentas escenas de nuestra modernidad: incendios de las selvas más importantes, asesinatos en plena ciudad, feminicidios desmedidos, y la crisis de salud.
– Moral del Estado, contra moral humana.
-Llegar a la colectivización y resaltar el principio de humanidad, que es la solidaridad. Que sería la moral humana.
Timo hace entrar a Leopoldo a la sala privada, todo estaba pintado en las paredes con distintos momentos, experiencias de sentires, las relaciones que había tenido, en el centro yacían tres esculturas: una canoa, una deidad hindú: Agni, dios védico del fuego y la destrucción, y un espejo hecho de mármol, quebrado. Timo le señala con las manos abiertas las tres esculturas, sonríe plenamente mientras declama:
– La relación con el tipo de moral humana se fundamente en la relación con la vida, es decir en todas sus manifestaciones de la vida; como la humanización de la mujer, de los medios de comunicación hacia ésta, la forma de conceptualizar la naturaleza y sus productos, la reivindicación del sector que trabaja la naturaleza, y finalmente la correcta distribución de los ingresos que la misma sociedad, entendida sociedad como el conjunto de relaciones de dominación, distinto a comunidad, como conjunto de relaciones de solidaridad y mutua cooperación, va produciendo y es apropiada por minorías que ostentan los contenidos de los medios de sensación, como de creación. A saber los resultados aquí presentados, por la reflexión en conjunto, significan la forma de actuar para conocer un modelo que vaya hacía la vida, para poder estar y ser, se tiene que hacer, la praxis en ese sentido el modelo de tomar conciencia= des-entender= realizar, permite que las verdades mencionadas por los que están apagando el valor de la vida, sean superadas y habitemos en una realidad transformada por nuestro des-entender y conciencia, que defienda y reivindique la vida en su totalidad, la forma misma de opresión de la realidad en apariencia vital, caerá por el peso de su codicia y negación por negación, se trata de crear una genuina grieta donde se siembre vida.
Por eso una forma de praxis es: elegir entre todos los porvenires y amarse más lentamente, gradualmente, fugazmente, libremente. Para sonreír así con la creación de cine por sí.
CX
Finales
-¿De qué podría yo cantar ahora, si me has robado el lenguaje?-Leopoldo murmura en la exposición con las tres esculturas. Sonríe porque ha sentido la libertad de Ella.